El hombre que no quería ser santo
1962 

6.9
197
Drama. Comedia
Italia, siglo XVII. Giuseppe Diesa, un joven campesino que padece trastornos mentales, ingresa en el monasterio de Martina (Apulia). Su conducta suscita, al principio, la desconfianza de compañeros y superiores hasta que ciertos fenómenos milagrosos convencen a todos de que es un santo. Filme basado en la vida de Fray José de Copertino. (FILMAFFINITY)
1 de julio de 2024
1 de julio de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ambientada en la Italia del siglo XVII, cuenta cómo un joven torpe y chapucero, José de Cupertino (Maximilian Schell, quien lo consideró su film favorito) alcanza la santidad. Nació hijo de Felice Desa (Arnoldo Foà) y Frencesca Panara (Lea Padovani) en el pueblo de Cupertino, en la Región de Apulia, entonces en el Reino de Nápoles. Sin embargo, habiendo muerto su padre antes de su nacimiento, la casa familiar fue confiscada para saldar las grandes deudas que le quedaban y su madre se vio obligada a darlo a luz en un establo. Años más tarde, José es presionado para entrar en un monasterio, gracias a un amable obispo (Akim Tamiroff), y es recogido por los monjes (Ricardo Montalbán, Harold Goldblatt, Carlo Croccolo...). El joven sencillo y honesto persigue el sacerdocio pleno y lo hace, por eso sorprende a todos al aprobar el examen de ingreso para estudiar el sacerdocio, y por lo que ingresa a la orden franciscana. Más tarde, José entra en éxtasis en algunas escenas conmovedoras, luego realiza un milagro, pero esta es solo la primera de muchas sorpresas del hombre que se convertiría en San José de Cupertino. ¡La película que lo tiene todo! ... ¡además de la sorpresa de tu vida!
Esta es una historia perceptible y emotiva, llena de alegría, toques de humor y mensajes agradables. Al mismo tiempo, la cinta nos ofrece un atractivo panorama sobre la vida del monasterio, su religiosidad y bondad; además, en la existencia monástica suceden la oración ordinaria, el sacrificio, el trabajo, el compañerismo y otras diversas situaciones monacales. Allí, un joven sencillo, considerado por muchos del lugar de origen como el tonto del pueblo, lleva a cabo una serie de actos sagrados que finalmente le aseguran la santidad. Su perfecto desarrollo reside en unos magníficos personajes encarnados por el protagonista Maximilian Schell, quien ofrece una actuación muy simpática, aunque a veces con exagerada sobreactuación. Maximilian Schell emprendió este film poco después de ganar el Oscar al Mejor Actor por su papel de un abogado alemán en Vencedores o vencidos (1961). Más tarde diría que a pesar de ganar el Oscar por la anterior, hizo tres mejores interpretaciones: ¨Child of Our Time¨ (1959), en un Hamlet alemán: ¨Prinz von Dänemark¨ (1960) y en ¨El hombre que no quería ser santo¨ (1962)" . Siendo acompañado por los bondadosos sacerdotes, bien interpretados por Ricardo Montalbán, Akim Tamiroff, Harold Goldblatt, Carlo Croccolo, Giacomo Rossi Stuart, entre otros. Esta desconocida y oscura cinta que no tuvo éxito en taquilla fue bien escrita/producida/dirigida por Edward Dmytryk quién escribió en su autobiografía que fue "una de mis películas favoritas y mi mayor fracaso". En mi opinión esta es una de las mejores películas religiosas que salieron de Europa en la década de los 60 junto con ¨Marcelino pan y vino¨. El film que fue filmado en Roma y Lazio, Italia, tocará los corazones de numerosos espectadores. Calificación: 7/10. Por encima del promedio ordinario.
Esta es una historia perceptible y emotiva, llena de alegría, toques de humor y mensajes agradables. Al mismo tiempo, la cinta nos ofrece un atractivo panorama sobre la vida del monasterio, su religiosidad y bondad; además, en la existencia monástica suceden la oración ordinaria, el sacrificio, el trabajo, el compañerismo y otras diversas situaciones monacales. Allí, un joven sencillo, considerado por muchos del lugar de origen como el tonto del pueblo, lleva a cabo una serie de actos sagrados que finalmente le aseguran la santidad. Su perfecto desarrollo reside en unos magníficos personajes encarnados por el protagonista Maximilian Schell, quien ofrece una actuación muy simpática, aunque a veces con exagerada sobreactuación. Maximilian Schell emprendió este film poco después de ganar el Oscar al Mejor Actor por su papel de un abogado alemán en Vencedores o vencidos (1961). Más tarde diría que a pesar de ganar el Oscar por la anterior, hizo tres mejores interpretaciones: ¨Child of Our Time¨ (1959), en un Hamlet alemán: ¨Prinz von Dänemark¨ (1960) y en ¨El hombre que no quería ser santo¨ (1962)" . Siendo acompañado por los bondadosos sacerdotes, bien interpretados por Ricardo Montalbán, Akim Tamiroff, Harold Goldblatt, Carlo Croccolo, Giacomo Rossi Stuart, entre otros. Esta desconocida y oscura cinta que no tuvo éxito en taquilla fue bien escrita/producida/dirigida por Edward Dmytryk quién escribió en su autobiografía que fue "una de mis películas favoritas y mi mayor fracaso". En mi opinión esta es una de las mejores películas religiosas que salieron de Europa en la década de los 60 junto con ¨Marcelino pan y vino¨. El film que fue filmado en Roma y Lazio, Italia, tocará los corazones de numerosos espectadores. Calificación: 7/10. Por encima del promedio ordinario.
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spoiler:
Añadiendo más detalles biográficos a los ya explicados en la película: José de Cupertino (1603 -1663) fue un fraile franciscano conventual italiano que es honrado como místico y santo cristiano. Según los relatos franciscanos tradicionales, era "notablemente tonto", pero experimentó levitaciones milagrosas y visiones de éxtasis a lo largo de su vida que lo convirtieron en objeto de desprecio. Postuló a los frailes franciscanos conventuales, pero fue rechazado por su falta de educación. Luego les suplicó que sirvieran en sus establos. Después de varios años de trabajar allí, impresionó tanto a los frailes con la devoción y sencillez de su vida que fue admitido en su Orden, destinado a convertirse en sacerdote católico, en 1625. José comenzó a experimentar visiones de éxtasis cuando era niño, que continuarían durante toda su vida y lo convirtieron en objeto de desprecio. Su vida no se vio favorecida por sus frecuentes arrebatos de ira. Pronto su tío lo puso como aprendiz de zapatero. Sintiéndose atraído por la vida religiosa, en 1620 se postuló a los frailes franciscanos conventuales, pero fue rechazado por su falta de educación. Luego se dirigió a los frailes capuchinos en Martino, cerca de Taranto, quienes lo aceptaron en 1620 como hermano lego, pero fue despedido porque sus continuos éxtasis lo hacían inadecuado para los deberes que se le exigían. Después de que José volvió a ser objeto del desprecio de su familia, suplicó a los frailes conventuales cerca de Cupertino que le permitieran servir en sus establos. Después de varios años de trabajo allí, impresionó tanto a los frailes con la devoción y sencillez de su vida que fue admitido en su Orden, destinado a convertirse en sacerdote católico, en 1625. Fue ordenado sacerdote el 28 de marzo de 1628. Luego fue enviado al convento de Santa Maria della Grotella, en las afueras de Cupertino, donde pasó los siguientes 15 años. Después de este punto, las ocasiones de éxtasis en la vida de José comenzaron a multiplicarse. Se afirmó que comenzó a levitar mientras participaba en la Misa o se unía a la comunidad para el Oficio Divino, ganando así una amplia reputación de santidad entre la gente de la región y más allá. Sin embargo, sus superiores religiosos y las autoridades eclesiásticas lo consideraron perturbador y, finalmente, fue confinado en una pequeña celda y se le prohibió participar en cualquier reunión pública de la comunidad. Como se creía ampliamente que el fenómeno de volar o levitar estaba relacionado con la brujería, José fue denunciado ante la Inquisición. Por orden suya, fue trasladado de un convento franciscano de la región a otro para observación, primero a Asís (1639-1653) y finalmente a Fossombrone, donde vivió con los frailes capuchinos y bajo su supervisión (1653-1657). Practicó un severo ascetismo durante toda su vida, por lo general comiendo alimentos sólidos sólo dos veces por semana y añadiendo polvos amargos a sus comidas. Pasó 35 años de su vida siguiendo este régimen. Finalmente, a José se le permitió regresar a una comunidad conventual.
17 de agosto de 2022
17 de agosto de 2022
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me ha evocado momentos de la infancia, en concreto las adustas Semanas Santas del nacionalcatolicismo en las que la televisión pública, la única existente, entre oficios sacros y procesiones, emitía películas de contenido religioso o protagonizadas por religiosos. Así descubrí a Dreyer y a Bergman. Y, tras aquello, me iba a la cama traspuesto. Esta película que nos ocupa, con su humor de sacristía, sería más apropiada para una emisión vespertina, para entretener a los niños.
Pero los niños, yo en concreto, ya veníamos un poco saturados. Entre el colegio de curas y la catequesis de los domingos, que la religión también se colase en los momentos de esparcimiento ya era demasiado invasivo. Y como soy alérgico a los trágalas, creo que para cuando me tocó hacer la primera comunión ya había perdido la fe religiosa, si es que alguna vez la tuve. Fue el primero del largo proceso de descreimientos que ha sido mi vida.
Giusepe es un chaval con buen fondo, pero de alcances algo limitados. Le cuesta aprender y eso parece un obstáculo insalvable para hacer carrera en al ámbito eclesiástico, a pesar del empeño y de los enchufes de su madre. Él es consciente de sus limitaciones y lo manifiesta con sencillez y humildad. Sabe que jamás podrá desarrollar las abstrusas elucubraciones teológicas para explicar lo inexplicable, las verdades de la fe, que otros compañeros suyos dominan. Le basta con su fe para que Dios obre milagros en él.
Pero, para mí, la fe no es precisamente el más apreciable de los atributos que nos hacen humanos. Fe es creer en lo que no se puede ver o comprobar, creer contra toda lógica y razón. Y los seres humanos, juntos o por separado, son capaces de creer en las cosas más absurdas y desatinadas. Pero lo peor no son los catecismos llenos de dogmas inapelables, sino la beatería y la intransigencia de aquellos que se empeñan en imponértelos, sean del signo que sean. Y con los años he descubierto que cambian los catecismos, pero que la naturaleza humana es inalterable y lo que sigue subsistiendo es la beatería, la intransigencia y el afán de imponer verdades absolutas para someter las conciencias de los demás.
La película, a pesar de lo justo de la producción, está realizada con gran profesionalidad en todos sus aspectos, pero hace tiempo que no compro la mercancía que me quiere vender. Las creencias, los prejuicios, la fe, sustituyen al pensamiento en las mentes sencillas, por no decir simples. Y hacen imposible el razonamiento. ¡Qué miedo!
Pero los niños, yo en concreto, ya veníamos un poco saturados. Entre el colegio de curas y la catequesis de los domingos, que la religión también se colase en los momentos de esparcimiento ya era demasiado invasivo. Y como soy alérgico a los trágalas, creo que para cuando me tocó hacer la primera comunión ya había perdido la fe religiosa, si es que alguna vez la tuve. Fue el primero del largo proceso de descreimientos que ha sido mi vida.
Giusepe es un chaval con buen fondo, pero de alcances algo limitados. Le cuesta aprender y eso parece un obstáculo insalvable para hacer carrera en al ámbito eclesiástico, a pesar del empeño y de los enchufes de su madre. Él es consciente de sus limitaciones y lo manifiesta con sencillez y humildad. Sabe que jamás podrá desarrollar las abstrusas elucubraciones teológicas para explicar lo inexplicable, las verdades de la fe, que otros compañeros suyos dominan. Le basta con su fe para que Dios obre milagros en él.
Pero, para mí, la fe no es precisamente el más apreciable de los atributos que nos hacen humanos. Fe es creer en lo que no se puede ver o comprobar, creer contra toda lógica y razón. Y los seres humanos, juntos o por separado, son capaces de creer en las cosas más absurdas y desatinadas. Pero lo peor no son los catecismos llenos de dogmas inapelables, sino la beatería y la intransigencia de aquellos que se empeñan en imponértelos, sean del signo que sean. Y con los años he descubierto que cambian los catecismos, pero que la naturaleza humana es inalterable y lo que sigue subsistiendo es la beatería, la intransigencia y el afán de imponer verdades absolutas para someter las conciencias de los demás.
La película, a pesar de lo justo de la producción, está realizada con gran profesionalidad en todos sus aspectos, pero hace tiempo que no compro la mercancía que me quiere vender. Las creencias, los prejuicios, la fe, sustituyen al pensamiento en las mentes sencillas, por no decir simples. Y hacen imposible el razonamiento. ¡Qué miedo!
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