En apenas hora y media, el director Hallvar Witzø nos ofrece todo un tratado de los sentimientos humanos. Con un aparente humor intrascendente, la trayectoria vital del protagonista y el pueblo donde vive se convierten en una condensación nostálgica aplicable a cualquier rincón del planeta. Esa amargura de la soledad que es incapaz de abandonar a ciertas personas por mucha explosión vital que uno tenga. Es de destacar la notable evolución que va desarrollando la película, de una extraña comedia sin importancia al melodrama casi existencial que realmente es.

Magistral.

Asombrado se queda uno cuando esta película, que se estrena ahora en España, se llevó la Palma de Oro en Cannes. A su excesiva duración, que es exasperante, se le suma una ambigüedad ideológica que, por momentos, se sitúa en contra de la crítica inicial que se pretendía. Situaciones que de tan exageradas, se le escapan de las manos al director por querer rizar demasiado el rizo.
Muy sobrevalorada para lo poco que ofrece.

Muy floja la última película de Alex de la Iglesia. Los actores están acertadísimos, pero el problema del guión es que no es creíble. Es una constante del director que sus películas vayan de más a menos: partiendo de una idea muy buena, al final se convierten en un despiporre argumental, en esta ocasión caótico y desmadrado cinematográficamente hablando. Entre el romanticismo, la comedia de enredo y el costumbrismo contemporáneo, sale uno del cine pensando en lo poco que se ha divertido y en lo desaprovechados que están unos buenos actores en una historia alocada y con poca chispa.

Un documental no sólo es el retrato cronológico de alguien; es también su alma, su fuerza vital. En el caso de Labordeta, son tantas las facetas en las que destacó que es difícil encajarlo dentro de la categoría de "un hombre sin más". Una visión honesta de una persona que dejó en esta vida mucha sabiduría y sencillez.

No siempre se puede acertar, y lo peor que le ha pasado a Shyamalan es dejarse llevar por una novela tan floja y aburrida como la de Tremblay. Y la consecuencia es una película que ni tan siquiera el director sabe llevar a su terreno. Una nadería absoluta que no deja ni tan siquiera una buena labor de dirección.

Muy floja.