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Críticas de tolstoievska
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Críticas 50
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
18 de diciembre de 2007
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
“…yo ya no creo en nada…” esta frase de tintes nihilistas que Tony Leung, en su papel de Ministro del gobierno colaboracionista chino, le dice a su joven amante, es para mí una clave fundamental para entender el tono ambiguo, desesperado, violento, y atormentado que dominará las relaciones de la pareja protagonista de ésta oscura y turbia trama –como la vida misma- de espías en tiempos de guerra, en la que Ang Lee nos sumerge con maestría, y sin ningún pudor o recato a la hora de mostrar la voluptuosidad y el deseo de fundirse en el otro en cada encuentro sexual, como si fuese el último, como si “follar” fuese el único modo de escapar, o más bien de olvidar, que estamos en un mundo corrupto, cínico e indiferente, lleno de crueldad; y entonces, igual que podemos aliviarnos con las drogas, escuchando música, o bebiendo hasta perder el sentido, los amantes se acoplan como dos desesperados. ¿Es esto amor? ¿Es sólo sexo? ¿Es sólo el deseo de olvidar durante un instante que estamos en guerra, y que a nuestro alrededor el mundo se desmorona?

Recomiendo verla en versión original, pese al esfuerzo de leer, merece la pena. Y alejarse de los comedores de palomitas que no permiten escuchar la banda sonora, y nos impiden concentrarnos.
¿Por qué algunos aficionados al cine, y los encargados de las salas que hacen negocio, tienen tan poco respeto por el cine y por los que queremos ver y ¡escuchar! la película? ¿Cuándo habrá salas para comedores de palomitas y para no comedores?

Le pongo un diez a la película no porque crea que es perfecta, aunque, ¿qué es la perfección en realidad?, sino más bien porque sus virtudes me parecen extraordinarias y muy por encima de sus defectos, y aquí he visto que la puntúan bastante a la baja, lo cual me hace dudar de mi sentido crítico; pero prefiero confiar en mi instinto o intuición, con los que al fin y al cabo vivo yo a diario, y que me hacen pensar que Ang Lee es un cineasta con una fuerza y una sensibilidad especial para reflexionar sobre la sociedad y los conflictos en los que los humanos estamos inmersos, generación tras generación, y siglo tras siglo, cometiendo una y otra vez los mismos errores, sufriendo los mismos amores y desamores, los mismos prejuicios pese a creernos muy avanzados con respecto a otra épocas. En fin, el “eterno retorno”, que diría el chalado filósofo.

Mediante la premisa de una historia de espionaje al estilo de "Encadenados" de Hitchcock, Ang Lee nos muestra lo que la espía Ingrid Bergman -la pobre-, ni siquiera hubiese imaginado hacer con su torpe y diminuto esposo. Pero esa es otra historia, y éste un guiño para cinéfilos nostálgicos.
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tolstoievska
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8
13 de diciembre de 2007
9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y es que acabo de ver la peli y me he angustiado mucho en esa comunidad tan enferma y contaminada, y tan terrorífica, pero al mismo tiempo me he divertido mucho, porque he detectado a lo largo de toda la "grabación" una mala uva y un humor negro que tengo que reconocer que me ha hecho sonreir e incluso reir en más de un momento. Una risa, eso sí, mezclada con un apreciable y reconfortante acojone, pues en cualquier momento, tras el umbral de cualquier puerta o a través de cualquier pasillo oscuro y amenazador podía emerger algún ser hambriento y rabioso con ganas de salir en la grabación de ese documental que los curiosos e irreductibles reporteros intentan obtener a cualquier precio, para luego emitir en un programa de la TV.
Creo que los autores han conseguido dar una vuelta de tuerca muy ingeniosa al género, múltiples veces revisitado desde los ya míticos zombies de G. A. Romero, en su primitiva y ya arqueológica versión en blanco y negro. No he visto "El orfanato", así que no puedo decir si está es mejor o peor, o si me gusta más o menos, sin embargo la recomiendo a los amantes de las soluciones ingeniosas e inquietantes, que son capaces de apreciar un toque de originalidad incluso en un tipo de historia similar a otras vistas millones de veces, y también a los que son capaces en una película terrorífica de estas características de mantener la suficiente distancia y frialdad para captar y percibir su divertido, y quizás pervertido, humor negro, negrisimo.

Me lo he pasado muy bien; quizás también porque hacía bastante que no veía una de terror.

Pero cuidado los espíritus sensibles, que temen los viajes macabros y demenciales sin destino conocido, la peli puede herir su espíritu...
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tolstoievska
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8
12 de diciembre de 2007
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de esas películas en las que uno tiene la sensación, por momentos, de que la cámara se ha introducido en la propia realidad de "riodeyaneiro" y de esa "Estación Central" donde la protagonista se dedica a escribir cartas para ciudadanos analfabetos que no son capaces de hacerlo, y donde hay "vigilantes" de paisano que custodian los puestos de las tiendas y no dudan en meter dos tiros a cualquier pequeño ratero miserable que se le ocurra intentar robar. No he estado en Brasil, y no sé cómo será la realidad o cómo era cuando se rodó esta obra en los años 90, pero uno tiene la sensación de estar allí, inmerso en esa estación y en ese ambiente masificado de seres humanos que infestan los vagones de los trenes. En ese sentido, la protagonista, que en una pequeña mesa y una pequeña silla de madera colocados en una esquina cualquiera de la estación se dedica a transmitir las noticias que esos ciudadanos incultos que produce la miseria existente en todos los países -incluso en los más ricos del planeta-, parece convertirse en una metafora de la existencia de cualquier mujer madura y cercana a la vejez, con una vida donde ya no parece que se pueda viajar a ningún sitio agradable, y donde se está condenada a permanecer estática en una estación desde la que sin embargo, constantemente, todo el mundo se desplaza de un lugar a otro, cada uno con sus miles o más bien millones de pequeños objetivos y destinos. Destinos, que al igual que las cartas que escribe "Fernanda Montenegro" -la veterana actriz protagonista-, quizás nunca lleguen a buen puerto. Porque los destinos de las personas son desconocidos para sus protagonistas, igual que las cartas puede que ni siquiera sean envíadas por correo...

Entonces aparecerá un niño con su madre, para que la "escribiente de cartas" envíe un mensaje a su marido; pero el destino se torcerá, o más bien seguirá su curso, y hará que esta mujer cínica y tramposa, que se dedica a ser la "voz" de todas esas personas que no saben escribir, se vea relacionado con ese niño con el que en principio parece tener una relación de amor-odio, y con el que por fin se embarcará en un viaje que la alejará de su rutina estática y aburrida, donde la máxima ilusión que queda es adquirir una televisión con la que alienarse aún más, si cabe.


La historia plasma muy bien esa sensación de sentirse perdido y marginado en este mundo. Sin unos objetivos claros, sin alicientes, golpeado, a punto de perder cualquier atisbo de ética o decencia en nuestra conducta. Una situación que cualquiera de nosotros podemos haber llegado a sentir alguna vez, o que podemos quizás conocer en el futuro, si nuestro entorno se vuelve tan hostil o tan indiferente hacía nuestra misera existencia que llegamos a tener la sensación de que nuestra vida no le importa a nadie. Al borde del abismo. En el filo de la navaja.
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tolstoievska
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9
11 de diciembre de 2007
66 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
...mucho.
Si pudiésemos borrar de nuestra memoria determinados recuerdos y experiencias de nuestro pasado, como sucedía por ejemplo en "¡"Olvídate de mí!, quizás no sufriríamos tanto y podríamos avanzar y recomponer nuestra vida con mayor facilidad, pero claro, entonces dejaríamos de ser nosotros, porque lo que somos ahora, nuestra experiencia, nuestras posibles conductas presentes o futuras, estarán marcadas ya para siempre por todos esos amores y desamores del pasado, por todas esas alegrías maravillosas, y probablemente, con mucha más frecuencia, por todas esas frustraciones que forman parte de la vida, y a las que debemos sobreponernos de un modo o de otro. Al mismo tiempo el dolor que sentimos por las perdidas del pasado -en especial esa persona tan especial que pensábamos que estaba destinada a nosotros; suponiendo que creamos en esto, claro-, nos impide creer en la posibilidad de recrear ese tipo de amor en el futuro, pues nos parece imposible alcanzar de nuevo ese estado de gracia. Y quizás en parte sea así, pero no porque no pueda existir otra persona tan maravillosa o más que nuestro amor pasado, sino más bien porque nosotros nunca volveremos a ser los mismos después de aquella dolorosa perdida y decepción. Nunca podremos enfrentarnos a una nueva relación amorosa con esa inocencia, con esa confianza espontanea que teníamos en la otra persona cuando el fracaso y la decepción brutal no nos habían golpeado con tal intensidad que podemos llegar a creer que la vida en este mundo es dura y cruel, y la confianza en los demás es algo que sólo se puede mantener a duras penas, y más porque necesitamos confiar en alguien que porque no temamos la posibilidad de la traición o la deslealtad. Y es que la vida es así de insatisfactoria en ocasiones, y aunque Wong Kar-Wai revista la historia con su belleza estética y sus hermosas mujeres y elegantes protagonistas masculinos, no podemos soslayar la enorme tristeza que se encierra tras esa aparente capa de glamour, zapatos de tacón, pelos engominados y sugerente vida nocturna. Y es que este director parece estar obsesionado en casi toda su obra por el paso del tiempo, por lo efímero de las relaciones amorosas, por el drama de no conocer a nuestro amor en el momento oportuno -"...hay que conocer a nuestro amor en el momento oportuno; ni demasiado pronto, ni demasiado tarde..." llega a decir Tony Leung, reflexionando sobre la hija del casero de la pensión, de la que en cierto modo podría enamorarse-. Y es que igual que nosotros tenemos nuestro pasado, los demás tienen el suyo, y quizás cuando conozcamos a una determinada mujer ella ya habrá conocido al amor de su vida en "su pasado", y tampoco ella podrá darnos lo que queremos o necesitamos, pues ella ya lo perdió -perdió también la inocencia o la confianza-, y cierta especie de vacío se ha instalado ya en ella, igual que en nosotros.

En fin, menudo galimatías, ¿no?
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tolstoievska
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9
4 de diciembre de 2007
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Una necesita un abanico particularmente hermoso para una ocasión especial y da instrucciones al artista, en cuyo talento confía plenamente, para que decore uno con el dibujo apropiado. Cuando llega el día y nos envía el abanico, una queda disgustada al ver lo mal pintado que está. ¡Qué tristeza!"

-El libro de la almohada- Sei Shonagon

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Durante el periodo Heian (794-1185) se vivió una época de esplendor y refinamiento cultural en la historia de Japón, que produjo, entre otras, dos obras cumbre de la literatura, escritas por dos mujeres que sirvieron en la Corte Imperial; "El romance de Genji" de Murasaki Shikibu y "El libro de la almohada" de Sei Shonagon.
Shonagon sirvió en la Corte en la década de 990, y su libro es una especie de ensayo o diario autobiográfico en el que esta mujer, que tan bien conocía los ambientes íntimos y refinados de Palacio, opinaba sobre todo tipo de asuntos más o menos serios o más o menos frívolos, saltando de unos temas a otros sin excesivo orden o método aparente.

Peter Greenaway se inspiró en esta obra y en su fascinación por la cultura japonesa para realizar "The Pillow Book"; un elaborado experimento cinematográfico y artístico.
La protagonista de la historia, que se llama Nagiko -igual que Nagiko Kiyohara, que era el verdadero nombre de Sei Shonagon, mil años antes-, se embarca en una peculiar trama ambientada a finales del siglo XX entre Japón y Hong Kong. El objetivo excéntrico y metafórico al que Nagiko dedicará su vida será la busqueda del amante calígrafo ideal.
Este argumento permite desplegar ante nosotros una original trama que reflexiona sobre el amor y la busqueda del amor, y permite al autor mostrar o evocar diversos aspectos, como pinceladas, de la cultura japonesa; como por ejemplo el arte de Utamaro tatuando la espalda de las geishas, los templos de Kioto y los jardines Zen, el Japón moderno con sus aeropuertos y escaleras mecánicas, los ninjas, el bondage, o los grabados ukiyo-e -dibujos del mundo flotante buscador del placer- que en una de las secuencias se funden con los dos protagonistas reales de carne y hueso mientras hacen el amor.

Greenaway crea imágenes sutilmente iluminadas y sugerentemente sonorizadas, y consigue que unas caligrafías proyectadas sobre una pared o un cuerpo, o un poco de tinta que escapa por el desagüe de la bañera sean algo fascinante.

Pocas veces los cuerpos y las pieles se han mostrado tan sensuales como aquí. El vientre, el pecho, la espalda, la cara interna de los muslos, o cualquier otro sitio, es bueno para escribir como si se tratase de la página en blanco de un libro, y siempre que se tenga el arte caligráfico adecuado para hacerlo y la piel tenga la suavidad y la textura apropiada.
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tolstoievska
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