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Arthur y la guerra de los dos mundosAnimación

Animación. Fantástico. Aventuras Tercera y última entrega de la trilogía de Arthur y los Minimoys. Maltazard ha conseguido infiltrarse en el mundo de los hombres. Su objetivo es reclutar un ejército de gigantescos secuaces y dominar el universo. Arthur es quizá el único capaz de frustrar sus planes, pero primero tendrá que volver a su habitación y recuperar su tamaño normal. Aunque sigue atrapado en un diminuto cuerpo de Minimoy, contará con la ayuda de Selenia y ... [+]
Críticas 7
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5
6 de julio de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las franquicias más atípicas y desconcertantes es la trilogía de Arthur y sus Minimoys, a la que me cuesta encontrar una cohesión más allá de la superficial y evidente. Quizá el problema está ahí, en considerar trilogía lo que realmente es un díptico en el que la segunda parte ha sido fragmentada en dos películas (algo bastante habitual hoy en día, pero que en aquel momento supuso una pequeña revolución a la que se terminarían sumando muchas sagas juveniles). Y es que, además, la primera entrega - “Arthur y los Minimoys” - era una película que podríamos considerar autocontenido, con una introducción muy detallista, un desarrollo espectacular y un final cerrado, por lo que su secuela (o secuelas) no son necesarias desde un punto de vista argumental para atar cabos o cerrar tramas: más bien crean sus propias tramas ambientadas en el universo preexistente para dar al asunto una continuidad meramente comercial. Hasta cierto punto, las producciones son un reflejo de su director y creador, Luc Besson, tan creativo e innovador a la hora de dar vida a unas aventuras siempre electrizantes como algo anárquico y dado a la improvisación a la hora de reabrir sus éxitos para exprimirlos con nuevas entregas.

“Arthur 3: La guerra de los mundos” es trepidante en el sentido alocado del término, un continuo no parar de bichos de animación y monstruos con disfraces de látex recorriendo la campiña y revolucionando la vida de apacibles granjeros con el que es imposible aburrirse. Como un experto malabarista en la pista central, Besson consigue hacer avanzar la producción a base de lanzar al aire una trama detrás de otra y mantenerlas siempre en movimiento sin que toquen el suelo a base de chistes infantiles y peleas de escasa violencia. Se la juega todo a que el espectador no piense en a dónde le conduce tanta vorágine y, simplemente, se deje llevar por el humor, el colorido y los porrazos. Y, para ser sinceros, lo consigue. “Arthur 3: La guerra de los mundos” entretiene y lo normal es que deje a todos contentos… siempre que no se haga una serie de preguntas elementales.

Para empezar, efectivamente, las entregas dos y tres de Arthur son totalmente innecesarias. Por un lado suponen un cambio de registro respecto a la exitosa y primigenia “Arthur y los Minimoys” cambiando la mesura y contención en unos efectos especiales que se limitaban a potenciar la elegancia y el acierto de su diseño conceptual por más y más CGI, más y más extras con disfraces. Y sí, los disfraces están muy elaborados, pero infantilizan la película y hacen que envejezca mal. Había acertado Besson reduciéndolos al mínimo en la primera entrega. Por otro lado, que “Arthur y los Minimoys” redujese su acción a una simple finca y un extraordinario minimundo subterráneo, confinaba toda la fantasía a un espacio geográfico reducido en el que todo resultaba fácil de asimilar, además de que le hacía la vida más sencilla a su ingenioso guion a la hora de encajar sus numerosas piezas y ofrecer una especie de mezcla de Jumanji, hadas e Indiana Jones que, inexplicablemente, no resultaba estrafalario.

Sus secuelas sacaron la acción a la superficie, los miniprotagonistas digitales se hicieron maxipersonajes carnavalescos y expandieron la trama a todo un condado, siguiendo la estrategia de «puestos a perder frescura, compensémoslo con más madera». Quizá el problema fue que la entrega original había dejado demasiado buen sabor de boca y las nuevas películas no cumplieron expectativas. O que trataron de abarcar demasiado. O que el conjunto se hacía demasiado largo. Pero la cosa es que, para mí, no funcionaron. “Arthur y la Venganza de Malthazar” se hizo eterna, la típica segunda parte abriendo y abriendo tramas para dejarlas colgando en un cliffhanger que sería anticlimático si hubiese conseguido despertar algo de interés. “Arthur 3: La guerra de los mundos” tiene el aliciente de que poco a poco hay desenlaces, lo que siempre está bien, aunque se resuelvan de manera algo confusa, bastante repetitiva, muy precipitada y se trate de temas que no llegaron a emocionarnos.

Posiblemente guste a los niños que, al fin y al cabo, tienen más paciencia que yo para estas cosas y mientras haya bichos y peleas todo les va bien. Pero a mi no me aporta nada más que enfangar el buen recuerdo de la obra inicial. El caso es que se aprecian buenas intenciones (no sólo recaudatorias) de tener algo que contar y querer compartirlo, pero no parece que el resultado final esté a la altura de lo que los propios autores parecían tener en mente.
3
20 de octubre de 2020 Sé el primero en valorar esta crítica
La tercera entrega de la trilogía de Besson pretendía levantar todo la emoción que se perdido completamente gracias a una segunda parte muy pobre donde somos arrastrados a un cliffhanger escandalosamente engañoso. Si había algo que me gustaba mucho de la primera película era el misterio, ¿Cómo eran los minimoys? ¿Quién es Maltazard? ¿Dónde está el abuelo? ¿Cómo te convertís en minimoy? Todas preguntas que eran muy interesantes para mí, eran el sostén bajo el cual la cinta conseguía engancharme.
En cambio en esta tercera parte, se nota la intención del director de hacer algo sumamente infantil, descerebrado y fantasioso; pasamos de tener un Arthur con convicción por salvar su casa, a un Arthur muy infantil y con un espíritu de aventura casual, a lo que me refiero con esto último es que su personaje ya no encuentra las dificultades como algo grave, ahora soluciona todo de manera circunstancial, se sienten muy forzadas las situaciones en las que nos envuelve el film, donde Arthur soluciona todo gracias a cosas que aparecen de la nada y sin que nada de eso se hubiese explicado o visto anteriormente.
Por si fuera poco, el film recicla situaciones de las dos entregas anteriores y hasta nos muestra flashbacks completamente innecesarios con el propósito tan simple de recordarnos qué pasó, lo cual es molesto y nos tome el pelo.
Y ese es el principal problema del film, juzga la inteligencia del público, pone chistes fáciles de entender para rellenar una trama sin sentido, fuerza batallas y escenas de acción para mantener al espectador, aunque sea, despierto, pone personajes a quienes mete en situaciones que parecen ser interesantes o emocionantes con el objeto de todo avance rápido y, ya está, terminamos la trilogía. Luc Besson fracasa en hacer una tercera parte que llegue a cautivarnos o aunque emocionarnos como pasó con "León: El Profesional" o la primera entrega de esta saga.
Lo bueno y lo rescatable de la película según yo es Maltazard, pues si bien hay situaciones extremadamente forzadas y muy ridículas para su personaje, tiene un encanto personal que resulta entretenido y mantiene algo de emoción, aunque sea del tamaño de un grano de mostaza.
Por otro lado, la animación no es la mejor, como comento desde la primera película, pero considero que aquí consiguieron efectos interesantes como el del agua o el del crecimiento de los personajes, (me refiero a nivel físico).

En definitivo: Una conclusión que pretende más ser comedia y satisfacer a todo el mundo, que arriesgarse a hacer algo nuevo y más oscuro, además de juzgar nuestra inteligencia con un montón de relleno y de ridiculizar a actores de la talla de Mia Farrow.

Calificación: 3.2/10
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Además, el humor es ultra infantil y ridículo en muchos sentidos, ejemplos: el disfraz de Maltazard, las actitudes demasiado ridículas y de chiste de pastelazo de los padres de Arthur, los personajes secundarios como el rey, quien no hace absolutamente nada para salvar a su reino ni tampoco le importan un comino sus hijos.
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