Unos niños carilindos pasean de aquí para allá a través del burdo y superficial marco de una supuesta sociedad distópica. Preliminares eternos para llegar por fin a la excusa existencial de este despropósito de película: la Arena. Ya metidos en faena la cosa defrauda por escasa (ni metiendo monos a saco), por absurda y por incompleta. ¿Nos veremos en la tercera entrega? Va a ser que no, pues deja demasiados apetitos insaciados: sociopolíticos, palomiteros... demasiada hambre.

Así descubrí la nueva saga de moda entre los jóvenes. Por alguna extraña razón, a diferencia de otras sagas similares, no comparte la misma moda de ser descuartizada por la opinión pública.

Abusa de las más manidas fórmulas y tópicos del cine, se ve venir a kilómetros el desarrollo y desenlace de cada una de sus pequeñas minihistorias, muchas de las cuales sobran no solo por irrelevantes y porque alargan la duración de la cinta, sino porque están construidas con un melodrama de lo peor.

La otra cara son las escenas de acción, están un poco fuera de lugar, chocan demasiado con el tono del argumento principal, no encajan tan bien en el conjunto como en otros títulos del género. A la hora de la verdad hay un inconcebible bamboleo de la cámara que te impide ver la acción con claridad. Nunca había visto algo así en una película de kung fu.

No se por que me causa tanto placer ver una peli así, de aventuras y humor extravagante, de efectos especiales caducos pero vestuario, escenarios y decorados bien logrados.
Tal vez por que los personajes son tan carismáticos y divertidos que le tomas cariño a toda la tripulación vikinga y a la película.

Me gustan estas cintas de Terry Jones, junto con aquella de Gilliam titulada la Bestia del reino, también en la misma linea.

Ana Obregón tiene la capacidad de encandilar al público con su sola presencia.
Si Ana Obregón va a Mira quien baila, las cuotas de audiencia suben como la espuma. Si Ana Obregón crea, guoiniza y actua en su propia serie, donde puede ser ella misma a la enésima potencia, se crea un fenómeno mágico y espectacular como la Aurora boreal. 7 millones de espectadores no fue un éxito relativo, fue el programa con más audiencia y se comió con patatas a todo lo que se puso por delante.

De esos 7 millones de espectadores no hay ninguno que consulte Filmaffinity, lo cual los convierte automáticamente en ciudadanos de segunda. Porque para el resto de España, y posiblemente del mundo, Ana despierta toda una serie de sentimientos tan nauseabundos como sus dotes de interpretación.


Un personaje mediático detestable que escribe su propia serie y la satura con su egocentrismo. ¿Podría haber algo peor? Si, podría haber sido Belén Esteban.

Emocionante, épica, carismática, conmovedora...

Es lo que podría haber sido esta película si no fuera porque es un producto destinado a la ingesta de forraje. Así que mientras hacemos el mayor ruido posible con nuestras bolsas de aperitivos y mascamos a dos carillos ante la pantalla, contemplamos una historia que transcurre en una pseudo Edad Media alternativa de barras y estrellas.


La película es presentada de una manera tan sobria y trascendental que en ocasiones parecerá que estamos ante un trabajo similar a la lista de Schindler, de hecho vemos un claro guiño a Spielberg en la escena final (*1)
En realidad ese tono tan... adulto es todo un acierto si lo que queremos es que los consabidos gags de turno y las exageraciones heróicas propias del género rechinen como lo haría un coro de matasuegras en el Danubio Azul.



Los personajes son coherentes, desde Lady Loxley y su metamorfosis a Juan Sin Tierra, el cual está inspirado en el propio Ridley Scott, quien también despidió a su consejero real para realizar esta obra. Los actores cumplen , los villanos fruncen el ceño y escupen mucho al hablar.


Así pues los detractores de las mallas verdes y del desenfado hallarán en esta impactante y cool versión moderna los ya clásicos despropósitos de la nueva era del cine.
Y con doble ración de slow motion.