Recuerdo con total claridad cuando fui al cine a ver La venganza de los Sith. Con las dos anteriores entregas, George Lucas nos había llevado, a aquellos que en nuestra infancia habíamos viajado por estas galaxias, por mundos reconocibles y que habíamos oído en alguna ocasión, como La Guerra de los Clones o La Antigua República. Pero con esta tercera entrega es con la que Lucas finalmente escribió el epílogo, prólogo y punto de inflexión del cuento de hadas que a tantos millones de personas nos había enamorado.

Lucas consiguió entonces lo que todos queríamos que consiguiera: que no se pueda hablar de Star Wars sin mencionar los hechos que nos cuenta en esta película. Que la trilogía antigua y posterior se entienda a raíz de esta. Consiguió que todos los que recordamos a Kenobi, Luke, Solo y Leia; acabemos recordando a Anakin, Padme y el antiguo Senador Galáctico. El oscuro camino hacia el lado oscuro no podía narrarse de mejor forma que la que se nos presenta en este episodio.

Como siempre, los títulos de crédito dejan paso a un silencioso espacio de estrellas. Y aquí, una cámara deja atrás esa quietud para sumergirse en la guerra, suspendida sobre Corusant, violenta y cruenta. Ese plano inicial revela que en La venganza de los Sith nos espera una tragedia de tal alcance que nada de lo que habíamos visto en estos tres episodios prevalecerá.

El tercer episodio está afortunadamente salpicado por el miedo, el dolor, el odio y la pérdida; afortunadamente porque en esta entrega no cabían las concesiones infantiles de Lucas, aquí, la historia que se cuenta habla de como una personalidad heroica se puede torcer, de como un sistema político se puede corromper, de como una guerra se puede manipular. De como perder a un ser amado.

Y curiosamente, el manejo de Lucas de estos temas es infinitamente mejor que de los meramente lúdicos. En cuanto a esta nueva saga, es en este episodio en el cual encontramos verdadera magia entre sus imágenes, y en el cual la emoción innegable de la historia llega a los espectadores (la batalla inicial, las estrategias de Palpatine, la “orden 66”, las batallas finales, y por supuesto, ese magistral e insuperable epílogo, con vidas que vienen y otras que se van...). Además, por fin los actores alcanzan la dimensión trágica de sus personajes, en especial Christensen, cuya transformación duele a todos aquellos que amemos esta historia.

Y así, imágenes, música, actores, diseños y destinos, nos llevan a donde empezamos. Los Jedis caen. Los Siths suben. Nada queda de la civilización que existía. El amor no vence. La oscuridad cierne los sistemas. Y esta película, en el fondo descorazonadoramente triste, cierra una gran historia. La historia con la que muchos de nosotros hemos crecido.