Balas sobre Broadway

En mi opinión el gran mérito del señor Woody Allen es hacer exactamente lo mismo a lo largo de 5 décadas de cine (aún cuando el no sea protagonista, sus intérpretes también son Woody), que la gente lo siga yendo a ver, y que al salir del cine se vayan con una sonrisa a su casa.

Hacía bastante tiempo que tenía agendada esta peli por sus buenas críticas y sencillamente me decepciono. Los diálogos no tienen la chispa del mejor Allen más allá de algunos gags, la historia pese a ser corta en cuanto a tiempo, no deja de parecer redundante y evidente.

En fin, una película típicamente Woodyallenesca que me aburrió bastante, puede que después de ver casi todos sus films le haya agarrado algo de idea al neoyorquino o cansancio de su histeria y neurosis. Pero para ver una comedia de diálogos, enredos y gangsters prefiero una de Billy Wilder.

'Balas sobre Broadway' es una estupenda ilustración, en clave cómica, del mundo del teatro; de las inesperadas filiaciones y fricciones que se dan dentro de una compañía, de cómo una maraña de garras araña, zarandea y mancilla una obra haciendo peligrar su esencia y, por último, de la manera en que un artista defiende con celo dicha integridad autoral para, finalmente, admitir que él no es artista.

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Toda la película, en verdad, gira en torno a esta disertación en forma de dilema.

"Let's say there was a burning building and you could rush in and you could save only one thing: either the last known copy of Shakespeare's plays or some anonymous human being. What would you do?"

La cosecha cinematográfica de 1994 es impresionante e insuperable (“Cadena Perpetua”, “Pulp Fiction”, “Forrest Gump”…) pero aún dio para más; por ejemplo, esta estupenda película de Woody Allen, que se apuntó a la fiesta con una combinación ganadora: su ingenio y su facilidad para hacer reír aplicados al mundo de los mafiosos (fórmula que se ha revelado acertada en varias ocasiones, como “Una terapia peligrosa”, de Harold Ramis).

Ayudado esta vez para coescribir el acertadísimo guion por Douglas McGrath, consiguieron siete nominaciones al Óscar (no muy habitual en la carrera de Allen, y menos con esa competencia), entre ellas esa, y se llevaron el de actriz secundaria para la elegante Dianne Wiest. Del nivel alcanzado por el reparto da prueba que también una graciosísima Jennifer Tilly y Chazz Palminteri (“Una historia del Bronx”, que ha nacido para hacer de mafioso) fueron nominados.

Ocurrente, ágil, y atractiva en sus formas, es una de las mejores cintas de ese periodo del genio neoyorkino.

Woody Allen no sólo alcanza la perfección cómica sino que se zambulle en ella, se regodea en su propio genio. Construye una comedia al estilo de los grandes clásicos, llena de personajes memorables y situaciones increíblemente bien engarzadas. El mecanismo de comedia se engrasa mediante unos grandes actores, entre los que destaca Dianne Wiest como una carismática y arrolladora estrella del teatro venida a menos que pronuncia frases como martillazos. Sólo por ella la película alcanza grandes cotas. Si a esto le sumamos un guión preciso que envidiaría Billy Wilder, repleto de situaciones inesperadas y un humor muy inteligente, obtenemos una gran comedia y una de las mejores películas de Allen.

Imprescindible verla en VO, por favor. Como siempre.

Deliciosa comedia de un Allen en estado de gracia (justo después de “Maridos y mujeres” y "Misterioso asesinato en Manhattan" y antes de “Poderosa Afrodita”).
Un guión más que brillante que no deja de evolucionar y de girar desde prácticamente el primer minuto de metraje es el arma principal con el que Allen deslumbra y enamora, construyendo una delicada comedia de enredo y situaciones digna del mejor cine americano de los años 40-50, con unos personajes absolutamente complejos que de tan perfectamente dibujados se acercan al estereotipo, una ambientación maravillosa que une de modo fantástico dos ambientes y mundos tan apasionantes y dispares como el Broadway de los años 20 y el mundo de la mafia.
Los temas que fluyen en la trama son algunos de los más recurrentes en la filmografía de Allen: problemas de pareja, inseguridad vital, incapacidad creativa, infidelidad… pero todo ello pasado esta vez por un filtro de agudeza, de buen humor y de vitalidad, que dejan la sonrisa en la boca de una manera más inocente que en otras de las cintas de Allen de corte melodramático similar (Annie Hall, Manhattan, La rosa púrpura del Cairo), gracias a que esta vez la acidez, el sarcasmo y la doble moral se cambian por la ligereza, la extravagancia y un tono menos filosófico.
En el reparto nombrar sobre todo a una Dianne West inmensa como casi siempre, bordando su papel de diva histriónica y manipuladora, y un memorable Joe Viterelli. Palminteri está bastante bien y Cusack, protagonista y alter-ego de Woody, bastante mal. El resto, como suele suceder en las obras de Allen, a un nivel muy alto.
En cuanto al aspecto técnico, destacar una maravillosa ambientación, con exteriores en la ciudad de Nueva York, Broadway, el Upper East side… que realmente te transporta a una época que desprende teatralidad y encanto. La fotografía es excelente y el tratamiento de las luces más aún, la banda sonora es excelsa y el montaje sin llegar a ser acelerado acompaña notablemente el frenético desarrollo de la historia.
En definitiva, una de las mejores obras de Woody Allen, director/actor/guionista (casi nada) que, si bien, como suelen defender sus detractores, es autor de un buen puñado de obras menores (¿y cuántos hay de estos?), también lo es de otro buen puñado, seguramente más grande, de grandes películas y de obras maestras de la Historia del Cine (¿Y cuántos, cuántos pueden decir lo mismo?)
Merece la pena verla, y más de una vez.