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Minari

Drama David, un niño coreano-americano de 7 años, ve cómo a mediados de los años 80 su vida cambia, de la noche a la mañana, cuando su padre decide mudarse junto a toda su familia a una zona rural de Arkansas para abrir allí una granja, con el propósito de lograr alcanzar el sueño americano. (FILMAFFINITY)
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Críticas 67
Críticas ordenadas por utilidad
8 de enero de 2021
25 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama familiar repleto de metáforas y subrayados, Minari (apio de agua, en coreano) es una de esas películas intimistas que cada año nos llega desde el festival de Sundance. Solo que en este caso, la historia es tan decididamente personal que corre el riesgo de no conectar con todos los públicos por igual. Relato autobiográfico escrito y dirigido por el interesante realizador Lee Isaac Chung, su tono intimista se apoya en una narración lenta, pausada, en ocasiones reiterativa en su planteamiento fílmico y con múltiples guiños al cine de Terrence Malick. Algo que en sí mismo no es ni bueno, ni malo, pero que infunde al producto final una pretendida y altisonante trascendencia. Los innegables méritos técnicos del filme, junto a la acertada selección del elenco, no consiguen minimizar los múltiples escollos a los que se enfrenta Chung en el intento de recrear su infancia junto a sus padres, su hermana y su abuela materna en la inhóspita Arkansas y convertir este relato rural en universal (más allá de que pueda serlo para la comunidad asiática).

Quizá el defecto más palpable sea la marcada carga machista que impregna la obra y que en ningún momento se enjuicia, más bien al contrario. Prueba de ello es la discutida decisión del realizador y guionista de invisiblizar la presencia de su propia hermana en el filme. Ambientada a principios de los años 80 en el medio oeste norteamericano, la historia del joven David es en realidad el negativo del sueño americano para millones de inmigrantes que creyeron ver en los Estados Unidos la tan cacareada tierra de las oportunidades. Esa dicotomía, simbolizada por la lucha de ambos progrenitores (Jacob y Monica) en pantalla, pretende ser asimismo un fiel reflejo de las dificultades que aguardaban a los esperanzados extranjeros en pos de una vida mejor. El compromiso de Chung con su narración le lleva a priorizar el uso del coreano frente al inglés como lengua vehicular de su propuesta. Del mismo modo que el título mismo del filme es fiel reflejo del intento del cineasta por reafirmarse en el relato identitario y defender sus raíces.

Las interpretaciones de la pareja protagonista, que conforman Steven Yeun y Yeri Han, junto con la abuela Soonja (Youn Yuh-jung) se encuentran entre lo mejor de una película cuya mayor baza reside en su impecable factura técnica. Las tribulaciones de la pareja de sexadores de pollos para sacar adelante a sus dos hijos pequeños y los esforzados intentos del padre por ‘triunfar en la vida’, al más puro estilo americano, sin renegar de sus raíces surcoreanas centran el grueso de las casi dos horas de película. Un filme que transita por los muy trillados derroteros del drama social, con ligeras pinceladas cómicas a cargo de la abuela y su relación con el pequeño David. Por desgracia, la resolución del último acto fílmico es harto previsible y el conjunto aguanta con dignidad gracias a la cautivadora fotografía de Lachlan Milne (Hunt for the Wilderpeople, Stranger Things) así como al acertado score que firma Emile Mosseri (The Last Black Man in San Francisco, Kajillionaire). La película pasó sin pena ni gloria por la 65 edición de la Seminci vallisoletana pese a haberse alzado con los premios a Mejor Película y Premio del Público en Sundance.
mantaypeli
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30 de enero de 2021
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película independiente, ganadora de muchos premios en certámenes cinematográficos, entre los que se encuentra el Festival de Sundance, donde ganó el galardón a mejor película.
Y es que es sencilla en apariencia pero tiene muchos elementos de calidad, desde la eficaz puesta en escena o/las estimables interpretaciones, entre las que destaca la realizada por una soberbia Youn Yuh-jung, ganadora de numerosos premios y desde ya una de las favoritas a las nominaciones a los Óscars venideros.
Muestra la cinta, gracias a un excelente guión del propio realizador, los intentos de una familia de inmigrantes coreanos por conseguir el sueño americano. Tener una tierra productiva propia y vivir de ella, alejada de las grandes ciudades y llevando una vida tranquila, sin jefes, dependiendo de ellos mismos. Esto chocará contra las propias ideas de la esposa del protagonista, que no ve nada claro el futuro para la familia en esa situación.
Buenos diálogos, la mayoría en coreano, buen ritmo a lo largo de su extenso metraje, que hace que nunca se pierda el interés, siendo en todo momento entretenida.
Los niños, fenomenales en sus actuaciones y para mi gusto, excelente la banda sonora de Emile Mosseri, en todo momento tenue, cálida, acompañando sin molestar a la historia, preciosa pero casi imperceptible, como un susurro.
Un filme que merece la pena por su sensibilidad y encanto, sin dejar de lado el dolor, la enfermedad y sl sufrimiento, que puede que sea modesta en cuanto a ambición, pero que consigue por eso mismo gustar mucho y convencer plenamente.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Baraka1958
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14 de enero de 2021
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El carácter autobiográfico de la nueva película del director norteamericano Lee Isaac Chung, de título 'Minari. Historia de mi familia', le aporta un toque íntimo y entrañable que permea la puesta en escena. Se ve reflejado en un niño de corta edad (Alan S. Kim) que junto a su familia de origen coreano (padre, madre, hermana y abuela materna) va a trasladar su residencia de California a la Arkansas rural. Un lugar apartado, lejos de la gran urbe. Van a vivir en una casa prefabricada en medio de la nada, desde la que este niño contemplará la aventura, los sin sabores y exigencias del sueño americano.

Su padre (Steven Yeun) y su madre (Han Ye-ri) trabajan en una granja de pollos. Se pasan las horas seleccionando a los polluelos, machos a un lado y hembras a otro. Un desempeño monótono, aburrido, y duro que no cubre las expectativas del cabeza de familia. Aquí comienza a vislumbrarse el subtexto que empapa la cinta: la ambición por un futuro mejor y de qué forma administrar esos legítimos deseos.

Bajo una apariencia modesta y agarrándose a la sencillez, 'Minari. Historia de mi familia' transmite mucho con poco. Adquiriendo un trasfondo de gran calado. El conservadurismo de la madre, reflejado en un comportamiento que huye del riesgo, se contrapone a los anhelos de su esposo. Matándose a trabajar quiere convertir una zona improductiva en una granja que les permita vivir con desahogo. Vender sus propios productos agrícolas, hacer fortuna, ser dueño de su trabajo, alcanzar el éxito.

¿Cómo se mide ese concepto tan subjetivo llamado éxito?. ¿Qué sacrificios merece la pena imponer?. ¿Dónde están sus fronteras?. La complejidad de estos interrogantes, con tantas derivaciones y dimensiones, van a socavar la relación de pareja hasta los cimientos. Chung compone una historia llena de emotividad, con una última escena contemplando crecer el minari, planta de origen asiático, que aquí adquiere un toque melancólico realmente hermoso, muy humano.

Escrito por Juan Pablo Martínez Corchano para https://rockandfilms.es
Juan Pablo
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12 de marzo de 2021
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta un poco engorroso describir qué hace exactamente de Minari una película agradable. Y sin duda, es un punto a su favor. Suele ocurrir con los trabajos que cautivan sin pecar de pretenciosos, que no intentan recordarnos en cada plano que existe alguien detrás de la cámara. Son trabajos, en fin, que nos llevan a la abstracción mediante un conjunto de formas tan homogéneas como sutiles. De ahí que identificar sus virtudes pueda parecer, inicialmente, algo difícil. Sin embargo, el misterio se esclarece tan pronto como entendemos que sus puntos fuertes responden más a una suerte de pulsiones abstractas y sensoriales que a cualquier aspecto técnico.

En el caso que nos ocupa, ello emana de la propia naturaleza (nunca mejor dicho) de la cinta. Estamos ante la historia de una familia coreana resuelta a reiniciar su vida en la Norteamérica de los años 80. El (autoproclamado) patriarca del clan tiene como objetivo servirse de la venta de alimentos vegetales como único sustento familiar, y para ello se ha convertido en propietario de un extenso terreno verde donde ha debido trasladarse toda la familia… servida de una precaria furgoneta como única vivienda. De ahí mi apunte inicial: los contratiempos y la naturaleza (aspectos, pues, abstractos y sensoriales) tienen una importante presencia. Pero eso no es todo.

Pensemos, por ejemplo, en los personajes. No experimentan ninguna gran evolución. Tampoco están construidos de forma ejemplar. Ni siquiera sus diálogos desprenden brillantez. Sin embargo, todos son interesantes, entrañables, contradictorios y, sobre todo, creíbles. Cada uno se gana la estima del público minuto a minuto: el guionista no hace ningún esfuerzo para que resulten simpáticos. Casi parece que todo el éxito se debe a un trabajo de contención gracias al cual las cosas fluyen por sí solas. Algo que también podemos ver en la planificación (nunca exhibicionista) y en los actores (igualmente contenidos, incluso en las secuencias más enfáticas).

Y es que lo mismo ocurre en el campo formal. Como entredijimos, Lee Isaac Chung (director y guionista de la cinta) rehúsa lo llamativo, pero se permite ciertos manierismos cuando la secuencia lo requiere. En este sentido, su trabajo es un buen ejemplo de alternancia entre esteticismo y formalismo: tan fácilmente nos presenta secuencias compuestas enteramente por planos fijos como nos deleita con un elegante movimiento de cámara. Pero todo ello (incluida dicha combinación) pasa por el filtro de la sutileza. Ni siquiera las composiciones de planos fijos pecan de reiteración, puesto que la acción del relato en ningún momento se detiene (como tampoco se precipita).

Seguramente gracias a ello Minari logra erigirse como una experiencia de formas ligeras pero de contenido sólido. Que emociona moderadamente sin caer en lo lacrimógeno y que, sin deslumbrar, se visiona con agrado. Todo ello nos retrotrae a lo dicho: no se trata de un trabajo en el que luzcan inmensos hitos técnicos, sino de una experiencia que cautiva por su carácter distendido y humilde. Es decir, por cuestiones más bien abstractas y sensoriales. En resumen, estamos ante una película de logros modestos que se descubre con placer y que, a pesar de no dejar un poso impresionante, sí se recuerda con una sonrisa.
Martí
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19 de octubre de 2021
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coreanos haciendo las américas en un pueblo de la América profunda con dos niños muy monos y una súper agüela que finalmente no es tan súper, ni tampoco los papás son tan coreanos, aunque los niños sí que son monos hasta el final. Fin.

Vale que el niño se llame David, igual nació ya en California, pero que la madre se llame Mónica no me cuadra nada. Serán cosas del doblaje.

Entre pollo y pollo me pareció ver a Flash. Alucinación clara, pues aunque era invencible no creo que fuese inmortal. De serlo, me habría venido a ver seguro.

Un poquitín de atención al corazón del niño, una escena corta de la abuela soltando tacos, un par de ligeritas discusiones matrimoniales, tres mini idas de olla de un paleto y un mini fuego sin grandes daños ni civiles ni materiales. Como que el guión no se mete de lleno en nada. No hay humor, tampoco mucho drama, casi todo está bien hecho, pero ni empatizas ni te desesperas.
No sé si he visto una peli o he dado una agradable vuelta a la manzana.
Sines Crúpulos
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