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Competencia desleal

Drama Umberto es el propietario de una elegante sastrería, pero está perdiendo clientes debido a la competencia que le hace Leone, un sastre judío. La rivalidad profesional propicia toda clase de estrategias y trucos sucios. Sin embargo, sus hijos pequeños van juntos al colegio y sus hijos mayores son novios. Esta situación cambiará cuando, en 1938, el gobierno italiano aprueba las leyes raciales contra los judíos. (FILMAFFINITY)
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7
25 de marzo de 2021 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
93/28(21/03/21) Delicioso y entrañable drama humanista dirigido por Ettore Scola que nos lleva a la tragedia con un halo de tragicomedia enmarcada en la gradual imposición de las nazis Leyes de Núremberg en la Italia de Mussolini, y como la sufren en minimalismo una familia judía en una calle anónima de Roma, y frente a ello otra familia católica. Es una mirada costumbrista (alejados de la épica tremenda de “La Lista de Schindler” o “El pianista”) que se fija en los pequeños detalles, de cómo el Averno del antisemitismo va incrustándose poco a poco en la sociedad, y todo ello desarrollado sin maniqueísmos, sin sensiblerías, sin manipulaciones, sustentado por personajes que transpiran humanidad. Todo esto con el escaparate de la rivalidad de dos negocios similares vecinos, uno del católico y el otro del judío, y a través de esto hacemos una inmersión a baja escala sobre el racismo soterrado y aquellos que lo combatieron como pudieron, ejemplificado en una amistad entre dos niños, uno de ellos es el hilo conductor narrativo en off (aunque esto es un poco caótico, pues se abandona esta línea de su posible mirada en múltiples ocasiones), que desde este infantil enfoque despedazan el cainismo humano. Esto entrelazado a la vinculación entre los dos clanes, donde además de la amistad entre los pre-adolescentes, se da el amor entre dos de las dos familias, y crece de modo fluido la relación entrañable entre los dos en principios rivales, la solidaridad, las pequeñas rebeliones contra la sociedad.

Todo con el marcado estilo de Scola, donde prácticamente hace de esta película algo paralelo a su bonita película “Una jornada particular” (1977), donde en el mismo escenario romano se daba una relación contranatura entre un homosexual perseguido por el fascismo y una mujer casada con un mussoliniano, sucediendo el día de la visita de Hitler a la capital italiana, día que aquí también se da. Se nos hace vivir el temor de este tiempo a ser señalado por el dedo, se nos hace ver el fanatismo de gentes idiotas en sus argumentos, se nos hace ver como el manto del terror se cierre sobre la familia judía en esa última imagen de sus miradas. Toda esta dramedia expuesta en algo tan minimalista como es una vía de Roma (en realidad filmada en los Estudios Cinecittà de Roma), no hay nada más que esta senda, todo empieza y acaba aquí, mostrando como en un lugar cualquiera se dan tragedias universales. Y aquí el drama se mezcla de modo conmovedor con el humor caustico, ese que nace de enfrentar la naturalidad con el absurdo de la intolerancia.

Estamos en 1938, Umberto Mlechiorri (Abatantuono) es un sastre católico con una tienda en una calle de Roma que funciona muy bien; no hay escasez de trabajo y los clientes siguen llegando. Hasta que, el comerciante judío Leone Della Rocca (Sergio Castellitto) abre junto a la suya su tienda de confección. Con cada sistema de promoción que idea Umberto para aumentar las ventas, Leone toma la delantera con trucos comerciales, aumentando la ira en Umberto. Mientras tanto, también se cuentan las historias de los personajes de sus respectivas familias. En la del sastre encontramos a Paolo (Elio Germano), el hijo mayor, que entre estudios y amigos mantiene un romance con Gioia Della Rocca, hija de Leone que estudia en el conservatorio, Margherita (Anita Zagaria), esposa de Umberto, tiene un hermano vago que vive con ellos, Peppino (Augusto Fornari). Está Angelo (Gérard Depardieu), hermano de Umberto, profesor de ideas democráticas y liberales, y el segundo hijo Pietruccio (Walter Dragonetti), narrador de la película. En la familia de Leone, en cambio, encontramos a Giuditta su esposa (Antonella Attili), Gioia, el pequeño Lele (Simone Ascani), amigo de Pietruccio y su abuelo Mattia (Jean-Claude Brialy). También tiene importancia en la historia inspector de policía (Claudio Bigagli).

Todo esto enarbolado por dos protagonistas maravillosos en sus encarnaciones, sin caer en lo caracterización manipuladora. Con un estupendo Diego Abatantuono como ese tipo que va evolucionado en su relación con su vecino de negocio, rebosando matices en su verbalidad, en su gestualidad y en su mirada. Hombre enamorado de su trabajo, que se siente fuera de lugar en su casa, con un hijo que no quiere seguir la tradición familiar, y desea estudiar en la universidad, con un cuñado ‘parásito’, y una mujer marujona. Mantiene una entrañable química con Castellito, sin caer en lo meloso, tratando el guión al espectador de inteligente, como cuando suelta tras una disputa que llega a la calle que Leo siempre será un judío, y se nota al instante arrepentido de lo dicho, o en esa visita que le hace cuando está convaleciente en cama, conmovedor encuentro. Para orientarnos un poco, fue el que más partido saco a su rol en la oscarizada “Mediterráneo” (1991); Sergio Castellito inunda de humanidad a su pesaroso judío, noble, pícaro en sus artimañas comerciales, pero muy digno, hasta que lenta pero de modo implacable las hediondas leyes antisemitas le van arrinconando, primero le dejan sin radio, luego le apedrean la tienda, le dejan a su hijo sin poder ir al colegio, le arrebatan su negocio, y al final lo expulsan de su casa. Es el drama personificado en como lo sobrelleva, y ello el actor lo encarna con dimensión y flema.
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También hay un reguero de personajes secundarios con alma, que da vigor al metraje, componiendo un microcosmos donde se proyecta la sociedad transalpina del momento. Como el hermano de Umberto, Angelo un profesor desencantado de lo que pasa a su alrededor, un liberal cínico sobrepasado por los acontecimientos. Al que da vida Gerard Depardieu con fuerte carácter, reservándole el guión una gran frase, “El que no tiene coraje no debe tener convicciones”; La esposa medrosa de Umberto; el cuñado ocioso majadero, Zio Peppino (divertido Augusto Fornari); el conde polaco Treuberg (muy buen Claude Rich) ahora relojero que piensa que en Italia no llegaran las leyes racistas; la orgullosa hija de Leone; la dependienta fascista con la que tiene que lidiar el bueno de Umberto; el carretero (correcto Rolando Ravello) que personifica la sabiduría de las clases bajas; El mini Mussollini del inspector de policía, encarnado por un guiñolesco Claudio Bigagli; Y por supuesto los dos niños amigos, donde el hijo del sastre utiliza los dibujos a modo de encabezado de capítulos del film.

Todo desarrollado tratando al espectador como ente inteligente, sin dárselo todo masticado, con elipsis ingeniosas, hablando con las miradas, con los silencios: Nunca haciendo saña facilona, sin mostrar crueldades físicas, pero haciéndonos sentir el horror paulatino de esta familia de religión hebrea, y ello sabiendo dar notas de humor que sirven para humanizar a los personajes: Haciéndonos sentir esta evolución hacia el lado oscuro más infernal a través de pequeños elementos circundantes a la calle, como son las banderas, un desfile, la radio, la portada de una revista con estereotipos de perfiles de razas, o el cartel que quiere poner la dependienta del sastre.

Spoiler:

Momentos recordables (aparte de los ya mencionados): El hermoso plano-secuencia donde Susana desciende por las escaleras del edificio, se acerca a su novio, le besa y vuelve a subir las escaleras, demostración de amor puro; Cuando el inspector de policía empuja a Umberto a delatar por judío a su vecino Leone, pero este se niega con displicencia; Cuando Umberto se niega a colocar un cartel en el escaparate creado por su dependienta de la tienda donde pone "Este es un establecimiento ario", su reacción es de gran nobleza; Cuando nos damos cuenta de cómo el pequeño Lele sufre el estrés de la marginación social cuando comienza a tartamudear de buenas a primeras; Cuando la esposa de Umberto le dice a este que ojalá cierren ya el negocio de los judíos, y el marido le da un guantazo, gesto crudo que le sale de dentro como defensa de la justicia y en contra del racismo a baja escala que siempre se da en nuestra sociedad. Esto entroncará con el final en que la mujer se da cuenta de su mal comportamiento al ver cómo tiene que marcharse a un gueto los DellaRocca expulsados de su casa y negocio, y se abrazan los dos perdonándose lo que pasó; La escena final, en silencio la familia DellaRocca ha echado en un camión sus enseres, y se montan atrás, expulsados de su hogar y trabajo a un gueto, ello ante la mirada triste de los Melchiori, las miradas de los DellaRocca hielan en su desesperanza mientras el camión se aleja por la calle protagonista, estremecedor momento, donde todos intuimos cuál será su nefasto futuro.

Me queda aun satisfactorio film, que da otra visión del antisemitismo durante los tiempos del nazismo. Fuerza y honor!!!

PD. El título me resulta bastante errado en lo que uno puede esperar.
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