Ésta es una de esas veces en que dudo si la película de la que hablo es en realidad tan buena como yo la veo, dudo si no hablaré de ellas con exceso de nostalgia; y no haga otra cosa que dar de ellas, una opinión recargada de subjetividad. Pero es lo único que tengo, es lo único que sinceramente les puedo ofrecer. Si tratase de juzgarlas desentiéndame de mis sentimientos, de mis recuerdos, de mis contextos, de mis circunstancias; les mentiría.

No sabría decirles si ha perdido con el tiempo; para mí no, la visioné no hace mucho y volvió a engancharme una vez más; sin poder dejar de seguir los despiadados pasos de Cagney, las torneadas piernas de Mayo, las complicaciones de O´Brien, la pasión de madre de Wycherly, o la nariz de boxeador de Cochran.

Para espectadores nuevos, para espectadores jóvenes que no tengan el poso de aquel cine negro, en blanco y negro, de aquellos actores con cara de gánster, de aquellos diálogos deudores de Raymond Chandler o Dashiell Hammett; no se me ocurren argumentos para incitarles a ver esta cinta, no puedo tentarles con un argumento excitante, no puedo engatusarles con la belleza de sus actores cuando han cambiado tanto los cánones de ésta, no puedo abducirles con unas secuencias de acción que después de tantos años de cine han sido ampliamente superadas. Aunque siempre podrán admirar unas buenas interpretaciones, siempre podrán percibir ese coherente modo de narrar una historia con imágenes en movimiento.

Pero es tan bueno… el malo. Es tan guapa, incluso en blanco y negro, la mala. Es tan convincente, el bueno. Es tan entretenida, la trama. Es tan grandioso, el final. Qué cómo no… recomendarla.