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Voto de Tony Montana:
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Acción. Thriller
El Presidente de los EE.UU., James Marshall (Harrison Ford), regresa de un viaje oficial a Rusia a bordo del Boing 747 Presidencial, el famoso Air Force One. Un grupo terrorista ruso se apodera del avión y toma como rehenes a la familia y a los miembros del equipo presidencial. (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2008
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un capítulo de Los Simpsons, Marge y Homer entablan un simpático diálogo que retrata perfectamente al americano medio: No te pongas camisa de manga corta con corbata, no queda bien - Schwarzenegger la lleva - Si Schwarzenegger se tirase por un puente, ¿Tú te tirarías? - Ojalá yo fuera Schwarzenegger. Y es que el ciudadano norteamericano siempre ha confundido realidad y ficción, por eso nos encontramos ante cosas como Reagan o Schwarzenegger y ponernos en la tesitura de que, cualquier día, nos cambien a un texano retrasado mental que usa el mundo como su particular Risk por un austriaco que, a pesar de no tener un acento propio de Massachussets, logró ser un político. Visto está que el currículum acumulado fuera de la carrera propiamente dicha es lo que hace a uno merecedor de un cargo político, y a la hora de ver Air Force One, a uno no deja de venírsele a la cabeza los casos anteriormente citados, y se da cuenta de lo peligrosa que es la visión presidencialista de los americanos, comparado con el resto del mundo, donde vemos al ciudadano número uno como un funcionario al que poner a parir, mientras que los hijos del tío Sam ven a su presidente como una especie de Ricardo Corazón de León que salvaguarde los valores occidentales (o americanos, que es lo mismo) de las hordas orientales (o salvajes, que es lo mismo), y de cuya vida puede participar cada pequeño yanki que rece por la salud de las barras y estrellas, más o menos convertido en un famoso, la sangre azul y la nobleza, la raza superior norteamericana.
Si la película deja a las claras la mentalidad absolutamente conservadora del público y de los estudios norteamericanos, con lo cual el mensaje que se transmite en la confianza en el presidente sea extrema, como película de acción no funciona en ningún momento debido a su aparatosidad, la ridiculez de su desarrollo y la pobre realización que convierte al primer norteamericano en un John McLaine con traje caro y corbata que es capaz de lograr, él solo, lo que varios miembros del servicio secreto no han podido, y esto es: arma en mano, derrotar al ejército invasor que, por casualidades de la vida, tienen a un americano infiltrado entre sus fuerzas y que les facilita todo, incluso el saltarse los controles de seguridad a la torera (y que, cada vez que aparezca, Petersen, en un alarde de redundancia para que el público, que probablemente estará absorto por el carisma de Harrison, se entere, sacará un primer plano suyo y únicamente faltará que suene una pequeña fanfarría a modo de ¡Chan, Chan, Chan! para recordar que es el infiltrado), una oda directa hacia su presidente, poco menos que un dios.
Si la película deja a las claras la mentalidad absolutamente conservadora del público y de los estudios norteamericanos, con lo cual el mensaje que se transmite en la confianza en el presidente sea extrema, como película de acción no funciona en ningún momento debido a su aparatosidad, la ridiculez de su desarrollo y la pobre realización que convierte al primer norteamericano en un John McLaine con traje caro y corbata que es capaz de lograr, él solo, lo que varios miembros del servicio secreto no han podido, y esto es: arma en mano, derrotar al ejército invasor que, por casualidades de la vida, tienen a un americano infiltrado entre sus fuerzas y que les facilita todo, incluso el saltarse los controles de seguridad a la torera (y que, cada vez que aparezca, Petersen, en un alarde de redundancia para que el público, que probablemente estará absorto por el carisma de Harrison, se entere, sacará un primer plano suyo y únicamente faltará que suene una pequeña fanfarría a modo de ¡Chan, Chan, Chan! para recordar que es el infiltrado), una oda directa hacia su presidente, poco menos que un dios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y es que no hay cordura en su puesta en escena ni en la elaboración del guión, calcando las situaciones de La jungla de cristal y su estructura hasta que termina desvariando y, al carecer de sentido del humor, se le da demasiados aires de seriedad que no pegan nada con una producción de serie b con revestimiento de superproducción. La presentación del presidente resulta tan idealista y perfecta como increíble, y es que, si recordamos sus diferentes y muy numerosas virtudes nos encontramos con el sueño de todo ciudadano estadounidense, y la perfecta muestra de aquello que nos han intentado vender desde siempre, y que parece querer legitimar cualquier acción que este emprenda ya que, si él no lo hace, nadie lo hará, ya que el presidente ruso, en apenas un par de planos, es puesto como un bobalicón dubitativo y cobarde (¡Un comunista!) que no podría ni decidir qué le apetece para comer en un McDonalds. Y es que hallamos una de las películas más propagandísticas de la historia del cine, ufana hasta el hartazgo, que, de manera totalmente sibilina sigue lanzando píldoras de aquella historia tan certera que contaba Michael Moore en Bowling For Columbine, la teoría del miedo: cualquier cosa no americana, ya sea holandesa, rusa o de la Antilla Francesa, puede ser, y probablmente será, peligrosa. Los americanos siguen temiendo conspiraciones, incluso varios años después de que el muro de Berlín fuese derribado y el comunismo cayera a un abismo tan profundo del que le ha sido imposible levantarse, y han sido incapaces de darse cuenta cómo, en estos últimos 8 años, ellos han sido quienes han originado la gran mayoría de conflictos bélicos que han provocado la mayor crisis financiera desde la del 29, y que su magnífico presidente no sea más que un proyecto de chimpancé que se atraganta comiendo galletas y al que le hace gracia bromear sobre las armas de destrucción masiva, y aquí el fantasma de los rojos, de la eterna visión del ruso y sus países satélites como enemigos del bien es realmente preocupante, demuestra el constante miedo de un país que, si quisiera, podría aplastar al resto con sólo pulsar un botón. Evidentemente, al antagonista de la cinta, un desatado Gary Oldman, para disimular un poco el panfleto, se le pretende dar voz en una secuencia tan tontorrona como inútil y lanzar al aire el pseudodebate del deber y del honor, y de que, quizás los terroristas no son unos asesinos, si no que actúan por una causa... la cual, obviamente, al ver aquí al bueno de Gary como un matarife de primera, resulta risible y engolada la actitud presuntamente mediadora en dicha escena, que intenta hacer ver que no es tan diferente al presidente, hasta que la hijita le dice que no, que su papi es un hombre bueno porque hace cosas por su país... ay, estos niños, que no mienten nunca, aunque no se dan cuenta de la peligrosidad que este tipo de películas tienen, un absoluto lavado de cerebro que, a la larga, podría llevar, por ejemplo, a Ben Affleck a la Casa Blanca.