Película sin ningún tipo de credibilidad, ni en el amor de los personajes ni en ninguna de las tramas que se desarrollan a partir de los 20 primeros minutos.

Tan solo dos minutos salvo de toda la cinta que ya descubriréis por vuestra cuenta si tenéis ganar de perder dos horas de vuestra vida viendo semejante bodrio.

Aburrida, nada creible, absurda y por momentos, vergonzosa. Solo pude gritarme a mi mismo un: ¡Venga hombre! cuando esto terminó. La escena final de la monja saliendo de entre las sombras fue la gota que colmó un enorme vaso de ridiculez.

Queda tachada de mi lista de "pendientes" y marcada con un "jamás revisionar".

Lo reconozco, la vi. La vi a pesar de conocer su mito. Es más, la vi por y para conocer el mito. Y no defraudó, vaya que si no defraudó amigos. Desde el primer momento te ves envuelto en la historia y quieres más. Siempre quieres más.

Porque como no vas a disfrutar con todos ese atrezzo comprado en el chino de la esquina y esas actuaciones, Lambert a la cabeza, que rozan el esperpento. No puedes dejar de esperar el momento donde aparezca Obelix y grite: ¡Están locos estos romanos! Es la magia del cine. El espectáculo debe continuar.

Esos grandes diálogos, más propios de la hora de José Mota que de una película con trasfondo histórico, ese doblaje sin parangón conocido con el que nos deleita Inés Sastre. Esos saltos argumentales, esas incoherencias constantes, ese castillo con paredes de rocódromo, los míticos druidas que dan nombre a la película y no pintan una mierda. El sin sentido absoluto que envuelve todo con un halo de vergüenza ajena que cubre la película de principio a fin.

Qué puede ser comparable a Christoper Lambert con una peluca de Jon Bon Jovi y un bigote del que estaría orgullo cualquier cazador de mofetas del medio oeste americano. Que mejor que disfrutar de esos cuernos de plástico que adornan los cascos de todos los galos, de las escenas de pelea aceleradas al más puro estilo el show de Benny Hill. De una banda sonora que haría llorar al niño Jesús. De esa frase mítica histórica - Alea iacta est, la suerte está echada - que ponen en boca del Vercingentorix, cuando en realidad es del César, que no fué dicha allí, si no años más tarde cuando cruzó el Rubicón para enfrentarse a Pompeyo en una guerra civil en Roma y que tampoco viene a cuento. Amigos, compañeros, estimados y estimadas, nadie debería perderse esto. Nadie.

Pero en realidad tengo que confesar que si que me arrepiento de algo. Me arrepiento de verla solo y sobretodo, sereno. Unas cuantas cervezas - muchas preferiblemente - hubieran sido el mejor brebaje de Druida para pasar este clásico del cine.

La recomiendo. Imprescindible. Un mito.

Lo cierto es que me ha salido un título con gancho y descriptivo: Recomendada para menores de 18 años. Y es que esta frase resume por completo lo que vende esta película: 142 minutos de mediocre cine para adolescentes. Si es tú caso, adelante. Disfruta, sueña, onanízate mentalmente con ser tú uno de los personajes y vivir aventuras inverosímiles y amores de leyenda.

Si por desgracia usted ya paso esa genial fase de la vida y hace caso omiso de mi consejo, prepárese para 142 minutos de vergüenza ajena, acciones absurdas, incoherencias argumentales, pésimo rodaje y un futuro ambientado que sobrepasa el ridículo. No digan que no se lo avisé.

Una última cosa, no se dejen engañar por la nota, es un suspenso clamoroso disimulado detrás de los dieces calzados por los usuarios con acné de esta web peliculera.