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Críticas de Juanjo Iglesias
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Críticas 94
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
9 de marzo de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de rodar su obra más representativa bajo contrato con la Warner, la inolvidable “Rebelde sin causa”, rodó este híbrido drama, con su particular estilo, que tomando las características principales del cine negro, se introduce en un cine de autor siempre estusiasmado por explorar los límites de los sentimientos humanos. Esta idea se podría aplicar a la mayoría de las películas de Ray, convirtiéndolo en un director diferente, siempre alejado en cierta medida del mainstream, por su especial carácter.

El guión de “En un lugar solitario”, se basa en la novela homónima de Dorothy Hughes, publicada en 1947. Retrata la figura de un guionista cinematográfico en horas bajas, de repudiable carácter, desde la perspectiva que el film noir había hecho inmensamente famoso a Humphrey Bogart. La perspectiva de personajes como Philip Marlowe o Sam Spade, que el irremplazable actor ya había interpretado bajo la tutela de John Huston o Howard Hawks. Estos eternos moradores de la soledad y las sombras, en esta obra se convierten en un ciudadano corriente de la clase media de Hollywood y cuyo auténtico rol en la historia es el de eterno culpable.

Dix Steele es ese guionista violento y conflictivo interpretado magistralmente por mi adorado Bogart, que tiene el arduo trabajo de adaptar al cine un best-seller de escasísima calidad. Tras enterarse en el club que frecuenta, de que Mildred, la chica del guardarropa ha leído la novela, la convence para llevarla a su apartamento y que le cuente la historia. A la mañana siguiente la policía se presenta en el apartamento, situando a Steele como primer sospechoso de la muerte de Mildred.

La película queda definida por la relación entre los dos personajes principales, en un careo entre dos colosos del cine clásico como son Humphrey Bogart y Gloria Grahame. Bogart tenía en su bolsillo a la industria, al público y a la crítica, con sus interpretaciones de tipo duro, sin escrúpulos, solitario y oscuro. Este papel parecía escrito para él. La violencia, la infinita seguridad en sí mismo, la actitud despectiva ante el resto del mundo y unos diálogos genéricos del cine negro, que siempre dan la réplica perfecta al amor incondicional que recibe del personaje de Grahame, dejaron la impronta de un mítico personaje más. El personaje de Bogart convierte el amor entre ellos, en un lugar solitario.

Gloria Grahame es la abnegada amante. Esa amante que representa con claridad infinita lo que significa algo tan bello como el amor incondicional. Esta actriz parecía haber nacido para el cine negro. Su belleza y su innata capacidad para representar la inocencia hace de ella una actriz perfecta para este papel. Esa misma capacidad la convertiría en una de las actrices por excelencia de los años 50, en películas como “Los Sobornados” del maestro Lang. Esa belleza de Grahame está cerca de lo salvaje, en un papel más amable, adulto e inteligente a los que acostumbraba.
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Juanjo Iglesias
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9
3 de marzo de 2012
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que vi “Detour”, supuso una experiencia cinematográfica sin parangón, para un amante del género negro como yo. La capacidad de Ulmer para introducir al ensimismado espectador dentro de su paranoica pesadilla y de hacerlo partícipe de sus ensoñaciones y alucinaciones particulares, es abrumadoramente eficaz y poéticamente persuasiva. La sombra de su maestro Murnau, sobrevuela una historia puramente Hollywood, años 40.

Este largometraje podría ser el ejemplo paradigmático que demuestre que para realizar una gran película, en los años cuarenta, no era necesario pertenecer a una de las majors. Se rodó en seis días en un pequeño estudio de la compañía PRC Inc. con un presupuesto de veinte mil dólares, allá por 1945 y la historia la ha colocado como una de las mayores curiosidades de aquella época dorada de Hollywood en la que las grandes estrellas de cine, rodaban films de cine negro. Nos encontramos ante, quizá, la obra maestra de lo que podríamos llamar cine negro de serie B.

Tras un comienzo en el que se prevé un drama de corazones solitarios, con la crisis del 29 ondeando en la lejanía, donde el pianista de pequeño club de jazz de Nueva York y la bella y joven cantante, aspirante a actriz de Hollywood, sueñan con amarse eternamente, la película se convierte en un soñoliento, lóbrego y sombrío viaje que mezcla, crimen, thriller, cine negro, drama, intriga, misterio y road movie en una fusión de géneros donde prevalecen los excesos y ausencias de luz y los juegos y escrupulosos engaños de guión.

Lo más interesante del film es su sensación claustrofóbica de ensueño. Los contrastes de luces y sombras exagerados y esa capacidad para influenciarse del expresionismo alemán, con categórica modernidad dejan constancia de esta “rara avis”, que hace de la diferencia y la originalidad, sus signos de identidad.

El guión plantea un desasosegante viaje por la culpa, donde sus solitarios, melancólicos y desesperanzados personajes, nos llevan a su antojo por el terreno de la duda y la desconfianza. Su mayor poder narrativo es el de jugar con los pensamientos del espectador, con lo que sabe y sobre todo con lo que cree saber. Tiene la virtud del cine negro de sorprender y conseguir que nada sea lo que parece, con milimétrica habilidad para el desconcierto y sabiendo dejar en el aire esas dudas que al buen espectador le encanta resolver a su manera. En este ambiente tétrico donde las sombras y el miedo lo cubren todo, se percibe una fuerza que controla todo. En la novela de Goldsmith se cita claramente a Dios, como la fuerza que mueve a su antojo el destino de los protagonistas, pero en el guión será el propio destino el que maneje a su antojo el bien y el mal, para crear víctimas y culpables. La historia transcurre a lo largo de la travesía realizada a dedo por el pianista Al Roberts, entre N.Y.C y L.A. para encontrarse con su novia, tras la decisión de esta de intentar ganarse la vida como actriz en Hollywood.
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Juanjo Iglesias
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8
2 de marzo de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El Diario de Noa” se rodó entre finales de 2002 y principios de 2003 en Carolina del Sur. Se trata de la cuarta película dirigida por Nick Cassavetes, que ha sabido continuar con el legado y la herencia cinematográfica que le regalaron sus padres, John Cassavetes y Gena Rowlands. No por realizar con un estilo parecido al de John, que no lo hace, sino por haber sabido crear una pequeña joya, en este caso, con una historia vista una y mil veces.

Amores de verano, apasionados, calientes y sinceros que como estrellas fugaces nos han iluminado a todos en algún momento de nuestra juventud. Amores que han suscitado guiones y más guiones, novelas y más novelas, pero este diario de Noa rodado por Cassavetes, tiene algo diferente. Consigue apartar de sus planos, los típicos amantes de cartón piedra, a los que estamos acostumbrados, para regalarnos una historia que va creciendo en intensidad y emoción según suceden los hechos y sobre todo que cree en lo que cuenta, sin pretender adaptarse a las circunstancias, como hace el cine de este género en los últimos años. La historia como digo no es nueva, pero los personajes y el amor verdadero que sienten y que consiguen transmitir al espectador y convencerlo de su veracidad, es algo realmente agradable, esperanzador y sensible sin caer jamás en cursilerías o deplorables y mezquinas falsas dulzuras.

La frescura de esos personajes y la valentía para contar algo en lo que todos creemos, pero muy pocos disfrutan, es encomiable. No creo que haya más de dos, de cada mil parejas, que puedan presumir de amarse mutuamente con la intensidad de estos personajes y ahí está la diferencia, su auténtico valor como narración y como película. Algo, que para muchos, como yo mismo, es lo más importante en la vida y que muy pocos pueden conseguir. Es cierto que hace trampas, como situar a la protagonista en el rol de jovencita rica y a él como un pobre trabajador en la serrería de un pequeño pueblo norteño, tomando los personajes de Nicholas Sparks, pero aún así resulta completamente creíble. A veces se echa de menos ver tipos feos en este tipo de dramas, pero tenemos el problema de que hoy por hoy no hay Bogarts, así que, es bueno ver a grandes actrices o actores como McAdams o Gosling.

Es fácil decir en 2012 que Ryan Gosling es un gran actor, después de su innombrable y sugestivo protagonista de “Drive”, pero en 2003 ya destilaba la artesanía de los grandes intérpretes. Su habilidad para transmitir las interioridades de sus personajes con gestos simples me resulta abrumadoramente convincente, creativa y bellamente emotiva. Siempre con ese aire introvertido y excéntrico que hace de sus personajes un lugar común para la inteligencia y la sensibilidad.
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Juanjo Iglesias
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7
20 de febrero de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de Elia Kazan es hablar de uno de los grandes directores de la historia del cine. Por infinitas razones, pero si tuviera que concretar, por haber rodado obras maestras como “La ley del silencio" y por habernos dado, a algunos, la oportunidad de conocer a escritores como Tennessee Williams.

Este turco de nacimiento y estadounidense de adopción, tuvo la oportunidad de despedirse del cinematógrafo a lo grande, con un reparto soberbio y adaptando la brillante novela póstuma de Francis Scott Fitzgerald, titulada en su idioma original, “The Last Tycoon” (1942).

El director realiza un viaje más cerebral que emocional al Hollywood de los años 30. Sin ser para nada cinéfilo o condescendiente, se aproxima a la intrahistoria de la meca del cine, para contarnos como aparte de alfombras rojas, glamur y premios, los actores, directores, productores y demás profesionales de la industria, pierden el orgullo, la dignidad y los pantalones, imbuidos en guerras de poder, ambición y envidia.

El mayor valor de esta cinta es haber sabido remedar con auténtica magia, esa época inolvidable para el cine que fueron los años 30. Con la verdad de alguien que lo ha vivido muy cerca y con el valor de hacerlo 40 años después, en un momento precisamente en el que el cine buscaba especialmente la modernidad y la originalidad frente al clasicismo. Aún así, debido al estilo personal y potente de Kazan, la única referencia a la que alude claramente es quizá a la película que mejor ha retratado el mundo del cine, “El crepúsculo de los dioses” del genio Billy Wilder.

El otro atractivo reseñable de la cinta es sin duda su reparto. Para empezar un Robert de Niro, como principal protagonista, que ese mismo año rodaría la inconmensurable y salvaje “Taxi Driver", en una interpretación que coloca la figura del productor cinematográfico en el paraíso tiránico del poder, donde los sueños y el amor no pueden tener cabida. El mítico actor, realiza una interpretación por completo alejada del histrionismo y con su particular facilidad para crear bellos universos interiores, que me recuerda en cierta medida al rey del Hampa de la época que rememora, James Cagney. Una de esas escenas inolvidables la crearán De Niro y su majestad sarcástica, el Sr. Jack Nicholson, cuyas porfías han dejado al menos esa escena para el recuerdo. Otro indiscutible de la pantalla grande, es Robert Mitchum, que se adapta a la perfección al estilo de Kazan, llenando la pantalla del más puro clasicismo y la elegancia de su actuación deja patente el buen estado de forma en el que se encontraba en 1976. Pero por si eso fuera poco, Kazan se encarga de que desfilen a 24 fotogramas por segundo, Tony Curtis, Jeanne Moreau, Dana Andrews o el incansable Donald Pleasance, que van situando la cinta en un maravilloso desfile, sobre las miserias del artisteo y en un drama coral bajo la batuta del arbitrario déspota de Robert De Niro.
(sin spoiler)
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Juanjo Iglesias
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7
13 de febrero de 2012
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Si me hablaran de una película sobre un rockero y sus problemas con el alcohol y las mujeres, no sentiría ningún interés por verla.

No tengo especial predilección por las películas cuyo tema es la estrella de rock, con sus problemas con el alcohol y las drogas, amén de sus relaciones personales. Pero si me transformas eso en una cinta con cariz independiente, sobre un cincuentón, estrella del country, venido a menos y me pones de protagonista al mítico Bridges, iré preparando una copa de buen vino y me sentaré relajado a disfrutar de la sesión.

No me canso de pensar que el buen cine en la mayoría de las ocasiones se alimenta de una historia de amor y de unos personajes creados con consciente responsabilidad e interpretados con maestría. En este caso tenemos cubiertas de forma excelente esas dos premisas. La cinta es una historia de amor y Jeff Bridges le da forma y vida a este magnífico “Bad Blake”, que en manos de cualquier otro actor, se habría convertido posiblemente en un personaje mediocre.

Es obvio que este largo sería del montón si no lo protagonizara el actor que lo protagoniza. La primera vez que me emocionó Jeff Bridges fue viendo en TVE la escasamente carismática versión de “King Kong” de Guillermin, junto a la amazona Jessica Lange, mi edad preadolescente no me privaba de disfrutar de la actuación del carismático intérprete.

También es obvio que esta película no nos plantea comparaciones interesantes que aclaren las diferencias entre el country más puro y el más vulgar mainstream, sirvan de ejemplo Van Zandt y Tom Petty. Esto es claramente una historia de amor, del amor perdido y de la maravillosa esperanza que tenemos todos nosotros de ser felices. De las oportunidades perdidas y de las segundas, terceras y cuartas oportunidades que a veces te ofrece la vida.

La abominable lluvia de lugares comunes, ideas preconcebidas y prejuicios que atesora, simplemente me aburren. Pero su idea de libertad y de búsqueda de la felicidad me atrae insoslayablemente.

Esa historia de amor entre el perdedor viejo y borracho y la joven cuyo corazón late cansado y herido, interpretado por una muy seductora Maggie Gyllenhaal, me resulta del todo atrayente, porque cualquiera de nosotros podría ser cualquiera de ellos, incluso sin haber escuchado una maldita canción country en nuestra vida. Es una historia sobre hacerse adulto, sobre la responsabilidad de amar y ser amado, sobre la maternidad y la paternidad y sobre todo sobre saber aprovechar las increíbles casualidades que nos depara el destino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juanjo Iglesias
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