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Voto de SunshineReactor:
4
7.6
7,899
Drama. Intriga
En la Nueva Orleans de 1937, una rica viuda, la señora Venable, ofrece al doctor Cukrowicz los fondos para crear un hospital a condición de que practique una lobotomía a su sobrina Catherine. La señora Venable se encuentra perturbada por la reciente muerte en Europa de su hijo Sebastian, con quien solía viajar todos los veranos, salvo el último, en el que Sebastian prefirió llevar como acompañante a su prima Catherine. (FILMAFFINITY)
17 de febrero de 2015
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me interesa bastante el tema de la Psiquiatría pero en general odio las películas que tratan la temática de la patología mental. Normalmente o bien intentan ponerse en la piel del malito, y para poder entrar en su onda hay que beberse una botella de ginebra y mezclarla con Prozac después con la intención de comprender un poquito, o bien son películas como ésta, en la que a través de los diálogos llegamos a la conclusión de que están todos mal de la mollera y que si nos pusiésemos a hacernos lobotomías unos a otros terminaríamos antes.
Pero lo que menos destaca en la película es el tema psiquiátrico. Lo que llama la atención es que es una de las primeras películas de caníbales de Hollywood y que en ella participan de forma activa españolitos. Un orgullo. Y sigo:
Pero lo que menos destaca en la película es el tema psiquiátrico. Lo que llama la atención es que es una de las primeras películas de caníbales de Hollywood y que en ella participan de forma activa españolitos. Un orgullo. Y sigo:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Hay a quien le parece mal que se proponga que los caníbales son unos chavales mallorquines. ¿Por qué españoles? Pues a mí no me parece mal que lo sean. Los retratan como unos pordioseros mendigos y además sucios que persiguen al tal Sebastian por toda la isla. No es más que una metáfora, supongo; toda la película. Pero a mí las metáforas la verdad es que me revientan, por lo que vayamos al hecho y dejémonos de historias para no dormir.
Punto por punto, la historia a mí me parece un acto de justicia social: Sebastian puede tener la vida sexual que quiera. Es libre de hacerlo y hay que respetarlo. Por mí que se acueste con un hombre, con su prima o con la vecina del quinto, pero hay que decirlo: es un tío de moral escasa. Hace gala de dicha acusación cuando se pone a tirar billetes a los jóvenes al principio, cuando todavía se lleva "bien" con la plebe: el turista guay enrollado que atrae a las masas. Qué generoso es, ¡tomad billetes, pobres indígenas! Pero luego cuando surge el "efecto llamada" y se le apelotonan unas cuantas decenas de chavales de grandes como el Rafa Nadal con ganas de llevarse algo (grande y con calorías) a la boca, al tipo le entra el hastío. Se aburre. Ahora ya le cansan, se siente atosigado. Y como tiene una arritmia, hace gala de su inteligencia suprema y echa a correr pueblo arriba. Y al llegar arriba, dice Tennessee Williams con la voz de Elizabeth Taylor que al pobre Sebastian se lo comen, sin guarnición de arroz ni nada, los Rafa Nadales de turno. Eso sí, entre gritos y con una simbología orquestal fantasmagórica. En ese momento a alguno el indicador de empatía que tenemos metido en el coco ya le habrá llegado a 0. A mí se me había secado hacía rato.
No perdamos la perspectiva. Eso pasa en el minuto 110. Para llegar a él hay que aguantar unas 6 o 7 escenas de diálogos interminables y cansinos en los que cada cual da muestras de su particular locura, siempre dejándonos perlas acerca de cómo era el "prenda" de Sebastian. Y lo es en tal magnitud que cuando los mallorquines se lo comen, uno asiste atónito pero satisfecho de que al fin todo tenga explicación.
Parece mentira pero salvando momentos puntuales, Hepburn, Taylor y Clift no me sacan del aburrimiento, es más, Hepburn hasta me irrita con tanta teatralidad histriónica. Va con el personaje, lo sé, pero termino abrumado y deseando que la lobotomía se la hagan a ella y se calle de una maldita vez.
Punto por punto, la historia a mí me parece un acto de justicia social: Sebastian puede tener la vida sexual que quiera. Es libre de hacerlo y hay que respetarlo. Por mí que se acueste con un hombre, con su prima o con la vecina del quinto, pero hay que decirlo: es un tío de moral escasa. Hace gala de dicha acusación cuando se pone a tirar billetes a los jóvenes al principio, cuando todavía se lleva "bien" con la plebe: el turista guay enrollado que atrae a las masas. Qué generoso es, ¡tomad billetes, pobres indígenas! Pero luego cuando surge el "efecto llamada" y se le apelotonan unas cuantas decenas de chavales de grandes como el Rafa Nadal con ganas de llevarse algo (grande y con calorías) a la boca, al tipo le entra el hastío. Se aburre. Ahora ya le cansan, se siente atosigado. Y como tiene una arritmia, hace gala de su inteligencia suprema y echa a correr pueblo arriba. Y al llegar arriba, dice Tennessee Williams con la voz de Elizabeth Taylor que al pobre Sebastian se lo comen, sin guarnición de arroz ni nada, los Rafa Nadales de turno. Eso sí, entre gritos y con una simbología orquestal fantasmagórica. En ese momento a alguno el indicador de empatía que tenemos metido en el coco ya le habrá llegado a 0. A mí se me había secado hacía rato.
No perdamos la perspectiva. Eso pasa en el minuto 110. Para llegar a él hay que aguantar unas 6 o 7 escenas de diálogos interminables y cansinos en los que cada cual da muestras de su particular locura, siempre dejándonos perlas acerca de cómo era el "prenda" de Sebastian. Y lo es en tal magnitud que cuando los mallorquines se lo comen, uno asiste atónito pero satisfecho de que al fin todo tenga explicación.
Parece mentira pero salvando momentos puntuales, Hepburn, Taylor y Clift no me sacan del aburrimiento, es más, Hepburn hasta me irrita con tanta teatralidad histriónica. Va con el personaje, lo sé, pero termino abrumado y deseando que la lobotomía se la hagan a ella y se calle de una maldita vez.