Black Mirror: Black Museum (TV)

Aterradora y divertida recopilación de cortos de terror a lo ‘Creepshow’ con tecnología. Una chica entra en un museo de terror electrónico, el cual alberga en su interior objetos reales de macabras historias sobre los pioneros que se aventuraron a probar nuevas tecnologías. El siniestro dueño irá narrando el calamitoso devenir de los protagonistas, no falto de un retorcido sentido del humor.

El episodio triunfa en su cometido, consiguiendo el homenaje a los recopilatorios de relatos de horror con finales turbadores que esconden ácidas moralejas, pero desde su terreno de las amenazas del avance informático y su impacto en el ser humano, mostrando futuros inquietantes que no suenan tan lejanos. No faltan los latigazos a la sociedad, tocando temas como el aprovechamiento de la desesperación ajena por intereses propios, la búsqueda de poder, triunfo laboral, vivir a costa de otra persona, relaciones tóxicas o placer por el dolor, propio y ajeno.

Buenas interpretaciones, puesta en escena y ritmo narrativo. Además condensa todo en tan solo 69 minutos, lo que resulta cuanto menos sorprendente. La capacidad para contar una historia en el tiempo justo y necesario siempre es un punto a favor.

Visite el ‘Black Museum’, no se arrepentirá.

Parece ya anecdótico el cuento del racismo, pero acá sigue estando. La trama fluye en tres bifurcaciones donde todas terminan en una conclusión triste y turbia como se le atribuye normalmente a esta serie. La interpretación es más que notable y el ritmo es placentero. Ahora al simbolismo.

Es uno de los capítulos más diferentes de otros, el humor negro es la esencia de este capítulo.

No suceden muchas cosas relacionadas con la ciencia ficción, es más un capítulo sobre la mente enfermiza del dueño de un extraño museo.

La verdad que cada historia que se cuenta es curiosa, es peculiar, poco creíble, pero divertida, un poco sarcástico todo esto, pero es lo que la diferencia del resto de los otros capítulos.

Considerado por numerosos críticos a sueldo —y no pocos aficionados— uno de los peores episodios de «Black Mirror», si no el peor; debo decir que en ninguna de las dos ocasiones en que lo he visto, «Black Museum» me ha desagradado tanto como hubiera cabido esperar.
Al contrario, creo que se trata de una entrega muy disfrutable en su desenfado autoparódico —diríase una temporada concentrada en poco más de una hora— y su parentesco con aquellos films episódicos de terror típicos de los setenta y la productora Amicus.
Uno de esos insólitos museos que, junto a diners, talleres y pueblos fantasma, jalonan las carreteras americanas sirve de trasfondo y eje vertebrador a tres historias de interés dispar —la irregularidad es inevitable en la mayoría de los productos de su mismo pelaje—.
La primera de ellas, sin duda la mejor, constituye una delicia bizarra, un ejemplo enfermizo de horror corporal cronenbergiano. La segunda, de corte eminentemente melodramático, resulta algo más convencional. En cuanto a la tercera, no por breve menos cruel —y con un punto nihilista—, les sirve a sus responsables para cerrar la trama de un modo razonablemente coherente.
Por último y a guisa de curiosidad, el desierto de Mojave en que se ubica el museo que da título al episodio está recreado en el desierto de Tabernas, en Almería, y los pasajes carcelarios —y patibularios— se rodaron en la cárcel provincial de Málaga.

Demasiado largo, quizá me ha pillado cansado. De las tres historias, la segunda me ha sobrado bastante. La primera es la que ha conseguido atraparme y perturbarme de verdad, luego ha bajado en picado hasta llegar hasta ese giro final que tampoco es que me haya impresionado pero me ha dejado con buen sabor de boca. Se agradece el humor negro pero creo que aquí ha sido también excesivo.bueno, en general es un capítulo sorprendente y de lo mejor de la temporada. La crítica de lo mucho que nos excita el morbo no es nueva tampoco (White Bear) y por poner dos ejemplos cinéfilos me ha recordado a un cruce entre The Square y Del Revés.