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La furia

Drama Alex, una joven actriz, es violada en una fiesta en Nochevieja y no reconoce a su agresor. Cuando acude a su hermano Adrián en busca de abrigo y compresión, éste reacciona cuestionándola y presionándola. Así, Alex se distancia de su hermano y de todo lo conocido. A lo largo de un año vive sola el asco, la vergüenza y la culpa. Adrián, consumido por la rabia, toma sus propias decisiones en un camino cada vez más oscuro, muy lejos de lo ... [+]
Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
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9
26 de marzo de 2025
8 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo el mundo conoce a alguien, o le han contado, que ha sufrido una agresión sexual. Especialmente los dones. En un momento en que la industria del cine empieza a levantar las alfombras de sus tótems masculinos, con casos de violencia machista y sexual que salen de debajo de las piedras (y los que queden aún por desenterrar y únicamente se hablen en corrillos), el estreno de La furia es de una idoneidad y de una contundencia. Gemma Blasco presenta el segundo largometraje de su carrera y la coloca en la misma categoría que grandes nombres de la cinematografía actual como Carla Simón, Pilar Palomero, Arantxa Echevarria o Belén Funes. En un viaje a las entrañas de una Ángela Cervantes estelar, que interpreta a una víctima de una violación, Alex, contemplamos una batería de ideas cargadas de talento interpretativo, talento cinematográfico y talento narrativo.

Blasco, de 32 años, vertebra una historia cargada de momentos carnales, físicos y catárticos que se mezclan con la calidez familiar, el amor de las amigas, los cuidados a través de las pequeñas cosas. La furia, en ciertos momentos, parece una respuesta, una especie de puñetazo, al Irreversible de Gaspar Noé, aquella infame película que también gira en la violación de una mujer, con una venganza masculina como resultado de la agresión. Cervantes, en un papel que merece la nominación segura al Goya, al Gaudí y al Feroz, construye un personaje que desde los primeros cinco minutos de metraje debe enfrentarse a que la han violado. La película nos arrastra de la mano por el retrato de ella, pero también de su familia, en el proceso de gestión de la barbarie.

Àlex Monner, uno de los candidatos a formar parte de todas las quinielas de los principales premios del 2026, representa a un hermano de la Cervantes cargado de grises. Esa figura masculina que lo recrimina todo, que parece tener empatía pero acaba generando aún más violencia en la víctima. Una protagonista que baila entre la soledad del trauma, la fuerza en la superación y la ruptura carnal a través de su cuerpo, de su trabajo y del teatro. La introducción del mito de Medea no cae en el cliché, al contrario. Blasco y Eva Pauné, coguionista, son capaces de darle una fuerza actual gracias a diversas capas: las maternidades, el dolor, la incomprensión, la culpa, el sentimiento de traición y la determinación del empoderamiento.

En 100 minutos de metraje fue imposible apartar los ojos de la pantalla. Pese a que en ciertos momentos el espectador puede perderse en ciertos giros, reubicarse es relativamente fácil, pero de todo ello extraigo una conclusión: la experiencia. Es una película sensorial que acaba mimetizando a quien la está viendo con lo que está pasando ante él. La ternura, la oscuridad, Ángela Cervantes retorcen su cuerpo, un Monner roto por su incapacidad de generar una empatía realmente efectiva o por el sonido. La música, las vibraciones, las canciones, son tan importantes que se convierten en patas primordiales de la película. El equipo de sonido de La furia merece un reconocimiento mayúsculo, como la dirección de fotografía de Neus Ollé. Si fuera por mí, se llevaba premios, ya.

Es una película que se te queda incrustada en el cerebro, te deja pensando horas y horas, notas una especie de entumecimiento físico, de la tensión de una experiencia única. Blasco sabe dibujar escenas con esmero y sabe coreografiar la rabia (la furia, nunca mejor dicho) de una experiencia vivida de cerca por la gran mayoría de las mujeres de su (nuestra) generación. Sabe construir el contexto, el conflicto que genera, el acompañamiento invisible (como el de una madre que, sin decir nada, sabe cómo actuar) al del más nocivo, como el de un hermano que quiere ser más protagonista que el fallecido en un entierro. El miedo, el silencio, las evasivas a través del alcohol, el reencuentro con el sexo. Todo aparece en esa razia de talento de Blasco.

Sí, el tema tiene ya muchas representaciones en el mundo del cine. Sí, se puede profundizar mucho más, encontrarle las aristas que queramos, reconfigurar la perspectiva desde cualquier cara. De acuerdo. Si por encontrar, podríamos encontrar detalles negativos en cualquier película. Pero Gemma Blasco me ha dejado sin palabras. Y Àngela Cervantes merece un premio de aquellos que marcan una carrera. Quizás, el Goya, a la tercera vaya la vencida.
7
5 de abril de 2025 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La precisión, cuasi quirúrgica, con la que la directora Gemma Blasco va desgranando todas las vicisitudes sociales, personales, internas y familiares por los que pasa su protagonista son de una exquisita delicadez, a pesar de la parafernalia y hosca personalidad que muchos de los protagonistas muestran.

El guion está armado con exactitud milimétrica, con una concreción al detalle que juega con el espectador a formar el rompecabezas final que sin casi darnos cuenta fue diseminando con detalles implacables y directos.

No nos coge por sorpresa la trama, pero si la elegante y pulcra forma de rodar de Gemma, que el momento más determinante e impactante (por no decir desagradable) de la película está intencionadamente oculto a los ojos del espectador. Pero sus consecuencias son mostradas con un juego del tempo que se cruza y baila ante nosotros recreando el mito de una Medea eterna, que cíclicamente nos recuerda que los oprobios siguen al orden del día, tanto en una aceptación personal e íntima, como a una escala superior, social y dominante. No podemos escapar al fatum, al sino de la desgracia, nos repite susurrante el coro griego que todo lo ve.

Interpretaciones llenas de carácter, sentimiento, sensibilidad y afecto, que no solo son mostradas en la vehemencia de ciertos puntos de la historia, también en esa incomunicación imperante, a pesar de la cercanía que muchos personajes muestran, porque explicita que el viaje interior de aceptación muchas veces se ve alterado por factores externos, y no solo los enemigos... Unos vaivenes emocionales que explotan en la cara del espectador, que sutilmente van modificando actitudes y aptitudes relacionales. Una enciclopedia de desencuentros tamizada por el trauma y el dolor.

La escenografía, los vaivenes temporales, la determinación del sonido diegético y el juego referencial en la mezcla culturalmente dispar se me antojan puntos fuertes de una historia llena de matices y mensajes dolorosamente ocultos a muchas sensibilidades. No basta con aceptar, hay que entender y comprender para respetar.
7
28 de marzo de 2025
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante, gracia sobre todo a la forma en la que está filmada.

Tiene más valor, si cabe, al ser el segundo largometraje de su joven realizadora.

Muy dura, muestra las consecuencias de una violación y su repercusión, tanto en la agredida como en su más íntimo y directo entorno.

Todo se muestra de forma inquietante, con desazón y agresividad continuas, tanto implícita como explícitamente.

Técnicamente excelente, con estupendo montaje, soberbia fotografía, con esos tonos rojizos y escenas fuertes relacionadas con animales muertos.

De nuevo Ángela Cervantes está maravillosa,mostrando su dolor y rabia, componiendo magníficamente un personaje herido, lleno de ira, que no sabe cómo canalizar su profunda rabia, encontrándolo en el teatro.

Film que en el reciente festival de cine de Málaga no dejó a nadie indiferente, dejando un poso amargo y desalentador.

https://filmsencajatonta2.blogspot.com/
6
28 de marzo de 2025
1 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy pertinente la denuncia de la culpabilización que sienten muchas mujeres víctimas de violaciones. El trauma lleva a un silencio que no se cura fácilmente. La protagonista, que es actriz, encuentra en la representación de «Medea» una oportunidad de superar la situación. Creo que hay material valioso en esta historia —narrada desde el punto de vista de la chica— y el tema subyacente, pero el guion ofrece altibajos, redundancias (papel del hermano frente a la ausencia del novio) y digresiones que no siempre funcionan (desuello de jabalí) y que le restan fuerza. Tampoco ayuda la elección de la protagonista, con escaso carisma. En todo caso, una obra interesante.
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