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España España · Madrid
Críticas de OsitoF
Críticas 2,094
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
21 de enero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Alacrán enamorado” adapta una novela de Carlos Bardem, el más activista e intelectual de la familia y, sorprendemente, me gustó bastante. De sobra son conocidos mis prejuicios hacia los Bardem (como no me gusta el caldo, aquí tengo tres tazas: Javier y Carlos por partida doble) y no tengo especial afinidad con los actores jóvenes nacionales, pero “Alacrán enamorado” me sorprendió por su buena factura y por una historia que, si bien tiene paralelismos con “American History X” que son evidentes y más que sospechosos, al menos adapta con bastante solvencia la conocida película norteamericana a los usos y costumbres españoles. Yo siempre digo que puestos a plagiar, coño, por lo menos sé inteligente y plagia algo bueno, así que para mí no hay problema por ese lado.

En cuanto a la ejecución, puede que muchas de las interpretaciones sean mejorables, pero dan la talla. La película tiene una contundente carga física, de la que los protagonistas van sobrados, una importante carga emocional, que capean sin muchos problemas (aunque alguno estaba aún empezando por entonces) y una nada desdeñable carga ideológica contra la ultraderecha que, para los circos que luego ha terminado montando el autodenominado «mundo de la cultura», se mantiene dentro de parámetros muy razonables, fundamentalmente porque, por así decirlo, el villano de la película es el fascismo real (neonazis, esvásticas y demás) y la producción, en gran medida, logra darle una forma física creíble. De hecho, lo menos afortunado de la obra es el papel de Javier Bardem como líder supremacista, no por su interpretación sino por una escritura estereotipada e instrumental, posiblemente por la inercia de querer traer de “American History X” el papel de Stacy Keach sin pensar detenidamente en si encajaba en el formato de lo que es la estructura española de ese mundo.

Pero bueno, yo creo que hay más lucas que sombras. La película también saca partido al mundo del boxeo y las peleas, con una notable planificación, escenificación y realización, en línea con el conjunto de un metraje que te lleva al lado oscuro y traicionero de una noche madrileña perfectamente reconocible, a ratos amigable y a ratos hostil. No sé si es una buena o mala película, pero conecté con ella cuando, sobre el papel, pareciera imposible. Como mínimo, algo tiene que tener.
OsitoF
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6
19 de enero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin entender mucho de cine, diría que hay dos factores que hacen de esta “La habitación” una película especial: sus interpretaciones y el enfoque de su narrativa. Lo primero es objetivo e incontestable y da buena muestra que la controvertida Brie Larse ganase el Oscar sin oposición y que nadie se explique que el niño, Jacob Tremblay, no estuviera nominado a otro. Lo segundo me parece una genialidad por momentos y una idea innovadora de difícil encaje a ratos, pero es lo que confiere a la producción su gran seña de identidad.

De historias de secuestros y desapariciones están el cine y las series de TV llenos, pero todas con perspectivas de corte tradicional, generalmente desde el punto de vista de las autoridades contando cómo se desarrolla la investigación, de la familia describiendo cómo se vive en esas circunstancias o del criminal explicando la planificación y ejecución del crimen. En casi todas ellas el papel de las víctimas es puntual e instrumental, para dar sensación de apremio a la policía o para subrayar la maldad del secuestrador (como si hiciese fácil). Por eso el planteamiento de “La habitación” es innovador y, durante la primera hora, el foco total es para unas víctimas a las que el espectador acompaña en el horror de su cautiverio.

Un cautiverio de larga duración, por otra parte, tan inquietante como verosímil, en línea con otras historias similares de raptos que no tienen como objetivo conseguir un rescate sino motivaciones mucho más terribles y sórdidas, que sumergen al público en un terror patológico, sin sustos ni sangre ni habitáculos minúsculos oscuros que, en el fondo, es casi peor. Incluso conociendo un poco las premisas de la película (si se ve sin referencias de ninguna clase el impacto es brutal), la primera media hora es brillante y perturbadora, un viaje a un infierno absolutamente tangible, tanto más macabro porque toma una apariencia casi inocente.

Sorprendentemente, “La habitación” tiene su clímax poco antes de mediada la película y, a partir de ahí, la película cambia totalmente, casi arrancando una nueva película acerca de la superación del trauma y las secuelas psicológicas que comparte metraje con la anterior sobre la experiencia de vivir secuestrada. La relación entre ambas es meramente tangencial, con relaciones ocasionales entre lo vivido y su impacto y, de hecho, los detalles del desenlace se van desgranando con cuentagotas de manera expositiva, a través de fragmentos en conversaciones. La idea, que supongo que es soslayar la parte morbosa y poner el foco en la resistencia a la hora de vivir la experiencia y en la superación de las secuelas, me parece atrevida y original pero no tengo claro que funcione. Aquí supongo que cada uno tendrá su valoración, pero a mí eso de dos películas en una creo que hay que darle una vuelta. Por separado están bien, pero una vez juntas, el clímax que las separa se come a una segunda parte, muy bien escrita y trabajada, pero durante la que no dejan de venir a la cabeza preguntas, aclaraciones y detalles sobre la primera, restándole interés y fluidez.

En todo caso es una idea novedosa de las que, independientemente de que el resultado está más o menos logrado o convenza más o menos, merece reconocimiento hacia quien la haya escrito y justifica una película. Una película que, además, tiene las ideas claras y buena mano para llevarlas a la pantalla. La prueba es que deja mal cuerpo.
OsitoF
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6
18 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un thriller solvente, de esos que no pasan a la historia pero te apañan una tarde de lluvia cuando los habituales caladeros de Disney+ o Netflix están esquilmados y en barbecho, a la espera de que llegue algo interesante. “Circuito cerrado” es una peli típica (en el buen sentido) de conspiraciones, periodistas, espías y terroristas, pero con un trasfondo más político que operativo, es decir, más en la línea de mostrar el juego entre los que tratan de desvelar los detalle de la guerra sucia contra el terror y los que, por el contrario, quieren enterrarlos lo más profundamente posible (mientras al espectador se le plantea el debate de dónde están los límites a la libertad cuando la seguridad está en juego) que de mostrar operaciones de seguimiento, asaltos a pisos franco o investigaciones forenses.

Su rollo no es la acción, quizás por eso se haga un tanto lenta, pero termina resultando interesante al hacer ver que en todas partes cuecen habas, que todos los países tienen sus cloacas y sus mentiras de estado, aunque (con buen criterio) están mucho más profesionalizadas que los cuatro mangantes casposos que han protagonizado escándalos recientes en España. Así, en lugar de ver a Torrentes registrando casas de sospechosos disfrazados de curas, tenemos gente elegante y trajeada abusando del poder del estado mediante coacciones y amenazas (a menudo con una orden judicial obtenida de jueces afines), lo que siempre es agradable a la vista y a la inteligencia (aunque no excesivamente tranquilizador).

Digamos que es más una película para amantes de las series de políticos y abogados, más que para los aficionados a las series de comandos y policías. Por mí, como me va todo, no hay mayor problema.
OsitoF
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5
16 de enero de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como le pasa a todos los géneros en mayor o menor medida, el cine de terror va por rachas o ciclos. Ahora nos encontramos en una fase en la que abundan las series y películas con planteamientos, digamos, serio y profesional, de corte psicológico, intimista y complejo que tratan de activar las palancas que excitan los miedos más internos del espectador con un nivel de detallismo en el contexto y los antecedentes de la historia que resultan, muchas veces, abrumadores. Incluso cuando la película apela a leyendas urbanas, la mitología de la historia es descrita con un rigor casi documental.

“The collector” es todo lo contrario, un exponente de su época, de un terror más simple y explícito, en la frontera gore, un terror de sustos y sangre dirigido a un público no demasiado exigente, que no haga preguntas ni busque explicaciones científicas a las muertes más locas. Hablamos de una época en la que, pongamos por caso, un chica entraba en un ascensor de Ciudad Real y, sin venir a cuento, cuando pulsaba el botón para ir al 6A de la Calle Curtidores, del suelo del elevador salían cuatro motores turbofan con propulsión de combustible sólido que casi la ponían en órbita y, tras describir una trayectoria balística, la empalaban sin escatimar vísceras en la aguja del Empire State de NY... y nadie se paraba a analizar si el modelo FAIN-78C de ascensor tenía las dimensiones necesarias para albergar cuatro motores o, por el contrario, se trataba de un gazapo y soló los OTIS128 (en su categoría) podrían hacer creíble la escena.

La película es violenta y salvaje porque sí, de esa manera injustificadamente inverosímil que sólo se entiende como parte de ese contexto histórico en el que al público le daban exactamente igual las tramas (fuera de la sangre, sólo hay un agujero de guion del tamaño de Carabanchel) y sólo demandaban un hilo conductor entre el desollamiento actual y la siguiente evisceración. Eso sí, con enfoques elegantes y, preferiblemente, en escenarios de lo más rebuscado con trampas mortales que, de ser posible, hiciesen viables primeros planos de sorpresa y sufrimiento. No sé, es imposible de explicar a zoomers que se trata de películas en las que la mitad del público apartaba la vista, la otra mitad se descojonaba y todos pedían más. Hay que estar allí para entenderlo, como los chistes de Arévalo (DEP). Vista bajo esa perspectiva “The collector”, es más que correcta. Desagradable e incomprensible, pero correcta y eficaz.
OsitoF
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5
15 de enero de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las primeras películas serias que recuerdo haber visto es “Días de vino y rosas”, con Jack Lemmon y Lee Remick. La echaban en la tele y tengo la sensación de que vi con menos edad de la recomendada porque me dejó una fuerte impresión (mis padres no tenían en cuenta la violencia o la temática a la hora de autorizar o no tal o cual película, sólo si era picantona o no). Fue el primer contacto con el drama del que tengo constancia y me dejó dos sensaciones fundamentales: la primera, de extrañeza porque acostumbrado a programas infantiles o películas de risa y del oeste, no entendía a dónde quería ir a parar una película en la que no había aventuras ni peleas ni nada (¿cómo podía eso gustar a los mayores?) y, la segunda, de miedo por llegar a caer en las adicciones que hacían tan tristes la vida de unos protagonistas, por lo demás, bastante simpáticos y entrañables.

Es inevitable advertir los paralelismos entre aquella “Dias de vino y rosas” y esta “Tocando fondo”. En ambos casos el alcohol y las drogas tienen son tan protagonistas o más que los personajes principales y, en ambas producciones, la afectación a la vida en pareja, cuando ambos están en el pozo, es uno de los ejes de la película. En muchos sentidos “Tocando fondo” es una revisión del clásico que lo actualiza a un contexto más actual, con sustancias más modernas y aproximaciones más cotidianas. La película es también más dura, más explícita a la hora de abordar los efectos del alcohol y demás, resultando una narrativa con menos tapujos como demandan los estándares modernos.

Pero, a pesar de su crudeza, “Tocando fondo” logra mantenerse en el lado correcto de la frontera con el melodrama. La historia se construye con seriedad y las tramas se desarrollan sin amarillismo. Su mensaje puede no venir dentro del envoltorio más dulce, pero entre todo su fatalismo, tiene el punto de optimismo realista que necesita un producto como este. Poco agradable, no deja un buen cuerpo… pero, de vez en cuando, es necesario pararse en obras como esta para valorar que la vida que llevamos es muchas veces maravillosa, que no hay mal que cien años dure (mi abuela añadía «ni cuerpo que lo aguante» y que de todo se sale.
OsitoF
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