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El escudo negro

Aventuras. Romance Inglaterra, reinado de Enrique IV (1399-1413). Después de una larga cacería, Sir Robert llega a la posada del joven Myles y su hermana Meg. Allí su despotismo provoca una gran pelea. A raíz de ello, Myles y su hermana se ven obligados a huir, pero son perseguidos por los hombres de Sir Robert. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
14 de mayo de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la Inglaterra del siglo XV, durante el reinado de Henry IV (1399-1413), el hombre que mientras fuera, Henry de Lancaster, comandó la facción que se opusiera a su primo Richard II, tuvo que ser un día desterrado por éste. Pero Henry, enterado de que el rey había confiscado los bienes de su padre recién fallecido, reclutó un ejército, atacó Inglaterra y destronó a Richard II, para, por usurpación, ponerse él la corona en la cabeza. De inmediato, otros países del Reino Unido (Gales y Escocia), le armaron furrusca y con el abierto apoyo de Francia le hicieron una guerrera oposición que duraría poco más de un lustro. Además, su incompetencia en el manejo administrativo y fiscal, contribuirían a la gradual caída de la dinastía Lancaster.

La historia que cuenta, Howard Pyle, en su novela, “Men of Iron” (1891), es una mezcla de ficción-realidad: Ficción en la medida de que muy poco de lo que cuenta sucedió en realidad; y realidad en términos de que, todo lo que en ella sucede, ha ocurrido de una u otra manera en algún momento de las altas y bajas de las monarquías.

El guion, al ser puesto en manos de Oscar Brodney -experto en comedias ligeras, algunas de ellas bastante divertidas (“For love of Mary”, “Yes sir, that’s my baby”, “Harvey”…); y siendo el protagonista Tony Curtis, era predecible que se saldría del carácter solemne de tantas otras películas de época, y se convertiría en un juego sardónico y mordaz, donde las trapacerías de palacio se verían con buen humor y hasta poniéndole color a las manchadas caras de los “nobles”.

El héroe de turno, solamente conocido como Myles, es un campesino que, extrañamente, tiene en su poder un anillo que lo hará subir como a hijo de presidente de empresa, siendo una suerte de ceniciento, con princesa a bordo, que tendrá que demostrar que es todo un caballero (como lo conciben los ingleses)... y será, entonces, cuando merezca sus cálidos besos.

Matrimonios por conveniencia; conspiraciones para usurpar el poder; intrigas políticas y demás patrañas harto comunes entre las frías paredes de los castillos, tienen aquí un efectivo lugar, pero cuidando que nadie se sienta ofendido y hasta mostrando con simpatía a un rey al que la historia no ha dejado muy bien parado.

Janet Leigh y Barbara Rush, aportan las lindas caras a las que suelen tener derecho los herederos de palacio; y Herbert Marshall al igual que, Torin Thatcher, además de darnos sus habituales clases de actuación, pondrán el lado amable que hace llevadero el gris ambiente que otros promueven día tras día.

El director, de origen polaco, Rudolph Maté, ha cumplido con este primer Cinemascope de la Universal... y doy fe que nos ha brindado un entretenimiento bastante perdurable.

Y “que Dios defienda la razón”.

Título para Latinoamérica: <<EL ESCUDO NEGRO>>
Luis Guillermo Cardona
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12 de enero de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las cintas más desapercibidas de Tony Curtis, de aquellas en las que se enfundaba mayas y Janet Leigh se ponía vestidos medievales y jugaba una vez más a su papel de dulce princesita de cuento de hadas en el castillo, mientras los malos malísimos afilaban las picas de las lanzas y sus espadas para herir al héroe Curtis porque le tenían inquina.
Heredero de un linaje de nobleza que en la edad media lo era todo, Myles Falworth (Curtis) es entrenado entre un grupo de caballeros que le desprecian por considerarle plebeyo, y cuyo destino final será el inevitable enfrentamiento con el conde de Albani.
Lo malo de la película son las pocas sutilezas con las que cuenta, que con tal de hacer caer en gracia al personaje principal solo hace que tornarlo un patán como las continuas peleas,o el deseo exacerbado de hacer de él un héroe incomprendido. Por muchos años cincuenta que fueran, hay otras muchas cintas donde el protagonista sigue el camino del guerrero pero no aquí. Rudolph Maté no se complica la vida: todo tiene que acabar bien, todos los personajes principales emparejados y los estridentes sonidos de los platillos de la orquesta que compone la banda sonora sonando, mientras todo se va solucionado. Rodada sin más idea que la de hacer de su pareja estrella tanto en la vida real como en el celuloide una señal, ni los guionistas, ni la productora pensaron en construir una compleja historia, siquiera interesante. Todo se diluye por miedo a no quedar bien, tornando lo que era una buena historia en algo simplón y muy visto ya antes en otras películas.
Guión pobretón y carente de alma, pero que como un despertador automático cumple las expectativas cursis e inesperadas de su productora.
barbara12
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5 de octubre de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos, ante una fabulosa película de aventuras medievales, que aunque no es de las más afamadas, no es de las más épicas, ni deriva, su relato, de hechos históricos demasiado conocidos o de leyendas acrisoladas, sí es un largometraje verdaderamente entretenido, repleto de acción, de sentido del humor y en el que resplandece la pareja, Curtis-Leigh (matrimonio en el mundo real), pero, quien, verdaderamente brilla, en un papel que pareciese hecho para él (cómo instructor militar), es Torin Thatcher; uno de esos actores de rostro duro con aspecto de boxeador irlandés.

Nuevamente vemos una excelente realización a cargo del director austriaco, y no demasiado valorado, Rudolph Maté, por otro lado, un grandioso director de fotografía (con una gran filmografía cómo tal), algo, que se nota en toda su obra cómo realizador. Y en esta ocasión, lo hace de un modo portentoso, en todo su esplendor de tonos pasteles, bajo una cálida luz, deliciosamente primaveral.

La trama transcurre en Inglaterra, durante el reinado de Enrique IV, y en ella vemos la iniciación de un joven, en la Orden de la Caballería, para la que se prepara, cómo aprendiz de escudero, por su, en principio, falta de título nobiliario. Y mientras tanto, conocerá el amor, la amistad y la injusticia, pero a la vez los desafíos y la búsqueda de su pasado familiar…

Verdaderamente, es una de aquellas películas sumamente divertidas, de las que tanto disfruté siendo un zagal que, con espada de madera y gorro de papel, soñaba con galantes aventuras, mientras cabalgaba sobre su brava montura de tres ruedas… llamada triciclo. Sólo por ello, esta flamante aventura siempre me acompañará, siempre será deliciosa a mis ojos… Pero, aunque usted sea joven, aún, y no disponga de ningún arraigo sentimental hacia ella, se la recomiendo encarecidamente, pues cómo, obra cinematográfica, es bastante brillante.
Plácido Eldel Motocarro
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