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Críticas de Jinete nocturno
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Críticas 177
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
21 de noviembre de 2021
11 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tenía la menor intención de dedicarle una crítica a esta película. Siendo un despropósito, ni siquiera me había ofendido lo suficiente como para sentirme “violado”. Sin embargo, he comprobado con asombro que este detritus de la posmodernidad, que combina lo peor y más decadente de ese arte agonizante que suplica desde una cuneta el tiro de gracia llamado “cine”, tenía casi la misma nota que el Candyman original. Y claro, ahí es cuando se me ha infamado la masa testicular.

Vamos a la matanza:

1) Sin duda, es una película de fantasía. No, no porque salga un asesino de ultratumba con un garfio, sino porque refleja a una clase social inexistente: Los negros pijos de clase alta urbana de EEUU que miran por encima del hombro y a los blancos. ¿Hola? En efecto, y ya lo adelanto, si cierta serie era un sueño de Resines, todo lo que pasa en esta película es la fantasía onanista del clásico “progre” yanqui, obsesionado con el asunto racial y lo políticamente correcto y que, encerrado en su burbuja pijiprogre, desconoce el mundo real hasta lo risible.

2) La famosa “agenda” lo impregna todo. Si en el Candyman original el asunto racial era presentado con elegancia e inteligencia, aquí cero sutileza: toma corrida tibia en tu cara, blanco. Mira tú que los protas, y pese a vivir en apartamentos acristalados de 2 millones en el centro de Chicago y no haber trabajado con sus manos en su puta vida, se encargan de recordarnos cada 3 minutos la “opresión” que ejercen los blancos sobre ellos. Y que se entienda: Soy consciente del racismo y discriminación que sufren aún los afroamericanos. Pero la forma pueril, maniquea e inverosímil de mostrarlo en esta película bascula entre lo panfletario y el chiste involuntario.

Un momento, ¿pero esto no era una peli de terror? Ah sí, perdona. Me pasa como al guionista: se me ha olvidado completamente. Vamos a ello.

3) ¿Cómo es como película de terror? Gracias por preguntar: una reverenda mierda. Y más si se comente la temeridad de compararla con el original que, mira por dónde, es justo lo que voy a hacer.

-La sutileza: el original era una película de cocción lenta, atmosférica, adulta. Sin apenas concesiones a los tópicos del slasher o el terror adolescente. Se tomaba su tiempo en crear una atmosfera ominosa, opresiva. Y, por supuesto, seguía a rajatabla el principio de “No muestres, deja a la imaginación trabajar”. Aquí todo es obvio hasta lo pornográfico. Set pieces de slasher chungo con cero tensión o interés y mucho gore porque sí.

-El romanticismo: Candyman es un monstruo clásico, como aquellos que popularizó la Universal, no muy distinto a Frankenstein o la momia: la víctima de un destino funesto que regresa del más allá buscando justa venganza. Podemos empatizar con él, comprender un dolor que trasciende la carne y el tiempo. En realidad, el gran tema de Candyman es justo ese: la trascendencia. “No me olvides”, “Seamos eternos”, “Siempre fuiste tú, Helen”, repite una y otra vez. Candyman no es un simple matarife con garfio, sino un arquetipo que habla a nuestros anhelos y miedos más profundos. ¿Qué es Candyman aquí? “Una víctima de la opresión blanca” “Candyman somos todos, brother, porque todos somos víctimas”: así de mierdoso, pueril, y panfletero es el subtexto. Subtexto, digo…
Ah, y de la relación interracial, olvídate. Por supuesto, cualquier rastro de eso es borrado en este reboot/secuela/aborto. “¿Cómo un hermano se va a enamorar de una asquerosa blanca opresora?”. Imposible. Como metas eso jodemos el discurso.

¿Algo salvable? Pues iba a mencionar cierto giro de guion que durante un momento me ha hecho pensar que a lo mejor acababa aprobando a la peli, pero no. Falsa alarma.
Lo dicho. Pasando.
Jinete nocturno
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4
29 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía esta peli pendiente: en su momento, ya sospeche que, como resulta casi inevitable en cualquier remake que se precie, sería un espectáculo completamente prescindible que solo serviría para abrirme la úlcera y revindicar la de De Palma. Pero, aprovechando que “Aguas Turbias” le estaba dedicando un monográfico -saludos si les llega-, me dije: “Bueno, vamos a verla. A lo mejor sacas algo de la experiencia”.

Pues oye, qué hora y media tan bien invertida. En constatar la completa decadencia de esto del cine, digo. Y es que, en efecto -oh, sorpresa-, todo aquello que podían hacerse mal está mal. Y que se me entienda: la dirección es correcta, la fotografía aceptable, las actuaciones bastante notables… Sí, sí, sí. Bla, bla, bla. Solo faltaría que se hubiera fallado en eso en un producto de un gran estudio y con un presupuesto veinte veces superior (se dice pronto, amigo) que la versión original. ¿El problema? Pues que, como de costumbre en el Hollywood actual, no han entendido nada. Y nada es nada. Ni la novela de King ni la película de De Palma. Se han limitado a copiar algunas escenas y reinterpretar otras, pero sin entender ni qué las hacía funcionar ni su sentido orgánico.

En efecto, y para empezar, tenemos una peli de terror que no da miedo: pulgar arriba. Ni un segundo de desasosiego, inquietud… Nada ¿Por qué? Oh, sencillo. El terror se basa en el “sembrado”, en el “fuego lento”, en la sugerencia. Y aquí no hay nada de eso, no hay misterio. ¿P’aqué? Si en la De Palma los poderes telequinéticos se insinuaban a cuentagotas, aquí llevamos diez minutos y ya tenemos a la prota moviendo objetos con total facilidad (con mucho movimiento de manos, en plan mago chungo) y levitando. No sabia si estaba viendo un remake de Carrie o la nueva de X-Men . Al menos le reconozco a la directora coherencia en el despropósito. Y es que, si ya la película empieza siendo tan sutil como una cucaracha en la nieve, ya puedes imaginarte hasta qué punto el final desbarra para convertirse en un grotesco festival de efectos digitales casposos (la sangre toda en CGI, por supuesto) y momentos involuntariamente hilarantes: Impagable el momento “Superman”. Qué, oye, a lo mejor la entendido mal, y resulta que Marvel ha comprado los derechos y estaba viendo la historia de origen de Bruja Escarlata.

Y hablando de la protagonista. Oye, qué gran idea contratar a una muñequita sureña de sonrisa profident como Chloë Grace Moretz para interpretar a Carrie. Tú la ves y dices: “Seguro que le hacen bullying y se ríen de ella. La clásica paria social de instituto”. Y es que, claro, “asín” es Hollywood: incluso para interpretar a un personaje que la novela describe explícitamente como fea (alta, desgarbada, con sobrepeso y cubierta de granos) tienen que elegir una belleza estereotipada. Y sí; tampoco es que Sissy Spacek fuera un ogro, pero distaba de ser una belleza típica y tenía un punto muy inquietante. Y, por cierto, Spacek tenia veinte años cuando interpreto el papel, la amiga Chloë quince, y eso también es un error: sencillamente, y por mucho que el personaje tenga esos quince años, es imposible que una chica de esa edad pueda interpretar correctamente un personaje tan complejo y atormentado.

En fin, podría seguir horas y horas glosándote todo lo que esta mal aquí, pero hay un ejercicio mucho más demoledor. Cógete la peli de De Palma y ponte sus primeros cinco minutos: La música de Donaggio; ese tráveling lateral en cámara lenta, atravesando las filas de taquillas; el filtro difuso que llena el plano de luz; los planos detalles al cuerpo de Spacek… Luego ponte ésta y su correcta (a secas) y estéril puesta en escena, perfectamente olvidable. Está todo dicho.

Otro remake que solo sirve (y no es poco) para revindicar el original. No pierdas tu tiempo salvo si es como ejercicio de melancolía.
Jinete nocturno
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4
25 de septiembre de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Theodor Adorno, junto a su colega Hockheimer, publicó en 1946 la que quizás sea la obra más importante y lúgubremente profética que ha dado el pensamiento occidental en un siglo: Dialéctica de la Ilustración. Obviamente, este no es el sitio para despiezar el texto, pero lo mejor es su autopsia descarnada de la industria del entretenimiento. Para Adorno, la función de principal del cine (como gran medio de masas) es domesticar y alienar a la clase trabajadora; destruir cualquier rastro de rebeldía, enseñarle que se humillado y explotado es lo “normal” y a centrar su odio y resentimiento social, no contra el Poder, sino contra aquellos que están incluso peor con él.

Pues bien, pocos casos más descarados de ese venenoso “mensajito” ideológico como esta “pilicula”. ¿Crees que exagero, que se me va? Lo analizamos, venga.

Yo, Tonya debería ser una tragedia. Objetivamente, es la historia de una chica pobre nacida en una familia desestructurada en lo más tópicamente deprimido de la “América profunda”: condenada desde su nacimiento a tener una vida de mierda en los límites de la marginalidad. Pues bien, pese a este destino ya escrito, esta chica, a base de ovarios y voluntad, consigue abrirse camino en uno de los deportes más repugnantemente elitistas y clasistas que existen, consiguiendo pasar por encima de decenas de niñas pijas de Manhattan. Hasta ahí, estamos ante una obvia historia de superación, que debería causar admiración en cualquiera. De hecho, sería exactamente ASÍ como esta película nos vendería su historia si su protagonista fuera una chica negra… Pero no, Tonya no era negra, sino una “redneck”, así que el escudo de lo políticamente correcto no la protege. Lástima.

Por supuesto, sus actos posteriores son indefendibles, pero una cosa no quita la otra: una película justa con su historia sería, e insisto, una tragedia: la historia de una caída, de un sueño roto… ¿Y qué hace la película? Ridiculizarla desde los títulos de crédito: mostrar su historia con el desprecio arrogante con el que un niño pijo universitario de Harvard ve siempre a aquellos que trabajan con su manos: convertir su vida en un chiste y ridiculizar sus logros como poco más que golpes de suerte. Una historia de superación convertida en contra ejemplo social.

Y sí, amigos, aquí entra Adorno: he aquí porque esta película es tan detestable, tan inmoral, tan venenosa. Su mensaje es que los pobres deben resignarse a ser pobres, que no existe redención, y que es legítimo reírse de sus caídas porque el “mal” es siquiera que lo intenten. La white trash es eso, basura: está para que “nosotros” (el blanco de clase media al que va dirigida la película) podamos reírnos de ella y decir “estamos jodidos, pero ellos lo están más”.

Así que lo siento, pero ahí mi suspenso para la película. Un suspenso, por lo demás, bastante objetivo, y es que es una película burda y ramplona, que intenta imitar el “humor” de los Cohen pero sin conseguir ni acercarse y a la que ni siquiera la correcta actuación de Margot Robbie salva.

Al vertedero de basura tras ponerse los guantes: mancha.
Jinete nocturno
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7
12 de septiembre de 2020
1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aclaro que estoy muy lejos de ser un entusiasta de Disney –el filósofo Adorno definió a Disney como el “hombre más peligroso del Mundo”-y su ideología cínica, biempensante, acomodaticia y vorazmente devoradora. De hecho, y no deja de ser irónico, he acabado viendo esta película más como acto de boicot que por interés.

El caso es que, dejando aparte estas cuestiones colaterales, y una vez vista, tengo que decir que, frente a la avalancha de palos que le están cayendo, me ha dejado un buen sabor de boca. Con muchos “peros”, ciertamente, pero satisfactorio pese a todo. En efecto, las redes sociales están cada vez más repletas de patética chusmilla que decide huir de su triste existencia metiéndose con el producto cultura del moda, ya sea para defenderlo acrítícamente -PUTA Hobra MAESTRA- o destrozarlo sin piedad. Y este, precisamente, es el caso.

Y es que no; ciertamente Mulán no redefine el cine ni aporta nada realmente interesante a su referente animado o al género. Pero, desde luego, tampoco es un desastre o tiene defectos graves que justifiquen las bajísimas notas que se está comiendo, inverosímiles en un producto Disney. De hecho, y comparado con el Episodio IX, por citar el último gran producto de la casa, esto es gloria bendita que cura la calvicie y hace que crezca el manubrio.

¿Lo bueno? ¿Lo malo? Te lo cuento: vamos a la faena.
Primero aclarar que aquí hay dos películas en una. La primera parte, que cuenta la construcción del personaje a modo de enorme prólogo, y su aventura propiamente dicha. Pues bien: mientras que la primera hora de película funciona como un tiro y deja un agradable sabor de boca, pasado el ecuador la película se hunde en la mediocridad más pasmosa.

En efecto, hay dos cosas que esta “Mulán” hace muy bien. La primera es la presentación del personaje. Hay que reconocer que hay estilo, sutileza, y hasta elegancia en ello. El personaje es fuerte y carismático, pero, al contrario que las nauseabundas Mary Sues pluscuamperfectas que nos vomita últimamente el cine (lease Capitana Marvel) es igualmente insegura, agradablemente femenina y torpe al punto de ser capaz de provocar cierta ternura en el espectador. En efecto, aquí, y pese a que se nos vende que Mulán posee ciertas facultades desde cría, aquí si hay una mínima construcción del héroe y ganas de dotarlo de un poco de profundidad psicológica.

La segunda, es la forma de presentar el feminismo.
Y es que sí; aquí también hay la inevitable “agendita” de los cojones. ¿Qué os pensabais, pringaos?: es Disney. Pero, oye, al menos esta vez no resulta insultante. Frente a “joyas” como Birds of Prey, Los Ángeles de Charlie, o la última de Black Christmas, que soy fantasías onanistas salidas del feminismo más casposo, pasado de vueltas y carpetovetónico, y en las que podemos ver a una psicópata rompiendo las piernas a un tipo a sangre fría o quemando vivos una veintena de hombres, aquí tenemos un feminismo bastante menos caricaturesco, y con el que cualquiera podrá empatizar: la muy legítima lucha de una mujer por ser tratada como un igual y valorada por sus méritos. Así sí.

Por desgracia, lamento decir que la película pierde todo interés, irónicamente, en el momento en el que el personaje se quita sus ropas masculinas. Y es que a partir de ahí ocurren tres catástrofes simultaneas: el guion cae en el ridículo a ritmo acelerado, el montaje enloquece y la peli, que hasta ese momento había mostrado cierta sutileza y hasta inteligencia, se convierte en una mero vehículo de acción, con nuestra prota flipándose fuerte a base de piruetas inverosímiles y cabriolas locas que acaban de hacer que desconectes del todo de la película.

En resumen, un film irregular, descompensado, pero en absoluto una la catástrofe que se podría suponer. ¿Recomiendo pagar por ella? El precio actual no, desde luego, pero más adelante, será un DVD que seguramente disfrutarás.
Jinete nocturno
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6
4 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta que este humilde servidor tiene su corazoncito, y uno de los huecos que corresponden a esos amores cinematográficos imposibles lo ocupa la tristemente desaprovechada Mary Elisabeth Winstead. El caso es que madrugada asfixiante de verano, 28 grados, insomnio asegurado… Y, oye, me he animado a añadir esta muesca al revolver: una de las pocas “joyas” que me quedaban por ver en su “excelsa” filmografía. (En serio; que cambie de agente).

Por supuesto, y más allá, de satisfacer mi fetichista curiosidad, no esperaba nada. Y es que ya tengo una edad que, oye, estás mierdas de Disney, como que no. En especial si hablamos de ese periodo especialmente siniestro de la compañía que va desde mediados de los noventa hasta mediados de la década siguiente, en el que parió algunos de los sub-productos de la cultura pop adolescente más infestos y tóxicos jamás concebidos (un arco infernal que va de Britney Spears a Hannah Montana). Y, sí, ya adelanto que no ha “decepcionado”: ahí están los inevitables clichés de instituto yanqui con toda la previsible mierda sobre los abusones, los “chicos populares”, los “loosers”, la tía buena de ensueño, el tópicazo del perdedor que se redime… Vaya, lo siento, te he contado la película…

Coñas aparte, y pese al bombardeo de tópicos y que sepas exactamente lo que va a suceder durante los siguientes noventa minutos apenas pasados los títulos de crédito, lo cierto es que el producto es lo suficientemente autoparódico (jamás se toma en serio, ni como comedia, y eso es un acierto) y original en sus situaciones y desarrollo para resultar medianamente entretenido y disfrutable. Si a eso le unimos unos personajes que en lo general funcionan (como clichés, se entiende) y unas actuaciones más que aceptables en un producto adolescente (con una única excepción), el resultado es hora y media de satisfactorio entretenimiento. Antes de que se me olvide, a destacar en el reparto el inefable Kurt Russell, que pese a estar en el momento más bajo de sus carrera e ir con el piloto automático… Oye; cada vez que sale, se come la pantalla.

Y ahora, cómo no, un espacio para la reina de la fiesta -y nunca mejor dicho-. Y es que leyendo el resto de críticas no he podido menos que sonreír al comprobar que la admiración por Winstead (y no en sentido actoral) es lugar común. Pues bien, lamento no poder compartir el entusiasmo de muchos respecto su aparición aquí. Quizás sea lo más interesante y memorable de la peli: al parecer, lo único que a estas alturas se recuerda. Pero no sé yo si por las razones adecuadas. Porque si bien es cierto que su presencia física es imponente (un bellezón a sus 20 años recién cumplidos), y basta de por sí para “vestir” a su personaje (la inevitable diosa inalcanzable de perpetua sonrisa profident a la par que niña buena que, oh sorpresa, no lo es tanto), hay que decir que su actuación es lamentable. Tanto, que produce cierta ternura; sobre todo en la medida que, hoy por hoy, suele ser de lo más rescatable de las películas (de mierda) en las que actúa. Nadie nace aprendido, ¿verdad?

Lo dicho. Le doy mi beneplácito. Medianamente entretenida. No está mal para echar un rato.
Jinete nocturno
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