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Críticas de cachaforlan
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
5
1 de noviembre de 2023
33 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribir una crítica siempre es un ejercicio en el que lo subjetivo tiene un peso fundamental. Si a eso le sumamos que quien escribe es vecino de la ciudad en la que tiene lugar Memento Mori -y que es un fiel lector de todo el 'Universo Gellida'- la tarea se antoja ardua.

Por honestidad, voy a apartarme de las novelas e intentaré centrarme únicamente en valorar el producto audiovisual que nos ofrece Prime Video, y que ha revolucionado Valladolid con su reciente estreno.

¿Es Memento Mori una mala serie? No, pero está lejos de ser una obra maestra. Y su principal pecado es, paradójicamente, uno de sus principales ganchos: la búsqueda sin complejos del entretenimiento. Es tan fácil engancharse a ella como darse cuenta de que es un producto demasiado prefabricado, hecho para ser consumido y olvidado en un santiamén.

La producción cuenta con una historia potente y morbosa detrás, la de un asesino en serie guapo, culto y narcisista que es perseguido por la policía en el típico tira y afloja. Este arco narrativo lo sostienen de manera desigual un espectacular Yon González y un discreto Francisco Ortiz. El personaje de Augusto Ledesma es un caramelo para cualquier actor, y sus escenas cantando o ejecutando sus actos criminales están pensados para el lucimiento del intérprete, que, desde luego, no desaprovecha la ocasión para firmar a un villano que provoca auténticos escalofríos. Quizá sea el punto más elevado de la serie. Por contra, su némesis no está a la altura.

Se hace muy difícil creerte al inspector Ramiro Sancho. Es un papel mal construido, robótico en ocasiones, sobreactuado en otras, artificial. Ortiz tenía una labor mucho más complicada que González, pero no se ve al hombre recio y castellano que debería haber detrás. Es absolutamente inverosímil su historia personal con la doctora Corvo -solvente Manuela Vallés-, lo que hace descarrilar gran parte de la serie. Esta debería ser una narrativa troncal dentro de la trama, pero acaba generando la sensación de ser más un flirteo para carpetas de adolescentes que la relación de dos personas maduras. Daré más detalles en el spoiler.

Entre los puntos positivos se pueden destacar las actuaciones de Juan Echanove -un pelín desaprovechado- y de Olivia Baglivi, que dan vida a dos personajes poliédricos que quizá merecían más peso. Y es que esa sensación de ligereza, de brocha gorda, de poca profundidad, no acaba nunca de disiparse.

Por otro lado, la factura técnica y su fotografía sí están al máximo nivel, y Valladolid luce excelente. No desmerece en nada a otras producciones que se han realizado fuera de España, pero eso aquí también es síntoma de carencia de personalidad. Daría igual que la historia se hubiese filmado en Estocolmo, Chicago o, como es el caso, en una urbe de Castilla a la que no se logra extraer toda su esencia. Además, suenan muy forzadas las referencias a lugares de la ciudad, a los refranes, y a la Ribera del Duero. Falta naturalidad.

Memento Mori tiene ritmo y es adictiva, no hay duda. Los múltiples giros de guion provocan que te mantengas pegado a la tele, pero esos recursos, por excesivos, terminan por sobrecargar. Da la sensación de que siempre quiere ofrecer una escena icónica -a veces lo logra- en cada paso que da, como en su cuestionable "final". Porque la serie no tiene una culminación digna.

No es mala idea dejar cliffhangers y preguntas abiertas al espectador, y creo que no siempre tiene que estar todo atado al terminar una serie, pero una cosa es eso, y otra es dejar el trabajo totalmente incompleto. Se hace imprescindible una secuela para terminar de cerrar el círculo, lo que es un arma de doble filo si luego, por lo que sea, esa continuación no llega.

En definitiva, Memento Mori es una hija clara de su tiempo. Es visualmente muy atractiva, la consumes de una tacada, tiene escenas instagrameables, un protagonista carismático, y te deja con ganas de más. Pero también es un producto sustituible, poco original y que no exprime su enorme potencial por intentar gustarse -y gustar- en exceso. Esperemos que esa probable segunda temporada consiga ofrecer algo más de mayor calado y no tantos recursos efectistas. Posibilidades tiene de sobra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cachaforlan
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6
6 de octubre de 2022
49 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es necesaria, es emotiva, es entretenida, es Argentina en estado puro. La nueva obra de Mitre es una película concebida para llegar directamente al corazón del público y de la crítica, pero que desaprovecha la oportunidad de convertirse en una obra maestra por su exceso de frivolidad. El humor ácido tan presente en la sociedad platense es un arma de doble filo que debe ser manejada en su justa medida, algo que aquí no sucede.

Cuesta ser consciente de la gravedad de los hechos que se cuentan, de la sensación de angustia que vive el protagonista, de la presión que sufren los implicados en un proceso que va a marcar un antes y un después en todo el mundo, y eso ocurre por usar la herramienta de la comedia con desmesurada abundancia. Destensar el ambiente y dar un respiro en la narración es necesario para no acabar rechazando inconscientemente el relato de las brutales facturas sociales que dejó la dictadura de Videla, pero el director se ha pasado de frenada. Una sensación agrandada por la errática selección musical.

No obstante, en los momentos de cine más clásico es donde de verdad la cinta eleva su nivel. Los testimonios de las víctimas, el proceso judicial, y la garra del fiscal (encarnada por un excelente pero pelín encasillado Darín) dotan de una contundencia que hacen palidecer a otros tramos de la película, como, por ejemplo, a la ridícula selección de profesionales que acompañarán a Strassera en una labor que fue cualquier cosa menos una chanza. Todo parece demasiado impostado en busca de una frescura que solo llega a aportar de forma natural el jovencísimo Santiago Armas, que firma un estupendo papel como hijo pequeño del fiscal.

El reiterativo recurso de la ironía y la argentinidad hace encallar a Mitre, y acaba cometiendo el pequeño crimen que sentencia y aleja del éxito perpetuo a una película que, aun así, debería ser vista por todos. Para evitar que, nunca más, perdamos la memoria.
cachaforlan
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7
13 de noviembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las apariencias son lo único que nos importa. En este mundo impersonal, frío y egoísta, cada gesto de humanidad debe llevar detrás una motivación oculta que nos empuje a realizarlo. Nada surge espontáneamente por la propia bondad de las personas. Esta opinión podría aplicarse perfectamente a la época actual, pero lo más llamativo de esto es que Plácido fue filmada en el año 1961. ¿Los tiempos cambian? Menos de lo que parece.

Plácido nos ofrece una sátira mordaz a la sociedad de la época franquista bajo el disfraz de una comedia costumbrista sin más. Nada más lejos de la realidad. Es preciso reseñar este detalle. Como comedia, Plácido no pasaría de ser otra cinta de esa España de los 60, la España de Sor Citröen y Marisol. No sería más que otra comedia fácil y simplona, quizás mediocre, ya que ciertamente no logra alcanzar las dosis de humor de otras de sus coetáneas. Pero Plácido merece ser analizada desde otro prisma más interesante. La película destila inteligencia e ironía por los cuatro costados y lo consigue sin perder un ápice de su aroma a sencillez.

Berlanga crea una crítica feroz hacia todos los estamentos de la sociedad. La historia transcurre en una pequeña ciudad española en pleno día de Nochebuena, el día en el que los cristianos están más predispuestos a realizar una obra de caridad. Esta obra de caridad no es otra que la de acoger a un pobre en su casa esa noche, algo que genera una imagen positiva a cada una de las familias de clase alta que se unen a la iniciativa. Lo que podría verse como un acto de buena voluntad en realidad no es más que una fachada, Berlanga nos convence de que eso no existe, la amabilidad con el huésped no es más que una obligación para una corte provinciana que lo único que siente hacia sus invitados es desprecio, asco y desdén, incluso en las situaciones límite, en las que importa más quedar libre de pecados que las últimas voluntades. Coherencia cristiana, quizá.

Todos los recursos que se emplean en la película están utilizados con la más absoluta naturalidad. Nada se fuerza en exceso, no hay nada que busque el impacto en el espectador, las escenas fluyen sin alardes innecesarios. Quizá se eche en falta más garra y determinación a la hora de denunciar los comportamientos rechazados en Plácido pero no debemos olvidarnos de un detalle nada baladí: La película debía pasar bajo el temido filtro de la censura, lo que provoca una influencia clara en el producto final. Todo se deja a reflexión del espectador. Cada uno debe sacar sus propias conclusiones. Esta circunstancia a priori puede observarse como definitivamente negativa, pero no tiene por qué ser así. Sin la censura a lo mejor Plácido hubiera sido una propuesta fallida. Gracias a ello tenemos una crítica, mordaz, sutil, sencilla e irónica de la que ningún estamento social logra escabullirse. Ni la clase alta, por supuesto, ni la banca, ni el show business, ni tan siquiera la clase baja (sensacional la escena de la viuda en su casa) se escapa de esta trituradora de las apariencias que es Plácido. Y es que Plácido en sí misma es apariencia pura, aparenta ser una comedia pero no lo es, muestra la realidad como era, sin tapujos, sin opiniones, tan real como la vida misma, lejos de banalidades. En este caso las apariencias no engañan.
cachaforlan
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10
16 de marzo de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero ante lo que te encuentras al decidirte a ver Ciudad de Dios es un aspecto gráfico un poco pobre pero más tarde te darás cuenta de que eso influye de manera muy positiva en la credibilidad del filme, no en vano Meirelles y su equipo están retransmitiendo en directo desde una de las favelas más peligrosas de Brasil. Sí no se me ha ido de las manos, he dicho retransmitir en directo. Eso es lo que consigue Meirelles, que te adentres como un habitante más de Ciudad de Dios y veas la muerte, las drogas y la corrupción como algo cotidiano e incluso lógico.
Es esto lo que más me ha impactado de Ciudad de Dios. Es una historia desgarradora y durísima pero te lo cuentan sin trabas ni tabús. Esa capacidad para desdramatizar una realidad tan penosa como la que se nos muestra es lo más grande y sorprendente de la cinta.
Buscapé te cuenta la historia tal y como es y luego tú ya haces tus valoraciones personales más adelante.

También me ha encantado el desarrollo narrativo de la cinta. La manera de contar la película a modo de pequeñas historietas puede que en principio dé la sensación de embarullarlo todo pero, lejos de esto, lo que consigue es proporcionar un dinamismo y un ritmo impensable para una cinta de más de 2 horas de duración.

Ciudad de Dios es una de las mejores películas de todos los tiempos, no tengo dudas de eso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cachaforlan
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