Baz Luhrmann ha conseguido, no sin el titánico esfuerzo de un rodaje más problemático y largo de la cuenta, llevar a buen puerto su deseada épica romántica de sabor intensamente clásico, una desmesurada (todo en ella está voluntariamente agigantado) obra que asoma bella y emocionante tras su relamido envoltorio deluxe, una cobertura exquisita que no impide degustar su relleno faraónico de rítmico entretenimiento.

Australia es un hiperbólico folletín demodé, una fusión magna de géneros y formas de antaño, una postal con marcado sello nostálgico de un cine fulgurante y grandilocuente que no se avergüenza de nada, reaviva en su tonalidad retro el añoro del mejor Hollywood dorado, una impetuosa maquina que no parará hasta circundar todos y cada uno de los resortes que han dado forma al cinema más aventurero, mezclando western, amor, comedia, guerra y vodevil con un control expeditivo, un Luhrmann caprichoso que maneja la rentable materia prima con sobrada solvencia. Utilizando como sentimental leit motiv al inmortal Over the Rainbow, sus acicalados protagonistas surcan una travesía de pasionales reencuentros por baldosas amarillas de este singular himno de admiración a la mítica El mago de Oz, una película que se mueve unidireccional en su profunda y sana intención de aplastar todo atisbo de aburrimiento.

Crónica de bases reconocidas que comienza con el frenesí habitual del director de Moulin Rouge para terminar como una necesitada y radiante obra totalmente satisfactoria. Nicole Kidman resucita de manos de su autor fetiche para reverdecer viejos laureles en el torso de una refinada aristócrata inglesa y Jackman se ciñe ilusionado en la silueta modélica de héroe clásico por antonomasia, ambas estrellas cazan al vuelo la consigna clave de un film vistoso e inconmensurable, una lanza de punta de cristal que atraviesa el corazón de un espectador que como yo, está necesitado de collages como este. El cine sigue funcionando allí mismo donde otros lo hicieron hace años, en la sana intentona de volver a un mundo mágico de pantalla grande, sesión doble, resplandeciente Tecnicolor y hermosas tardes de cine, Luhrmann lo sabe y aúna pasado, presente y futuro en su eficacísima epopeya australiana.

LO MEJOR: Los vitoreados guiños al mejor western (la presentación de Jackman, las escenas de masa con el ganado, la encarnación de David Wenham como villano y las cabalgadas a caballo). La naturalidad del niño aborigen, un roba escenas nato. El homenaje de Luhrmann al género del melodrama romántico, su primoroso viaje por tierras australianas y la escena del baile, quizás único momento heredado de Moulin Rouge, sin olvidar la brillantez formal de todo el conglomerado.

LO PEOR: Que muchos ataquen sin piedad una película que pueda resultar añeja e hinchada pero que se alza como el mejor de los recreos, una gustosa velada de tres efímeras horas.