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Eisenstein en Guanajuato

Drama Crónica sobre un periodo de la vida del director soviético Sergei Eisenstein, el que pasó en México, donde rodó, entre otros films, "¡Que viva México!". El director de “El Acorazado Potemkin” (1925) vivió más de un año (1931) allí para plasmar en celuloide su fascinación por el Día de Muertos y los ritos religiosos de la cultura popular mexicana. Sin embargo, la cinta quedó inconclusa, por lo que en 1979 Grigori Aleksandrov, a partir de ... [+]
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
4 de enero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sergei Eisenstein llegó a México a finales del año 1930, tras un periplo que lo llevó por Europa y Estados Unidos, llegó con la intención de filmar una película donde se detalle la cultura mexicana y se haga un recorrido histórico de su historia. Una odisea con múltiples problemas, con mucho metraje grabado pero que nunca pudo montar, este largometraje recrea los 10 días que estuvo en la ciudad de Guanajuato.

Valga aclarar, que esta es una versión completamente libre, imaginada y salida de la mente de Greenaway, quien además de dirigir, es el encargado del guion. De esta forma, se inicia con la llegada del protagonista (interpretado por el finés Elmer Bäck), quien empieza a conocer gente y la cultura mexicana, apoyado por Palomino Cañedo (Luis Alberti), su guía por la ciudad de Guanajuato.

Unos pocos segundos iniciales en blanco y negro que responden a la época en que está contextualizada, que sin embargo, pronto se rompe para mutar al color, parte de la modernidad que el director quiere mostrar, junto con el llamativo montaje, siendo este, sin duda lo más sobresaliente de esta obra.

El encargado de este aspecto es el holandés Elmer Leupen, habitual colaborador de Greenaway, quien ofrece una labor dinámica, movida e imaginativa. Gusta la vitalidad que le envuelve al relato y es concisa, en cuanto a lo chocante y rompe esquemas formales, como lo hizo Eisenstein durante su carrera cinematográfica, no es un montaje clásico al estilo D.W. Griffith, es más expresivo igual que el protagonista del film.

Ahora bien, lo que cuenta el realizador británico puede gustar en mayor o menor medida, construye al afamado personaje casi como una caricatura, que se encuentra frustrado sexualmente debido al no poder, en su país natal, declararse abiertamente homosexual, gracias a una ley contra la homosexualidad promovida por Stalin, era eso o ir a dar a Siberia.

A Greenaway poco le importan las exactitudes históricas, de ahí que haga una apertura completa de las vivencias de Eisenstein, se apropia del personaje y hace lo que le da la gana con él. Creando su propia versión de los acontecimientos, es imposible no remitirse a esta cita suya: “yo soy partidario de que la historia no existe, solo los historiadores”. ¿Entonces por qué no hacer la ficción que hizo?

La cita que menciono se puede ver por acá: http://cineuropa.org/it.aspx?t=interview&l=es&did=286878
10P24H
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28 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Irregular, irreverente, interesante y finalmente no muy convincente última cinta hasta la fecha del simpar, del ínclito Peter Greeneway, a quien los buenos tiempos en el mundo del cine se le acabaron, aunque con esta peli remonta un tanto el vuelo.
Sigue siendo un cineasta creativo, dueño de un modo de filmar muy personal, utilizando diversas artes creativas para plasmar "su verdad" en una historia donde realidad y leyenda se dan la mano para mostrar las intimidades de un cineasta simpar, uno de los más grandes realizadores de todos los tiempos, como fue sin duda ninguna Sergei Eisenstein, no olvidemos, creador de obras maestras absolutas, con el inmortal "El acorazado Potemkin" a la cabeza.
Aquí se le refleja como un niño grande, lleno de frustraciones personales, todavía virgen en su "presunta" verdadera sexualidad, y verborreico hasta la extenuación. Un hombre inteligentísimo, pero infatigable y fatigador de quien le rodeara.
A mí, personalmente, me ha gustado mucho su, digamos, primera mitad, aquella donde vemos cómo llega a Guanajuato, va conociendo a Palomino y la gente que le rodea, y los diálogos entre los dos protagonistas haciendo mención continua a literatos, cineastas, políticos... hablando de la vida, el sexo, la amistad, la muerte, el arte...
Quizás luego se vuelve repetitiva y un tanto cansina, fatigando al espectador al no darle tregua. Eso mi ocurrió a mí. Demasiados datos, nombres, y una escena muy polémica de sexo entre hombres, muy bien rodada, interesante por lo que se hablan mientras consuman el acto, pero en mi opinión, más larga de la cuenta, lo que hizo sin duda, que en el marco donde yo la ví, en el Cine Club de Las Arenas, Getxo, Bizkaia, más de una pareja o grupo de amigos se fuera del cine en esos minutos. En fin...
Por lo tanto, interesante, pero muy irregular. Veremos lo que nos depara Greeneway, que ha prometido o "amenazado" (según los gustos de los espectadores) que habrá dos películas más que versen sobre el inmortal cineasta ruso.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
Constancio
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13 de diciembre de 2015
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eisenstein en Guanajuato es el nuevo filme del director Peter Greenaway que regresa con su estilo más codiciado, extravagante e innovador como nos tiene acostumbrados. Presentada recientemente en el Festival de Cine Europeo en Sevilla. La cinta se centra en el momento en el que el cineasta soviético Sergei Eisenstein vivió en México, protagonizado por Elmer Bäck y su guía en la ciudad Palomino Cañedo, Luis Alberti.

Elmer categoriza con exactitud al brillante director ruso de los años 30, que luchó no solo con un país en llamas liderado por Stalin sino con las costumbres tradicionales del cine de Hollywood, no reflejaban su manera de trabajar. Logrando escapar de ese universo comunista y conservador, viaja a Guanajuato para grabar su nueva película, donde las imágenes y el uso de personas de ‘la calle’, le caracterizaron. Al llegar se encuentra un mundo distinto, donde el culto a los muertos es fundamental. Un cineasta en muchas ocasiones alocado, divertido y entusiasta.

Peter Greenaway se aleja nuevamente de historias con argumentos sencillos de causas y efectos, presenta un filme irónico, donde el diálogo tiene mucho peso a lo largo del largometraje. Hace un uso continuado del flashback y los movimientos rápidos de cámara. No hay censuras, la cortina no está puesta y los fieles seguidores del director lo saben. El realismo es una carta segura así como el uso de los colores, convirtiendo la imagen tradicional en una pintura, característica propia del director británico. La subjetividad frente a la objetividad, presenta una ficción ambiciosa.

Frente a un mundo cinematográfico que está sujeto a normas y directrices marcadas, Peter rompe nuevamente con todo ese guion marcado y plasma la realidad sin tapujos. “Yo le amo” (…) “Yo también le amo”.

Lo mejor: La fabulosa interpretación de Elmer Bäck que revive al famoso cinematográfico.
Lo peor: El uso excesivo del desnudo en sus planos.
rociocalderon
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12 de febrero de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Provocador, ensimismado, endogámico, detestable y rimbombantemente singular, el cine de Peter Greenaway no atiende a más dilema que el de la total autosatisfacción artística. Pocos egos le quedan al arte cinematográfico contemporáneo tan hambrientos y resabiados como el suyo. El británico no sabe concebir su relación con la cámara nada más que desde la total adscripción a su voraz apetito dinamitador, pedante, inasequible, único. EISENSTEIN IN GUANAJUATO no se libra ni un solo momento de esa extasiada tiranía.

Y, sin embargo, por fortuna, la contemplación de EISENSTEIN IN GUANAJUATO, pese a la reconocible adscripción a ese designio, depara una inesperada sorpresa. La última película del autor de THE PILLOW BOOK nos devuelve la esperanza en un Greenaway anterior a LAS MALETAS DE TULSE LUPER, esto es, anterior a la quiebra total de sentido alguno, a la exhibición desaforada de un cine desintegrado, gratuitamente engolado y preso de un sentido del cosmopolitismo artístico tan pedante como inútil., en definitiva, al abandono total en aras de un insatisfecho elitismo desaprobador de la clásica expectativa más clásica y, por lo tanto, condenado a la esquina selectiva del rincón de las vanguardias de un museo de arte moderno.

Tal y como el título de la película adelanta, EISENSTEIN IN GUANAJUATO viene a constituirse como un acercamiento del creador de EL CONTRATO DEL DIBUJANTE a una de las, sin duda alguna, figuras clave de la historia del Séptimo Arte, fundamentalmente, uno de los cineastas y teóricos que más contribuyeron a que el cinematógrafo fuera capaz de constituir su propio lenguaje, su verdadera autonomía artística: nos referimos al soviético Serguei Einsenstein. En concreto, al apasionante episodio de su estancia en Méjico para la elaboración de QUE VIVA MÉJICO!, uno de sus films más problemáticos y apasionantes.

Desde luego, tratándose de Greenaway, cualquier espectador mínimamente avezado en su idiosincrasia de antemano esperará que dicho husmeo por la singladura vital del genio ruso diste mucho de ser aquel que cumple los protocolos impuestos por el biopic más clásico. Tardamos muy pocos segundos en advertir que la figura del creador de OCTUBRE o IVÁN EL TERRIBLE, asumida por la liturgia deconstructora del inglés, queda reducida a reformulación, a excusa zaherida, a coartada mediante la cual renacer una imagen de Eisenstein tan alejada de la concebida colectivamente como cercana al afán usurpadoramente subjetivo del autor de EL VIENTRE DEL ARQUITECTO.

De resultas, el Eisenstein de Greenaway es un excéntrico inagotable, numerero, escandaloso, extrovertido, con ostentosos ademanes de clown, de divo caprichoso, de genio consentido e imprevisible. Además, poco a poco, conforme va adquiriendo más importancia la presencia de Palomino Cañedo, un profesor de religiones comparadas, que le acompañó durante su estancia en Guanajuato, se va revelando el verdadero ardid argumental, en torno al cual Greenaway condiciona la disparatada acumulación de peripecias incrustada en el film: la apasionada relación homosexual mantenida entre ambos. El británico convierte a Eisenstein en un ser humano desbordado ante la rienda suelta ocasionada a sus verdaderos instintos sexuales. El momento cumbre de la película, la escena a la que se le nota en demasía que es la única concebida con impecable ansia intensiva, desconcertante, corrosiva y brutalmente humanizadora es la que de una forma exquisitamente frontal se produce entre ambos una fundamental acometida sexual, culminada con la puesta de una bandera rusa en el ano del genio ruso.

No nos llevemos a engaño, Greenaway sigue instalado en el disparate, en la esclavitud a una libertad creativa entendida absurdamente. EISENSTEIN IN GUANAJUATO no se libra de la irritabilidad y la sensación de bochorno a la que el primero, por desgracia, nos tiene acostumbrados desde hace más de una década. No obstante, esta última obra se resiste mucho mejor por cuanto el interés por ver hasta dónde es capaz de llegar con la eminencia que maneja entre manos no decae nunca y, sobre todo, porque el desenfado de la función viene guarnicionado con un sentido del humor muy estimulante e inesperado, dentro de la trayectoria de un autor que se ha tomado muy en serio las posibilidades más ridículas de sí mismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Musiczine
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11 de febrero de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún no sé si Greenaway quería riduculizar a un artista genial, o simplemente humanizarlo... Quizá ni él mismo lo tenga del todo claro. Esta película sólo puede haberla hecho el director británico, sin duda lleva su sello: excesiva, petulante, barroca, atrevida... En lo sexual, lo explícito llega hasta el límite de la provocación a las mentalidades acomodaticias; en lo meramente escatológico, incluso capto un discurso infantiloide de caca-culo-pedo-pis. Después de tantos años, Greenaway sigue siendo un niño grande. Para lo bueno y para lo malo.

Eso sí, como retrato deformado de Eisenstein, la película tiene su encanto. Uno no puede saber hasta qué punto es verídico lo que aquí se cuenta, pero desde luego sí sirve para explicar por qué la filmografía del director soviético está plagada de obras maestras y también de proyectos frustrados.

Una vez más, Greenaway rompe los esquemas de lo formal con muchos destellos ingeniosos y otros que no lo son tanto. El recurso consistente en partir la pantalla, por ejemplo, no resulta del todo acertado, en mi opinión. La música de Prokofiev, por contra, está muy bien escogida y utilizada. Y hay un par de planos-secuencia de los que quitan el hipo, y que justifican por sí solos el visionado de esta película. El problema es que, con tanta creatividad y desvarío estilístico, el director británico se olvida de que está contando una historia. Más que deformar el argumento, la trama se acaba reduciendo al tema del despertar (homo)sexual del protagonista, y con ello el film va perdiendo interés progresivamente. "Eisenstein en Guanajuato" nunca llega a emocionar, ni provoca complicidades en el espectador. A lo sumo, una curiosidad malsana.
rober
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