Una villa en la Toscana no es un título que sorprenda a nadie: un padre y un hijo se han separado con el tiempo y son prácticamente dos extraños, que deben unirse por un mismo objetivo.

En primer lugar, el trabajo de casting fue un acierto total: Liam Neeson y su hijo (fuera y dentro de la pantalla) Micheál Richardson, protagonizan esta cinta. La química entre ellos es innegable y da credibilidad y firmeza a sus interpretaciones, así como a la misma trama. Por otro lado, la maravillosa Valeria Bilello aporta mucha frescura al relato con su talento y carisma, ganándose el cariño del público con su tierna historia, sus dotes culinarias y ese acento italiano tan poético. Aunque, lamentablemente, esto último se pierde en la versión doblada.

El ritmo escogido es maravilloso: no hay tiempo para aburrirse. En apenas diez minutos de metraje, la premisa y los personajes ya están introducidos y empieza la crónica como tal. Este pequeño detalle dota de gran dinamismo a la película (lo cual se agradece).

Como conjunto, es una propuesta sencilla, aunque emocionante. A través de la música, una Italia idealizada y una ficción afectuosa, se logra un producto que deja buen sabor de boca, a pesar de ser predecible y no aportar nada nuevo.

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Una humilde película donde podemos ver unos magníficos paisaje y mucha luz en la Toscana.
El film cuenta la historia entre un padre y un hijo que pierden a un familiar y el dolor que eso conlleva.
La elección de la pareja protagonista es muy acertada ya que tienen mucha química y con una sola mirada se lo dicen todo.
Micheal Richarson le veo potencial y puede llegar lejos.
De Neeson poco se puede decir, lo borda.
Me pasé un rato agradable y fresquito en el cine.
Pasable(6)
Besitos y saludos.

Una villa en la Toscana cuenta una historia sorprendentemente similar a la tragedia real que vivieron Liam Neeson, su hijo Michéal Richardson y el resto de su familia con la trágica muerte de su esposa y madre, la actriz Natasha Richardson, tras un inesperado accidente mientras esquiaba. Por extraño que suene, parece que fu exactamente esa similitud la que atrajo a padre e hijo al proyecto debut como director de James D'Arcy, como una forma de canalizar y sanar su propio dolor.
Porque de eso nos habla Una villa en la Toscana. Partiendo de la muy trillada base de un padre y un hijo que apenas se hablan y no tienen una relación muy normal ni muy cercana, pero que han de unirse tras una tragedia, D'Arcy reflexiona sobre el dolor y las diferentes formas de sanarlo, y cómo de una situación absolutamente trágica puede nacer algo positivo para este padre y este hijo. Y como tal, la cinta puede que no sea ninguna obra maestra del cine que vayamos a recordar para siempre, pero sí es un agradable visionado que además entretiene mucho. Aprovecha también muy bien el director la química absolutamente real entre Neeson y Richardson, que obviamente no tienen que esforzarse mucho para transmitir al espectador el cariño que se tienen. Richardson, en concreto, resulta una grata sorpresa, pues está encantador y se le ve madera para convertirse, con un poco de suerte, en un más que solvente galán. Miren si no su última escena con Valeria Bilello, y cómo combina humor y ternura.
En definitiva, una película simple, sencilla, pero bonita y agradable.

Lo mejor: Las interpretaciones de Liam Neeson y Michéal Richardson, y su indudable encanto.
Lo peor: Es lo que es, y su argumento está más visto que el tebeo.

Si no conociera la Toscana, esas colinas y sobre todo esos cipreses le habrÍa dado un cuatro o un tres, porque la trama es insulsa, previsible, incluso tonta.
Guión que promete algo pero que conforme avanza se hace más tópico.
Con algo así de base, la película no la salvan las interpretaciones, por lo demás muy planas de Liam Nelson y los demás.
Pero vuelvo al paisaje toscano. Es verdad que un buen documental bastaría para eso, pero, ya que ves una película insulsa, por lo menos disfrutar con la muy buena fotografía.

Considero que es una película pasable para una tarde de lluvia otoñal, como fue ayer. Pero nada más.

Lo mejor es la interpretación de Liam Neeson (aunque tampoco es de sus mejores películas), y algún tema musical, como la “Romanza” de Andrea Bocelli, que pone banda sonora con mucho acierto a una de las escenas finales.

Lo peor de la película es que en todo momento sabes cual va a ser el final. Demasiado predecible. Tampoco sorprenden la mayoría de giros de guion. Por eso, a veces resulta aburrida.

He echado de menos más paisajes de la bella Toscana y menos estereotipos que restan credibilidad a la historia de dolor y duelo que narra el filme.