No supone una gran novedad en el género pero juega bien sus bazas. Paul y Bea pasan su luna de miel en una cabaña en mitad del bosque, hasta que ella desaparece una noche y, cuando vuelve, no parece ser la misma persona.

Es cierto que el primer acto se pasa de meloso, mostrándonos a la parejita en pleno ritual de carantoñas. Aunque admitamos que los recién casados son así, de modo que no podemos decir que sea inverosímil. Es solo que no nos gusta ser testigos de ello. Pasada la desaparición de Bea, la cosa se va poniendo tensa poco a poco, en una escalada que, como poco, captura nuestro interés y nos lleva a querer llegar al desenlace. A ello ayuda la pareja de actores protagonistas, muy metidos en sus papeles.

Si uno ve la película sin ninguna pista previa, contemplará múltiples explicaciones para lo que está viendo, todas ellas genéricas del cine de terror y suspense. Una posesión, un monstruo, un psicópata, extraterrestres, brujas, fantasmas, locura... Pero al final es el viaje lo que cuenta, más que la resolución. Que podrá ser más o menos satisfactoria, pero cuando menos es correcta, tenuemente explícita pero sin sobre explicaciones. Pasa el corte.