No me gusta la Navidad. No me gustan las comedias románticas.
¿Cómo, entonces, acabé encantada con esta película, sonriendo y llorando al mismo tiempo?
Si nos ponemos críticos y cínicos y fríos, analizando por calidad, salvo varios momentos, tendría un aprobado un pelín justo, aunque buena nota para los actores.
Pero prefiero darle más importancia a otras cosas: los sentimientos, lo que transmite, las sensaciones que tienes mientras la ves.
Y me emocionó. Me sorprendió, no sé si por la película en sí o porque me sorprendía lo que me estaba haciendo sentir.
Sí, muchas cosas son irreales, son cursis, empalagosas, previsibles... ¿y qué? No vayamos tan de duros, porque dosis de todo esto, cuando se elabora con gracia, no sientan nada mal de vez en cuando.
Y porque, en medio de un mundo que a veces deprime, por tanta miseria, tantas malas noticias, tanto egoísimo... es bonito ver historias que reflejan que todavía existe lo contrario... o que al menos, el ser humano tiene algo tan magnífico como el arte del cine para contarlas y que las sintamos.