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Críticas de Néstor Juez
Críticas 880
Críticas ordenadas por utilidad
6
20 de marzo de 2016
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kusama orquesta un pausado thriller de tensión graduada en el que se palpa que algo turbio se oculta tras las extrañas apariencias de los amigos invitados al guateque, que tiene lugar en una casa en la que la tragedia azotó a todos años atrás.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Néstor Juez
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7
19 de noviembre de 2021
1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Independientemente de las sensibilidades artísticas de los equipos creativos implicados en sus producciones, hay algunas películas que se venden solas por sus características narrativas y tipológicas. Hasta tal punto que recurrir a festivales para embeberlas de prestigio puede incluso resultar superfluo. Tal es el caso de los biopics, género de probado interés popular por mucho que la crítica no deje de rabiar. La película que nos ocupa ha creado expectación por la figura retratada y el aliciente de la interpretación de su actriz principal, mientras que servidor ardía en deseos de verla por el realizador que la firma. Se trata de Spencer, nueva película del chileno Pablo Larraín con Kristen Stewart encarnando a Diana de Gales que fue presentada en la Sección Oficial del pasado Festival de Venecia. Su recibimiento crítico ha sido tibio, pero la alta estima en la que tengo a Stewart y mi admiración por el cine de Larraín hicieron inevitable que la cubriera con prontitud. Spencer es una película que transmite con fuerza sus ideas y utiliza los recursos cinematográficos con incuestionable destreza. Un ejercicio atmosférico desasosegante que, eso sí, agota sus ideas demasiado pronto.

Una volcánica golondrina encerrada en una jaula de cristal. Un deslumbrante astro resistiéndose a ser domado. Una joven luchando por preservar la esencia en un despiadado entorno regido por la tradición. Un universo regio del protocolo y de lo previamente establecido, que busca de ella crear un icono recto para lucir a la sociedad. La futura reina refugiándose en sus vástagos y en recorrido emocional para volver a ser, simplemente, Diana Spencer. Purgatorio real navideño de tres días con madre en constante punto de fuga. Un filme detallista ante todo en su retrato de las férreas normas, agendas y tradiciones que siguen todos los actores que operan en Windsor, desde los miembros de la familia real hasta el chef o el último del servicio. Un mundo cerrado presa de las apariencias donde nada se puede improvisar. La puesta en escena de esta idea es lo mas jugoso de la película: las marciales procesiones de legiones de mayordomos, criadas, responsables de vestuario o cocineros que al unísono siguen una estudiada coreografía de actos estandarizados hasta el último gesto. Filme engalanado de muchos quilates a nivel audiovisual: Larraín siempre tuvo mano orquestando los movimientos de cámara, y aquí esta se desplaza en estilizados movimientos laterales o circulares de aproximación, acomodándose por ópticas angulares y composiciones cuidadas con simetrías y especial cuidado a los pequeños detalles de dirección artística que dotan de dimensión a los lugares recreados. Recurre al fotoquímico para dar una brumosa textura de fragilidad, y a la opresiva y desquiciante música de Jony Greenwood para apuntalar el tono de demencia. Cómo cabría esperar, Kristen Stewart hace un portentoso trabajo, si bien no el mejor de su carrera: en ocasiones se recrea en la pose histriónica, pero arma un gran ejercicio gestual y corporal para transmitir esa angustia e incomprensión, esa abrasión en la propia piel. Una bella criatura que desearía estar en cualquier otro sitio.

Un filme que propone un paisaje psicológico estimulante, pero cuyos elementos paisajísticos quedan perfilados ya en su primera media hora. Su metraje resulta excesivo para lo que se propone, y su estructura ofrece una dinámica que se torna reiterativa. Dada su insistencia en recurrir a las mismas ideas expresivas y temáticas, provoca que, en última instancia, la película sea simple. Se centra tanto en la impactante recreación psicológica y física de Lady Di que el resto de personajes se resienten, y muchos de los miembros de la familia real abrazan sin reparo la caricatura. La simbología y analogías a las que recurre el guion de Knight son atractivas, pero la manera de ponerlas en escena resulta obvia. De tanto recurrir a ellas, burdas. Aún proponiéndose como objetivo principal incomodar, no es una película tan incisiva, y su acercamiento al mito y a los sucesos históricos escogidos no enriquece demasiado aquello que ya sabíamos previamente al visionado de la película. Y por preciosista que sea su factura, el potencial expresivo de sus elementos lingüísticos no se explotan a su máxima potencia. En suma, una recomendable y valiosa película que se habría visto beneficiado por un metraje mas conciso, y que permite intuir una excelencia fílmica que, quizás por falta de ambición, no se culmina.

Asfixiante, refinada y crítica, Spencer ofrece un retrato psicológico formalmente vistoso y atractivo pero limitado en su profundidad.
Néstor Juez
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6
19 de septiembre de 2018
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La venerada realizadora nipona Naomi Kawase, que competirá por la Concha con Vision, debutó en el largometraje a finales de los 90 con el que vimos a continuación: Moe no suzaku. En las boscosas montañas de la región de Nishiyoshino, una familia vive en armonía. Las obras del tren darán trabajo al padre, y su hija Michiru empieza a tener sentimientos hacia su primo. 15 años después, todo ha quedado estancado. Cine costumbrista y familiar, mundo rural y naturaleza. Familias y el fin de un modo de vida por el progreso, poesía y sensibilidad. Todos los rasgos del estilo de Kawase, tan venerado desde entonces, ya estaban aquí. Pero en esta ocasión no hay nada más. Hay una mirada diferente, con personalidad, pero no hay relato. No hay tempo, no hay emociones intensas, no hay personajes ni conflictos bien definidos. Ni la estética, la gran baza del filme, está todo lo pulida como para que el filme merezca la pena. Encontramos una secuencia sensacional para cerrar el filme, y una sensibilidad innegable para retratar los arrebatadores paisajes naturales del filme. Filme lacónico, sí, y poco ambicioso, pero viendo todo lo que vino después este filme tan sólo es un apunte. El punto bajo de la tarde.
Néstor Juez
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6
21 de abril de 2022
4 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mal que pese a gran parte del sector de la crítica, tan trascendental es en la aproximación a una película el hecho fílmico (la propia película, su construcción, planos, montaje…) como el hecho cinematográfico (las condiciones de la producción, el momento cultural en el que la película ve la luz…). Podemos pretender engañarnos, pero el contexto siempre influye nuestra percepción y acercamiento a un nuevo largometraje, y la propuesta de terror española que hoy nos ocupa diríase que padece una maldición desde hace algunos meses. Se trata de Veneciafrenia, último trabajo del prolífico y singular realizador bilbaíno Álex de la Iglesia que hace las veces de primera entrega de la futura antología de largometrajes de terror The fear collection y que fue presentada en el pasado Festival de Sitges.

Se esperaba para octubre, pero tras un par de retrasos llegará finalmente a las salas este 22 de abril. Una de los puntos de partida más descabellados de la trayectoria del director, al cual procuré acercarme de la manera mas limpia y objetiva posible pese al viciado y derrotista contexto que la acompañaba. Y como sucede de manera recurrente en el cine de De la Iglesia, su aventura veneciana contiene bastante potencial, pero este se manifiesta con unos resultados decepcionantes. Un torbellino con sugerentes ideas y extravagante personalidad que dista de ser el desastre que muchos pregonaron, con demostraciones claras de pulso pero también flaquezas consecuentes con lo que no deja de ser una producción atropellada.

Por mucho que los analistas nos afanemos en buscar lecturas metafísicas, simbólicas o sociales en cada decisión creativa tomada por un cineasta, la realidad es que dos de cada tres de sus opciones persiguen dar forma física a ideas visuales. Resulta evidente que el núcleo de esta historia era juntar el terror con la estética de las máscaras y trajes venecianos a los que el turismo global tiempo ha que despojó de significado. Y sin embargo, aunque el impulso germinal es esteta, De la Iglesia logra construir a su alrededor un discurso temático que es tal vez lo más jugoso de la peculiar cinta: las comunidades locales enfrentadas a ese idiotizado, enajenado y ruidoso turismo global al que observan como el gran enemigo de su propia identidad. La rebelión comunitaria de los lugareños y la preservación de costumbres ancestrales para erradicar desde la seducción a los lozanos forasteros con ganas de fiesta y desenfreno sexual.

Una propuesta explosiva que apuesta por claridad por entretener, por el apunte cómico y por apuntes de violencia explícita y expresiones sangrientas en la vena del cine de género de serie B y los giallos italianos de los 70. Una montaña rusa de amigos españoles yendo a los canales a festejar sin cortapisas que nunca se detiene y encadena verborrea, carrera de cámaras y ebullición corporal con tenebrosa intriga y drama velado. Una propuesta autoconsciente y desenfadada sostenida sobre una necesaria suspensión de incredulidad que sólo puede funcionar si estamos dispuestos a aceptar la apuesta sin cuestionarla demasiado. La presencia de Armando de Razza y Cosimo Fusco aportan oleadas de carisma y presencia a la película, y la doble identidad española-italiana de la película, así como su apuesta por unos repelentes millenials neoliberales españoles como protagonistas con los que ser despiadado, la dotan de interés.

Álex de la Iglesia representa una figura apasionante en términos de producción, pues pocos son capaces de sacar adelante proyectos tan creativos y ambiciosos con presupuestos moderados y reducidos planes de rodaje. Sin embargo, esta eficiencia ha jugado en esta ocasión en detrimento de una película confeccionada a salto de mata, que habría merecido mucho más reposo para dejar un impacto más indeleble. Hay un exceso agotador de planos demasiado breves, y de cámaras que se mueven con poco sentido más allá de incrementar el pulso de, todo sea dicho, un filme con mucho brío. Para ambientarse en una de las ciudades más bellas del mundo con elegantes trajes de época, es sorprendente lo poco que luce, debido principalmente a su neutra y plana fotografía. Y si bien apuesta por un tono trash mayormente conseguido, sus partes de afectación dramática no resuenan con la fuerza de sus momentos equivalentes en 30 monedas, pues la historia deriva a intensos momentos cargados de cierta solemnidad que vienen precedidos por una ligereza rauda que no da espacio para el desarrollo dramático. Y sorprendentemente, pese a apostar por la escalada de explosividad demente y violenta propia de su filmografía, ofrece un desconcertante epílogo anticlimático. Un amasijo borroso de semillas mal germinadas.

Desfasada y ruidosa, Veneciafrenia nos adentra en un parque de atracciones en el que podremos vivir una experiencia amena y trepidante si nos dejamos llevar por su tren de la bruja. Es también uno de los trabajos menos logrados de su autor, así como una versión venida a menos de todo su potencial.
Néstor Juez
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6
15 de agosto de 2019
4 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine español crece año a año, como está demostrando un gran año 2019 de fuerte presencia en festivales internacionales. El cine de Industria se encuentra en un momento atractivo de calidad, y entre la cinefilia y la crítica especializada está ya muy asentada y apreciada nuestra gran corriente de cine independiente. Y dentro de este universo no hay realizador más consolidado y con mayor legión de aficionados que el ya no tan joven Jonás Trueba, un integrante más de una larga familia de cineastas. Breve es su filmografía pero en algunos circuitos culturales (vaya usted a saber porqué, pero no entremos en esos cenagales) empieza a tomar un cariz de leyenda. Servidor no lo tiene estudiado pero la única película que ha visto de este señor le satisfizo realmente poco. La que nos ocupa, sin embargo, ha sido aplaudida fuera de nuestras fronteras. Ganó el premio Fipresci de la crítica y la Mención especial del jurado de la Sección Oficial de Karlovy Vary. Esta es La virgen de Agosto. Filme que se estrena en un momento adecuado, de manera que la realidad hace eco a la ficción, y que hasta cierto punto sirve de homenaje y remanente de la labor cultural del Madrid de Carmena. Cine local sobre, por, para y en honor de su espacio, narrado con la sensibilidad y maneras de un cine independiente de escuela elevadamente validado. Deseoso de que el filme llevara la contraria a mis prejuicios y de descubrir al fin un filme que me hiciese reconocer el susodicho talento, acudí a la cobertura de este estreno con indisimulable interés. Me place escribir de una película sin atisbos de excelencia, pero sin duda una buena película. Una historia sobre una semana de cambios personales en el interludio estival sencilla en contenidos y formas, pero sensible y moderada en su puesta en escena y creación de momentos. Película de la vida habitual que no desentona y captura verdad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Néstor Juez
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