Corazón borrado
6.3
5,647
Drama
El hijo (Lucas Hedges) de un predicador baptista de una pequeña ciudad norteamericana, se ve obligado a participar en un programa para "curar" su homosexualidad, apoyado por la Iglesia. Cuando a los 19 años Jared Eamons (Lucas Hedges) cuenta a sus padres Nancy y Marshall Eamons (Nicole Kidman y Russell Crowe) que es gay, el joven comienza a ser presionado para que asista a un programa de terapia de conversión gay, o de lo contrario será ... [+]
14 de noviembre de 2022
14 de noviembre de 2022
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Me ha encantado la forma en la que está narrada la película y la tensión que genera en el ambiente. Es dura y a la vez bonita. Todos los personajes lo hacen perfectamente y me parece increíble que represente una historia “actual”, sin duda conciencia de los problemas que a día de hoy sufre la comunidad LGTB. Quizá es un poco larga pero no se hace pesada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final me ha parecido conmovedor con la comparación de la historia real y la información que ofrece sobre este chico y lo que hace.
25 de enero de 2023
25 de enero de 2023
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Larmometraje que se ha extendido en duración más de la necesario. Desde mi punto de vista, tal y como han desarrollado la historia, podían haberla concentrado más y mejor. Hay momentos en la misma que sólo hacen alargar situaciones y momentos que sobran.
Es una película atípica en el sentido en el que normalmente al tratar este tema, en la mayoría de casos los padres y entorno familiar suelen reaccionar en negativo hacia el protagonista cuando no aceptan, no entienden y/o no comparten su orientación sexual. En este caso, los padres, a pesar de ello no lo hacen.
Los protagonistas son buenos actuando (Nicole Kidman siempre me ha parecido una excelente actriz) y eso es un punto a favor de la película. Desafortunadamente mi nota no va más allá del cinco ya que en líneas generales la película se me ha hecho algo monótona y lineal.
Es una película atípica en el sentido en el que normalmente al tratar este tema, en la mayoría de casos los padres y entorno familiar suelen reaccionar en negativo hacia el protagonista cuando no aceptan, no entienden y/o no comparten su orientación sexual. En este caso, los padres, a pesar de ello no lo hacen.
Los protagonistas son buenos actuando (Nicole Kidman siempre me ha parecido una excelente actriz) y eso es un punto a favor de la película. Desafortunadamente mi nota no va más allá del cinco ya que en líneas generales la película se me ha hecho algo monótona y lineal.
9 de febrero de 2019
9 de febrero de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una maravilla artísticamente pero es una recreación respetuosa de la historia real; interesante y con una lectura necesaria.
El valor de Boy Erased reside en la necesidad de contar estas historias para condenar conductas inhumanas y peligrosas a las que llegan los extremistas religiosos. 2019 y seguimos necesitando estas películas, intervenciones en programas de tv o cualquier otra difusión de masas para aprender.
El valor de Boy Erased reside en la necesidad de contar estas historias para condenar conductas inhumanas y peligrosas a las que llegan los extremistas religiosos. 2019 y seguimos necesitando estas películas, intervenciones en programas de tv o cualquier otra difusión de masas para aprender.
3 de febrero de 2023
3 de febrero de 2023
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si de una película española se tratase, está hecha con dinero extraído de los ciudadanos vía impuestos. De los ciudadanos del estado de Georgia.
Fingirse (aunque no hasta conseguir) buena persona con dinero de otros, quedándose una parte. Ese viejo truco que hace furor en España, ha llegado también a EEUU. La decadencia de occidente, aunque nosotros llevábamos siglos ya en ella.
Finjamos hasta que consigamos, que este panfleto (bien realizado, eso sí) no forma parte de una terapia de conversión de gente de derechas, a izquierdistas. Terapia de conversión aún más torticera que la descrita en la película. Que también existe, aunque con una acogida entre las masas no tan entusiasta.
Porque es lo que sucede en las sociedades en decadencia: sólo los puntos de vista izquierdista y fascista (ambos socialistas), encuentran amplia aceptación social. El punto de vista liberal (genuinamente liberal, no liberprogre, ni libernazi) prácticamente no existe en ellas, y por lo tanto no se comenta: la cuestión, la verdadera cuestión, no es si se puede cambiar o no lo que uno es. La cuestión es si se puede cambiar LO QUE UNO HACE, porque le da la gana. No porque se lo diga un clérigo, y por mucho que moleste a la policía moral de la progresía.
Joel Edgerton tiene cara de mal tipo, interpreta bien papeles de mal tipo... Y da la impresión de que realmente lo es.
Fingirse (aunque no hasta conseguir) buena persona con dinero de otros, quedándose una parte. Ese viejo truco que hace furor en España, ha llegado también a EEUU. La decadencia de occidente, aunque nosotros llevábamos siglos ya en ella.
Finjamos hasta que consigamos, que este panfleto (bien realizado, eso sí) no forma parte de una terapia de conversión de gente de derechas, a izquierdistas. Terapia de conversión aún más torticera que la descrita en la película. Que también existe, aunque con una acogida entre las masas no tan entusiasta.
Porque es lo que sucede en las sociedades en decadencia: sólo los puntos de vista izquierdista y fascista (ambos socialistas), encuentran amplia aceptación social. El punto de vista liberal (genuinamente liberal, no liberprogre, ni libernazi) prácticamente no existe en ellas, y por lo tanto no se comenta: la cuestión, la verdadera cuestión, no es si se puede cambiar o no lo que uno es. La cuestión es si se puede cambiar LO QUE UNO HACE, porque le da la gana. No porque se lo diga un clérigo, y por mucho que moleste a la policía moral de la progresía.
Joel Edgerton tiene cara de mal tipo, interpreta bien papeles de mal tipo... Y da la impresión de que realmente lo es.
11 de abril de 2019
11 de abril de 2019
5 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto esta película a regañadientes como una especie de mal menor, pues ya estoy más que saturado de este tipo de cosas que hoy son parte del menú de cada día. Si al final entré en la sala fue solo porque el resto de la cartelera iba de mujeres empoderadas, pobres negritos y nazis malísimos.
Tengo la impresión de haber salido ganando con el cambio, pues al menos no me aburrí. Esta obra, a pesar de su carácter sesgado y manipulador en consonancia con todo lo que sale de Hollywood hoy en día, tiene como mínimo el detalle de no ser un insulto a la inteligencia. De hecho me pareció muy bien realizada e interpretada. No en vano cuenta con la presencia de dos pesos pesado como Lucas Hedges y Nicole Kid/Man (a la cual, dicho sea de paso, se le va poniendo con los años cada vez más cara de tío). También los diálogos, salvo alguna salida de tono ocasional, me parecieron bastante presentables. Me da la impresión de que casi cualquier hombre gay puede identificarse con el conflicto interior del protagonista, sobre todo los que ya no somos jóvenes.
Hablando de lo que no funciona, yo diría que los demás personajes son tal vez demasiado estereotipados para resultar convincentes. Y también que algunas escenas, como por ejemplo aquella en que el protagonista arremete contra el anuncio callejero de una colonia masculina, o la del chico al que aporrean con la Biblia me parecieron algo traídas por los pelos.
Mis objeciones tienen que ver más que nada con el contenido y, sobre todo, con el contexto en que se sitúa esta obra. Como homosexual he conocido bastantes casos de hombres hasta entonces heterosexuales que, en un momento dado, se han pasado al campo contrario con todas las consecuencias sin que nadie se escandalizara. Más bien todo lo contrario, se daba por hecho que por fin habían asumido su verdadera identidad. Por esta razón no entiendo a qué viene tanto rasgarse las vestiduras ante la sola posibilidad de que un homosexual pueda seguir la dirección opuesta, siempre que se trate de una decisión libre y meditada por parte de una persona adulta.
Digo esto a propósito de lo sucedido recientemente con el obispo de Alcalá de Henares, un escándalo que tiene todas las trazas de haber sido meticulosamente orquestado desde el poder, sin entrar a juzgar si las acusaciones tienen o no fundamento. Tengo la impresión de que el estreno de esta película forma parte de la misma campaña de acoso y derribo del cristianismo que la desaforada polémica a propósito del obispo Reig Pla. Y me temo que los objetivos que se persiguen tienen muy poco que ver con la defensa de los homosexuales, que somos tan solo un instrumento desechable.
Dicho lo cual, me apresuro a añadir que albergo seria dudas en cuanto a la efectividad de cualquier tipo de terapia que tenga como objetivo cambiar la inclinación sexual de las personas. La atracción homosexual, cuando es auténtica y no inducida, como por desgracia sucede con tanta frecuencia hoy en día, tiene en realidad muy poco que ver con el sexo, entendido este, hablando en plata, como el hecho de meter algo en un lugar u otro. De hecho tengo la sospecha de que en muchos casos la tendencia homosexual, cuando aún no había sido pervertida desde arriba, al no estar ligada a la reproducción estaba bastante menos centrada en lo sexual que la heterosexualidad. Y tanto una cosa como otra tienen raíces mucho más profundas que simplemente la forma en que se responde a determinados estímulos.
Tal vez sea posible alterar la pauta de conducta, ya sea por motivos religiosos o porque uno haya llegado a la conclusión de que un determinado estilo de vida no sale a cuenta. Más allá de eso, veo muy difícil cambiar nada sin terminar ocasionando un estropicio. Ahora bien, si un adulto en pleno dominio de sus facultades mentales quiere hacer la prueba, está en su derecho. Y no veo con qué argumentos se le puede negar a nadie esa posibilidad. Sobre todo teniendo en cuenta que quienes más vociferan y se tiran de los pelos a este propósito, no parecen tener ningún problema cuando se trata de incitar a menores de edad e incluso a niños a someterse a una mutilación irreversible que los volverá dependientes del chute de uno o varios fármacos durante el resto de sus vidas.
Curiosamente, esto no parece plantearles el más mínimo dilema moral. El que paga manda.
Además, y esto es una simple conjetura, a lo mejor resulta que no todas la terapias son tan en blanco y negro como la que se muestra en esta película. Tal como van las cosas, nadie tendrá pronto la posibilidad de averiguarlo: al menos en España, hay una rara unanimidad entre los políticos de uno y otro signo a la hora de reprimir cualquier opinión disidente sobre este tema. No es mi caso, por supuesto, pero alguien que pasara por ahí podría pensar que se les ve el plumero.
En otro orden de cosas, también me pareció interesante observar que entre los espectadores de esta película había un buen número de chavales de instituto acompañados por adultos. Supongo que se trataría de algún profesor o de uno de tantos paniaguados del sistema especializados en lavado de cerebro. Los mismos, supongo, que después se llenan la boca hablando de Franco.
Tengo la impresión de haber salido ganando con el cambio, pues al menos no me aburrí. Esta obra, a pesar de su carácter sesgado y manipulador en consonancia con todo lo que sale de Hollywood hoy en día, tiene como mínimo el detalle de no ser un insulto a la inteligencia. De hecho me pareció muy bien realizada e interpretada. No en vano cuenta con la presencia de dos pesos pesado como Lucas Hedges y Nicole Kid/Man (a la cual, dicho sea de paso, se le va poniendo con los años cada vez más cara de tío). También los diálogos, salvo alguna salida de tono ocasional, me parecieron bastante presentables. Me da la impresión de que casi cualquier hombre gay puede identificarse con el conflicto interior del protagonista, sobre todo los que ya no somos jóvenes.
Hablando de lo que no funciona, yo diría que los demás personajes son tal vez demasiado estereotipados para resultar convincentes. Y también que algunas escenas, como por ejemplo aquella en que el protagonista arremete contra el anuncio callejero de una colonia masculina, o la del chico al que aporrean con la Biblia me parecieron algo traídas por los pelos.
Mis objeciones tienen que ver más que nada con el contenido y, sobre todo, con el contexto en que se sitúa esta obra. Como homosexual he conocido bastantes casos de hombres hasta entonces heterosexuales que, en un momento dado, se han pasado al campo contrario con todas las consecuencias sin que nadie se escandalizara. Más bien todo lo contrario, se daba por hecho que por fin habían asumido su verdadera identidad. Por esta razón no entiendo a qué viene tanto rasgarse las vestiduras ante la sola posibilidad de que un homosexual pueda seguir la dirección opuesta, siempre que se trate de una decisión libre y meditada por parte de una persona adulta.
Digo esto a propósito de lo sucedido recientemente con el obispo de Alcalá de Henares, un escándalo que tiene todas las trazas de haber sido meticulosamente orquestado desde el poder, sin entrar a juzgar si las acusaciones tienen o no fundamento. Tengo la impresión de que el estreno de esta película forma parte de la misma campaña de acoso y derribo del cristianismo que la desaforada polémica a propósito del obispo Reig Pla. Y me temo que los objetivos que se persiguen tienen muy poco que ver con la defensa de los homosexuales, que somos tan solo un instrumento desechable.
Dicho lo cual, me apresuro a añadir que albergo seria dudas en cuanto a la efectividad de cualquier tipo de terapia que tenga como objetivo cambiar la inclinación sexual de las personas. La atracción homosexual, cuando es auténtica y no inducida, como por desgracia sucede con tanta frecuencia hoy en día, tiene en realidad muy poco que ver con el sexo, entendido este, hablando en plata, como el hecho de meter algo en un lugar u otro. De hecho tengo la sospecha de que en muchos casos la tendencia homosexual, cuando aún no había sido pervertida desde arriba, al no estar ligada a la reproducción estaba bastante menos centrada en lo sexual que la heterosexualidad. Y tanto una cosa como otra tienen raíces mucho más profundas que simplemente la forma en que se responde a determinados estímulos.
Tal vez sea posible alterar la pauta de conducta, ya sea por motivos religiosos o porque uno haya llegado a la conclusión de que un determinado estilo de vida no sale a cuenta. Más allá de eso, veo muy difícil cambiar nada sin terminar ocasionando un estropicio. Ahora bien, si un adulto en pleno dominio de sus facultades mentales quiere hacer la prueba, está en su derecho. Y no veo con qué argumentos se le puede negar a nadie esa posibilidad. Sobre todo teniendo en cuenta que quienes más vociferan y se tiran de los pelos a este propósito, no parecen tener ningún problema cuando se trata de incitar a menores de edad e incluso a niños a someterse a una mutilación irreversible que los volverá dependientes del chute de uno o varios fármacos durante el resto de sus vidas.
Curiosamente, esto no parece plantearles el más mínimo dilema moral. El que paga manda.
Además, y esto es una simple conjetura, a lo mejor resulta que no todas la terapias son tan en blanco y negro como la que se muestra en esta película. Tal como van las cosas, nadie tendrá pronto la posibilidad de averiguarlo: al menos en España, hay una rara unanimidad entre los políticos de uno y otro signo a la hora de reprimir cualquier opinión disidente sobre este tema. No es mi caso, por supuesto, pero alguien que pasara por ahí podría pensar que se les ve el plumero.
En otro orden de cosas, también me pareció interesante observar que entre los espectadores de esta película había un buen número de chavales de instituto acompañados por adultos. Supongo que se trataría de algún profesor o de uno de tantos paniaguados del sistema especializados en lavado de cerebro. Los mismos, supongo, que después se llenan la boca hablando de Franco.
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