Titón, como llamaban los cubanos a Tomás Gutierrez Alea adaptó la novela del también cubano, aunque posteriormente instalado en Nueva York, Edmundo Desnoes. El propio autor ha reconocido en muchas ocasiones que la traslación del texto es casi perfecta. Las dudas y los esfuerzos, para mimetizarse con los nuevos tiempos, de un perezoso burgués, meses después del triunfo de la Revolución de los barbudos, están contados sin tomar partido, poniendo sobre la mesa los aciertos y errores del nuevo sistema.
La pluma del novelista y la cámara del cineasta ponen así en entredicho la cacareada imposibilidad de crear en la isla algo que no sea propagandístico, argumento utilizado por los detractores que a su vez alabaron siempre las supuestas bondades del capitalismo, entre ellas la libertad de prensa (aunque todos los periódicos y periodistas sean del mismo magnate).

Para alguien, reflexiona el protagonista, que vivió sumergido en una "glamorosa" infelicidad los días que vienen serán diferentes, duros tal vez, pero no más irrespirables que aquellos; pero debo permanecer muy atento porque aquel infierno era como mi casa y el futuro tal vez venga sembrado de trampas.

"Memorias de subdesarrollo", es un documento al que podríamos atribuir valor científico y antropológico, tan imparcial es la visión de sus divulgadores. Por cierto, el autor (escritor) presentó no hace mucho su última obra: "Memorias del desarrollo", también llevada al cine por un cineasta cubano, Miguel Coyula, y que, mala noticia para los integristas, es una coproducción Cuba-USA.