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Voto de Pedro_Moraelche:
5
Intriga. Thriller. Drama Alice, investigadora privada, ingresa en un hospital psiquiátrico simulando una paranoia. Su objetivo es recabar pruebas del caso en el que trabaja: la muerte de un interno en circunstancias poco claras. Sin embargo, la realidad a la que se enfrentará en su encierro superará sus expectativas y pondrá en duda su propia cordura. Un mundo desconocido y apasionante se mostrará ante sus ojos. Adaptación de la novela homónima de Torcuato Luca de Tena.  [+]
23 de octubre de 2022
29 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los renglones torcidos de Dios” es una célebre novela escrita por Torcuato Luca de Tena en 1979, que trataba de exponer fidedignamente el turbio y mal comprendido mundo de las enfermedades mentales. Para ello, el autor ingresó durante tres semanas en un hospital psiquiátrico observando y tomando nota de personajes y caracteres que afloraron de modo bastante diverso y fiel en la novela. Como hilo conductor, la trama de una detective privada, Alice Gould, que ingresa fingidamente (como el propio autor) en un hospital psiquiátrico, en supuesta complicidad con un médico y el director, para investigar el supuesto asesinato del hijo de otro supuesto doctor. Su informe de ingreso dicta que sufre de paranoia, una especia de síndrome de don Quijote que le hace convencerse de que todas las cosas que ve son en realidad como ella, con inteligencia y perspicacia, las imagina y novela. Ha intentado envenenar a su marido, aunque ella cree que es el marido quien intenta deshacerse de ella. Pero nada es lo que parece y, aunque el director del hospital está convencido de su paranoia, la lucidez de la enferma y su lógica narración de lo que según ella sucede, donde se mezcla la realidad y la invención, termina por convencer a todo el mundo de que es víctima de una conspiración de su marido para tratarla como loca y quedarse con su dinero. La muerte en extrañas circunstancias de algunos internos da alas tanto a una parte como a la otra de ratificarse en sus convicciones. Para comprender el final de la historia y el alcance de las enfermedades mentales, lo mejor es leer la novela, cuyo título además les da una dimensión espiritual: son como renglones torcidos de una supuesta creación perfecta de un supuesto dios perfecto. El problema es que son pocos los que se han leído la novela o los que sienten interés por el cine que no siga el patrón comercial americano, de taquilla asegurada, entretenimiento manido, tópicos narrativos y sorpresita final.

Pues en ese patrón ha metido Oriol Paulo la novela, demostrando una vez más por dónde suelen ir los andurriales del cine: buena factura técnica, llamativas puestas en escena, buenos efectos especiales (como en el desdoblamiento de personalidad de Alice), buena fotografía (con mucho bokeh, claro), sonido potente (y volumen para dar sustitos), música anodina de fondo, intérpretes faltos de registros y transiciones pero con postureo de planos y dicción tan trascendente como preparada, guiños intertextuales (mucho Scorsese de “Shutter Island” y mucho Kubrick de “El Resplandor”), y sobre todo mucho thriller, que es lo que mola: ahora estás loco, ahora no, y después tampoco pero al final sí, pero no. El malo que parezca malo y el bueno que parezca bueno para al final todo sea al revés. Por supuesto, descartemos cualquier hecho o carácter que merezca reflexión y descripción, porque eso no entretiene, la película dura dos horas y media y hay que contar una historia.

El tratamiento de los enfermos de la novela es muy superficial, y son casi figurantes bien interpretados, salvo Urquieta, el hidrofóbico (muy bien encarnado por Pablo Derqui). Importan tan poco que, cuando se esclarece la culpabilidad del asesinato de uno de los internos, uno se pregunta qué demonios pinta ahora ese culpable y sus motivaciones si la película se ha centrado exclusivamente en la historia de Alice Gould y la conspiración para ingresarla en el hospital. Los actores principales demuestran su buen oficio dentro de una dirección bastante pobre, enfocada a los esquemas de la mera intriga: Barbara Lennie da muy bien el perfil de Alice Gould, pero sobreactúa en su personaje paranoico y es muy plana en su personaje real. Eduard Fernández, lo mismo: sobreactúa en su personaje de director insensible y corrupto y es bastante plano en su personaje de médico. Loreto Mauleón, en realidad, podría decir esas frases en ese papel o en cualquier otro, dado que su personaje no tiene más relevancia que ayudar al protagonista frente al antagonista. El papel de la policía es de la clásica película B: no me entero, no hago por enterarme y cuando me entero, todo el mundo estaba enterado.

Llama la atención la puesta en escena, en función del efectismo del thriller: el hospital psiquiátrico es una especie de cárcel claustrofóbica en mitad del bosque donde cada dos por tres llueve a cántaros, con detalles que recuerdan más a una fábrica (que es donde realmente se rodó) que a un hospital. Y aunque la dirección de arte se esfuerza por crear un ambiente inquietante y sombrío, tiene pequeños gazapos que notarán sobre todo los carrozas madrileños: ¿qué pintan matrículas de 1999 en 1979?

Torcuato Luca de Tena termina su novela con dos escenas necesarias: una (como en la “Psicosis” de Hitchcock) en la que se explica el misterio de la mente de Alice Gould y la clave de todo lo que ha pasado, que es su marido Teodomiro (soslayado en la película de modo bastante torpe), además de explicar por qué se la pone realmente en libertad (que se omite en la película); otra, en la que Alice Gould revela su verdadera personalidad y toma una decisión tan lógica como hermosa y trascendente, para lo cual hay que entender el final en su contexto. El final de la película es el típico rizo rizado de sorpresas de un típico thriller: ¿te creías que Alice no estaba loca? Pues va a ser que sí, o quién sabe si no. Eso sí, el plano de Barbara Lennie y el corte a negro son visualmente muy eficaces.

En conclusión, si no se lee la novela, ni se tiene intención, se pasarán dos horas y media muy entretenidas con la historia, porque el ritmo y el montaje, junto con la fotografía y la puesta en escena, son lo mejor de la película. Ahora bien, quienes recuerden el libro o esperen algo más que un thriller psiquiátrico a la americana, pues que vayan preparados para otra cosa.
Pedro_Moraelche
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