La película de Guillermo del Toro nos cuenta que el anhelo tiene forma de agua y que puede pasar de ser una hilo tenue a todo un torrente capaz de golpear con fuerza. Nos traslada la historia de varios personajes humildes, que pese a ser moderadamente felices con su vida, se atreven a quebrar lo poco que tienen para perseguir aquello que desean.

Y, lo que ocurre a continuación, tiene una bonita moraleja; porque resulta que perseguir un sueño, por raro y difícil que parezca, por poco que le guste al resto de la gente, les convierte en personas íntegras y mucho más felices. Solo arriesgando, solo apostando por aquello que les importa,llegan a ser mejores.

"La forma del agua" alaba la valentía de un personaje pequeño, de varios personajes pequeños, de hecho, que se vuelven heroicos al atreverse a tirar sus planes a la basura y a lanzarse, casi con locura, hacia lo imposible. Cuenta, en definitiva, como un grupo de limpiadoras y un pintor acabado dejan el miedo a un lado y comienzan a hacer cosas que jamás hubiesen imaginado que harían.

Más allá del mensaje esperanzador que ofrece, la película es notable técnicamente hablando y es capaz de moverse en lo onírico con relativa comodidad gracias a la buena dirección de actores de Del Toro. Especialmente los secundarios Octavia Spencer y Richard Jenkins dan el empujón que la cinta necesita para no ser una más de tantas.

Con todo, y pese a la originalidad que el guión pretende, no llega a cubrir las expectativas, ni tampoco a merecer ser candidata de tantas categorías en los Oscar. Los guiños al cine clásico no terminan de entenderse y algunas lagunas de guión dejan un sabor de boca agridulce en lo que se refiere al desarrollo de los personajes.

Del Toro ha logrado hacer una película de sueño, agradable de ver y mucho menos oscura de lo habitual, pero que solo sugiere y no llega a remover por dentro. La forma del agua se ha quedado en una pequeña corriente, bonita de mirar, pero que no alcanza a ser el torrente que todos esperábamos.