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Críticas de Daniel Blanquer
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
8
25 de agosto de 2013
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ulrich Seidi ha ironizado desde el minuto cero: ni hay paraíso, ni hay amor. Hay un paraíso de postal y de hermosos reclamos publicitarios, pero sin nada detrás.

Mujeres del llamado mundo desarrollado (podrían haber sido hombres) de vacaciones a la búsqueda de "amor", en supuestos paraísos africanos. Los que ofrecen el "amor" y las que lo demandan se encuentran en ese zoco donde todo se intercambia en base al dinero. Yo pago, yo exijo, tú me das. Sexo de alquiler, en defintiva.

El director no mueve demasiado la cámara. Reitera planos y secuencias, pero en beneficio de la efectvidad de lo que nos quiere trasladar: el hastío, el vacío, la hipocresía de una sociedad que se cree superior a las demás, sencillamente porque cree que lo puede comprar todo, incluído el Amor, con mayúscula.

Mujeres (u hombres) que encaran la recta final de su vida y están solas e insatisfechas. Extraordinariamente solas y enormemente insatisfechas: con ellas mismas, con sus cuerpos, con su vida. Solo les queda su podrido poder adquisitivo y algunas lágrimas para lamentar el enorme vacío de sus vidas.

Mujeres (u hombres) que seguramente provienen de entornos rodeados de fuertes convencionalismos sociales, religiosos y culturales, y que van al "paraíso" y se "liberan" de todos esos convencionalismos, cayendo en el lado opuesto: la grosería, la superficialidad y el irrespeto por el otro. Han vivido vidas absurdas y esto es su continuación.

A mucha gente no le va a gustar el retrato que Seidi dibuja. No hay sino leer algunas de las críticas que ya han visto la luz. Sin embargo, me permito recomendar la película. Es excelente como terapia intensiva y de choque. Puede que nos haga reaccionar antes de que sea demasiado tarde y el vacío de nuestras vidas nos llene por completo.
Daniel Blanquer
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9
31 de agosto de 2013
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la segunda entrega de la trilogía "Paraíso" de Ulrich Seidl, después de "Paraíso: Amor". Si son ustedes creyentes fundamentalistas, da igual de qué religión, no vayan a verla (aunque quizá les conviniera), probablemente les sepa a cuerno quemado. La protagonista es católica ferviente; su marido, musulmán descafeinado; pero ya les digo que estas adscripciones no dejan de ser secundarias.

Lo peor de los fundamentalismos religiosos es el enorme afán por redimir a los otros, a los demás. Ellos, los creyentes. se consideran salvados y en un gesto de altruismo digno de mejor causa salen al mundo en plan misionero, como la protagonista, a ofrecer el paraíso al resto de la humanidad. Eso sí, a veces se olvidan de los que tienen a su lado, que quizá no necesiten tanto la salvación eterna, como un sencillo gesto de amor.

El director, tal y como hizo en su primera entrega, mueve la cámara lo justo. El mundo que nos descubre es un escenario teatral que nos va mostrando sus distintas escenas, sus fotografías de postal. Todo parece estar en su sitio, hasta el caos de algunos de los domicilios parece perfectamente ordenado. Y subrayo lo de "todo parece estar en su sitio", porque en realidad nada lo está.

El amor conyugal alcanza justito para bañar al otro, cortarle las uñas y cambiarle las sábanas; el amor a Cristo vale hasta para llegar al orgasmo onanista; las golpizas y el cilicio autoadministrados forman parte de un contrato con no se sabe quién para no se sabe qué: todo, en defintiva, está desquiciado, fuera de lugar. No hay espacio para el ser humano, solo quedan territorios que reconquistar para anexionarlos a la fe "verdadera" (dicen: "hemos de convertir Austria en una nación cristiana").

Seidl llega a ser cruel con los personajes, pero no menos que los personajes entre sí y con ellos mismos. La fe brilla por su ausencia y el paraíso es un infierno en la ordenada Austria, léase Europa, léase mundo desarrollado. Y debajo de la mesa camilla de ese mundo están, a la espera, los inmigrantes, que no van camino de ser mejores que los que ya están sentados en ella. La fe en lo único y verdadero es, por definición, ciega, insensible e incompasiva hacia los otros y acaba convirtiéndose en su azote y crucifixión.
Daniel Blanquer
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9
20 de noviembre de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espléndida película de David Trueba sobre la vida de Eugenio, uno de los humoristas que más me ha hecho reír. También viendo la película, en la que, sin embargo, también he llorado. La biografía que nos traslada Trueba es una biografía de éxito, pero también dura, de lucha, de contradicciones, de dolor, de miedos. Las interpretaciones de David Verdaguer y Carolina Yuste son, a mi juicio, francamente excepcionales. Una película modesta sobre los grandes temas de la vida: el amor, la muerte, el éxito y el fracaso.
Daniel Blanquer
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10
22 de marzo de 2024
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué película más emotiva! ¡Cuánta realidad reunida! ¡Qué amor por la Educación y por los niños y su potencial! Empiezo este comentario con una recomendación, si todavía guardan una cierta esperanza por como tratar de contribuir a reparar las grandes injusticias que existen en este mundo, véanla, les dará un cierto respiro ver que eso todavía es posible, pues la película está basada en hechos reales.

Un maestro entregado a la causa de sacar a los niños del basurero donde viven, un sistema educativo que no tiene el mínimo interés en cambiar absolutamente nada, unos funcionarios corruptos hasta la médula y un medio hostil donde reina la violencia de todo tipo y la crueldad más absoluta. Y, sin embargo, el maestro lucha, sobrevive y consigue salir adelante con un método de enseñanza absolutamente radical e innovador: confiar en la inteligencia natural de los niños, estimular su curiosidad y quererles.

El guión es espléndido, las interpretaciones tanto de los niños como de Eugenio Derbez son excelentes y la música, extraordinaria, te envuelve en la acción y en las emociones que las distintas escenas te van despertando.

Un lujo de película que nadie debería perderse, especialmente todos aqellos que, por un motivo u otro, estén involucrados en el sistema educativo.
Daniel Blanquer
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9
29 de mayo de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine de arte y ensayo. Cine con mayúsculas. Cine. Dos horas largas que se me hicieron cortas. La volví a ver al día siguiente.Ya no sé cuándo la podré revisitar. Malick ha hecho una película hermosa, potente, en su banda sonora, en sus imágenes. Con una historia sencilla y, a la vez, extraordinariamente ambiciosa. La historia del ser humano, la historia de la vida, en el centro de un triángulo formado por la naturaleza en estado puro, un dios ausente y una humanidad plagada de miedos, temblores y vanas esperanzas.

Una historia llena de preguntas, las preguntas de siempre. ¿Quién soy? ¿De dónde viene el mundo? ¿Cómo debo comportarme? ¿Dónde está Dios? Preguntas sin respuesta o con tantas respuestas como queramos, pero que ya no convencen a casi nadie.

El asombro, que es el punto del que parte la filosofía, la perpelejidad ante la realidad de la vida, el principio, ¿hubo un principio?, el final, ¿habrá un final?. El infinito del Universo. La hondura inacabable del microcosmos. Y en medio de todo esto, la fragilidad del ser humano que nace, sufre, llora, ríe, goza, pelea, miente, ama, odia, espera y muere. Una y otra vez, y otra vez, en un ciclo interminable.

La vida es una impostura. El cine es una impostura. Pero en este película que trata de la vida no se ve ni una sola. Todo es auténtico, todo es real. Esta es la magia con la que Malick nos envuelve y nos hace gozar. Los actores simulan ser actores, en realidad no están actuando, están siendo ellos mismos, desde el primero al último, en cada uno de los planos y secuencias. ¡Viva el cine! Gracias a Malick y a todo el equipo.

No deje de verla, si le es posible. No haga caso de lo que le digan, ni a favor ni en contra. Vaya y disfrútela. Abra bien los ojos, preste atención a los gestos, a las voces en off, saboree la música y súbase al árbol de la vida. Desde allí, la vida parece otra.
Daniel Blanquer
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