Siento disentir de algunos críticos que escriben en Filmaffinity, a los que aprecio sinceramente por sus valiosas contribuciones. En esta ocasión no estoy de acuerdo con el valor que conceden a este clásico de 1932; pues si bien hay que disculpar algunas taras propias de su edad, hay muchas historias de esa época muy bien resueltas y bastante más creíbles. No dudo de que tenga aciertos técnicos, invisibles para mí por mi ignorancia en esos campos; e incluso puedo acordar que la banda sonora sea acertada, pero el resultado final me ha resultado pobre por previsible y porque además nunca he creído que para un cazador deportivo pueda resultar interesante perseguir hombres, como si fuera un reto de altísima puntuación. Digamos que es una presa de mínima dificultad, no hay más que ver lo fácilmente exterminables que resultan en las guerras.

Los personajes de esta aventura son planos y estereotipados, y por si hubiera alguna duda ya se encarga el título de echar una mano a los más torpes. Si hubiera un conde tan interesado en experiencias tan extremas posiblemente sería más hábil y más sutil y no llevaría escrita en la cara su enfermiza perfidia.
Es posible que en su momento un tipo mayoritario de público aplaudiera la evidencia porque venían de recientes épocas de cine mudo, en las que al malo había que engordarle las cejas y ponerle cicatrices. Hoy, desde hace ya muchas décadas, odiamos ese recurso facilón que parece estar dirigido a disminuidos psíquicos; por eso "El malvado Zaroff" se me antoja un producto barato de anticuario, como un baúl de cartón.