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Sudán Sudán · Me la
Críticas de hate
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Críticas 132
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
5 de abril de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los años 60, Clint Eastwood se encontraba rodando en Austria "El desafío de las águilas" (Brian G. Hutton, 1969), fue entonces cuando Elizabeth Taylor, por entonces la mujer de Richard Burton, su compañero de reparto, le hizo llegar el guión de un western que los dos podían protagonizar juntos. Era la historia de un vaquero que se encuentra en mitad del desierto mexicano con una monja que ha estado a punto de ser violada. Finalmente, la Univerval no quiso pagar el elevado salario que por entonces cobraba la Taylor y eligió como compañera de reparto para Clint a Shirley MacLaine.

"Dos mulas y una mujer" transcurre en México, durante el reinado del emperador Maximiliano, la ocupación francesa del país y la guerra contra los juaristas. Para este papel Clint Eastwood recupera el aspecto del Hombre sin Nombre, el vaquero que aparecía en la trilogía del dolar de Sergio Leone. Aquellas películas se habían estrenado en USA pocos años antes con mucho éxito y "Dos mulas y una mujer" pretendía seguir esa estela. Clint Eastwood interpreta a un mercenario solitario y al que no le gusta hablar mucho. El director del film fue Don Siegel, gran amigo y maestro de Clint. Siegel naturalmente no tuvo ningún problema con él, pero sí con Shirley MacLaine, con la que discutió de la lindo.

Cuando se estrenó no fue muy bien recibida por la crítica ni tampoco tuvo un éxito descomunal. Sin embargo, resulto muy importante en la carrera de Eastwood. Por una parte se consolidaba su relación profesional con Siegel, con el que luego rodaría uno de su mayores éxitos "Harry el sucio"; y por otro, seguía perfeccionando su estilo en uno de sus géneros preferidos, el western, que le daría en el futuro muchas satisfacciones, con títulos como " El jinete pálido" primero y "Sin perdón" años después.

De la música se encargó otro viejo conocido de Eastwood, Ennio Morricone, que compuso una partitura muy parecida a la que hacía para los spaghetti western con, esos sí, algunos toques espirituales.
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10
31 de marzo de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film emblemático, dirigido por Sam Peckinpah en 1969, suponía su tercer western, después de los académicos "Duelo en la alta sierra" (1962) y "Mayor Dundee" (1965). Rodada en un pueblecito de México, es considerado el primer y auténtico western crepuscular, tanto por la época en la que se ambienta (1913) como por los acontecimientos que se relatan: el uniforme de los soldados americanos ya no es azul, es marrón que será el usado en la IGM, ametralladora, coche motorizado (incluso alguno dice haber visto "uno de esos con alas") que anuncian la llegada de una nueva época y el ocaso del antiguo Oeste.

Western fronterizo y revisionista, tanto por la estética como por el revolucionario montaje. La primera escena contiene más de 300 planos, uno por segundo, un montaje rapidisimo en el que se incluye la cámara lenta y el ralentí, para el que fue necesario más tiempo que para el propio rodaje. Junto con "El acorazado Potemkin" (Eisenstein, 1925) marca un antes y un después en el montaje cinematográfico.

Un reparto en estado de gracia, en el que William Holden, a pesar de no querer dejarse bigote (postizo, obligado por Peckinpah) ni ser el primer ni segundo candidato (Lee Marvin, Gregory Peck, Burt Lancaster o James Stewart fueron propuestos) borda el personaje en la mejor interpretación de su carrera. A destacar también el papel de Edmond O'brien, sólo tres años mayor que Holden (53 años) pero caracterizado y con una forma artrítica de andar que parece 20 años mayor. Pese a todo, la película no triunfó en su año, en el que, en su género, se llevaron los reconocimientos y premios "Dos hombres y un destino", de la que Peckinpah tomó el nombre (la banda de Butch Cassidy y Sundance Kid se llamaba "The Wild Bunch/Grupo Salvaje") y "Valor de ley" por la que John Wayne ganó el único Oscar de su carrera y que, por cierto, renegaba de la de Peckinpah ("Se ha cargado el mito del Oeste")
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3
17 de enero de 2020
34 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Taika Waititi, que no es una bebida de verano sino el Joaquín Reyes neozelandés, se da a conocer al gran público con esta "comedia", después de que su ópera prima, la bizarra e infantil "Lo que hacemos en las sombras" se convirtiera incomprensiblemente en película de culto (ejem, ejem) de la década que recién dejamos atrás.

La película cuenta la historia de un niño de 10 años (por cierto, insoportable) y su romance con una adolescente judía durante el final de la IIGM y el guión, adaptado por el propio Taika, parece estar escrito por un niño de 8 años, hace aguas por todas partes y después de un inicio prometedor, se atasca en un bucle repetitivo y falto de ritmo e imaginación.

La interpretación de Hitler de nuestro polifacético director, guionista y actor es de las peores que recuerdo, que ya es decir. A Scarlett se le nota incómoda y que está ahí por compromiso (además de por pasta), deseando y anticipando el final de su personaje. El único que se salva un poco de la quema es Sam Rockwell que tiene los escasos momentos "divertidos" del film. Donde otros ven puntazos, yo veo una sátira sin chicha, aburrida (en la sala he visto alguna cabezada), muy blandita, un humor de caca, culo, pedo y que llega como unos 80 años tarde. Supongo que a los frikis, perdón, fans de "Lo que hacemos en las sombras" les entusiasmará, pero no apta para el resto del público. Y sin embargo, la Academia le premia con nada menos que 6 nominaciones, entre ellas mejor película. Eso sí que es gracioso.
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4
10 de enero de 2020
38 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esperada cinta y reciente triunfadora en los Globos de Oro, que no deja de ser otro peñazo con ínfulas de obra maestra de su inflado director Sam Mendes, que desde su ópera prima American Beauty no levantó cabeza (no, Camino a la perdición no me gusta).

La historia narra la odisea de dos jóvenes soldados británicos en la IGM que tienen que atravesar las líneas enemigas alemanas para transmitir un importantísimo mensaje a otro batallón. Tan importante es el mensaje que por eso el excelentísimo General manda a dos pipiolos a una misión suicida mientras el resto de la tropa se frota los hue.. huesos. Todo ello contado en un falso, falsísimo, plano secuencia. Más bien plano digital. La digitalización del cine tiene cosas buenas, como unas escenas espectaculares, pero a cambio le resta verosimilitud y realismo. La acción es impactante pero resulta difícil de imaginar que ese escenario artificial y pomposo sea alguno de la IGM. No se sabe si estás viendo una peli de guerra o jugando al Call of Duty o viendo el Grand Prix. Mucho más efectivo, aunque sea menos espectacular y menos digital, es el plano secuencia de películas como Victoria (Sebastian Schipper, 2015), El arca rusa (Aleksandr Sokurov, 2002) o, por supuesto, Hitchcock con La Soga de 1948.

Mendes se basa en las batallitas de su abuelo, que se las contaría después de leer el relato de Filípides en Maratón y él alegremente lo trasladó a la IGM (ya sabemos cómo son los abuelos). Esperemos que no se ponga de moda correr por campos de trincheras porque seguro que los enemigos tienen mejor puntería que en la película. Intenta emocionarte pero, sinceramente, no cuela. En fin, un film pretencioso y chovinista que, como viendo siendo costumbre, arrasará en los premios de este año, dejando en segundo plano a películas claramente superiores (Puñales por la espalda, Richard Jewell, Historia de un matrimonio o El irlandés, entre otras).
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2
23 de noviembre de 2017
24 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno tenía muchas esperanzas con la ganadora de la Palma de Oro en Cannes de 2017. Por fin, una comedia decían. No me creía que una comedia ganara un premio tan importante así que raudo y veloz me lancé a su estreno. Y efectivamente, de comedia ni mijita. O el sentido del humor de los suecos es muy raro o seré yo que no lo pillo. Casi prefiero el humor de los Morancos, que ya es decir. Ni una sonrisa, ni una gracia, y ni hablar de carcajadas. Sólo desesperación y una constante consulta al reloj para ver si por fin acababa esta sucesión de imágenes sin sentido. Si esta gente llama a esto comedia, habrá que ver cómo hacen los melodramas. 140 minutazos sin que pase absolutamente NADA.

La vida del protagonista va perdiendo interés conforme avanza el metraje, hasta que llega un punto en que esperas que le suceda alguna desgracia para que por fin desaparezca de la pantalla. Desesperante. El resto del reparto muy mal aprovechado. Dominic West aún se está preguntando para qué lo contrataron. Ya sabemos que vivimos en una sociedad absurda e hipócrita, precisamente para eso nos metemos en una sala de cine, para evadirnos por una rato de la realidad, no para que nos la recuerden.

Mención aparte merece la "cuidada" técnica narrativa. Cámara fija o con leves movimientos, escenas larguísimas, gran profundidad de campo, como si el Ostlund este pensara que estaba inventando algo y Yasujiro Ozu nunca hubiera existido. Puede que resultara original en 1933, pero no en 2017. Se confirma mi teoría de que en los festivales de cine se tiene que follar mucho y tiene que haber droga a espuertas. Lo primero explicaría que sigan existiendo y lo segundo explica que esta estupidez haya ganado en Cannes.
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