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Voto de Felipe Critic:
9
7.3
20,269
Animación. Fantástico. Comedia. Aventuras Después de que todas las mascotas caninas de Megasaki City sean exiliadas a una isla que es un vertedero, un niño de 12 años emprende un viaje para buscar a su perro extraviado. (FILMAFFINITY)
18 de junio de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wes Anderson no es un artista de culto, es un prolífico maestro. Sus películas siempre gozan de un prestigio agregado que las posicionan muy por encima de muchas cintas de mera entretención, y su más reciente joya de stop-motion cumple en toda regla lo que uno esperaría de un autor indie que ha erigido su sublime filmografía cuadro a cuadro. No es una descarada apropiación cultural o fetichización ni menos una orgia de estereotipos japoneses dibujados por un injurioso extranjero, es una hermosa y delicada historia de amor, una ampliamente diferente, fértil en exclamaciones visibles y veladas sobre la libertad, la prensa, la política, los principios, el temor, la transformación, la amistad y la vida tanto humana como canina que se nutre de un cast vocal de primera línea y un apartado visual y técnico tan excéntrico y prolijo como cada una de las ambiciones narrativas de un cineasta que no solamente construye una compleja adición a su primorosa filmografía y crecimiento artístico sino que imbuye con cierta complacencia una alegoría afilada e inteligente dentro un filme de alto concepto que va claramente dirigido a las mentes mayores, aquellas que se resisten a pensar el arte como una canal de pensamientos intrasmisibles, no como un mecanismo de ineludible contacto y avance.

No hay duda de que para una persona que apenas se registra a su estilo lo primero que desee resaltar sea la tangibilidad de las imágenes. Entrar al teatro con una idea preestablecida sobre la manera de trabajar del cineasta de “Fantastic Mr. Fox” no ayuda en mucho a preparar los sentidos, pues sería minimizar parte del infinito esfuerzo, cada gota belleza que brota por la pantalla es digna de congratulación, hay maravillamiento asegurado. La referencia directa que surgió en mi mente ya finalizada la función fue la más reciente obra de Laika Entertainment, “Kubo and the Two Strings,” no precisamente por la concordancia en la cultura de base o algunas semejanzas morales, sino por las hermosamente brutales creaciones, por ser un inestimable regalo para el cine, por la incalificable proeza visual que cientos de artistas han construido. Las composiciones simétricas del siempre perfeccionista artista que se rehúsa a someter su obra bajo los fenómenos de la era digital son, sin ambages, impresionantes; la aguda puntería por soslayar las más conocidas superficialidades y sumergirse de lleno dentro de la complicada, visualmente hablando, cultura japonesa sitúa a este filme en un nivel superior en términos artísticos, aun desplegando la mayoría de la acción en una isla limítrofe. El detalle trasmuta en obsesión ante cuan mínimo manifiesto de suntuosidad; la naturalidad de los movimientos encandilan nuestras percepciones que intentan dar con una secuencia que luzca entrecortada, un malicioso deseo que obviamente jamás se hará realidad con Anderson al timón. Son pocos los seres humanos que caminan por la historia ya que los protagonistas caninos son quienes adquieren la mayoría de la atención de los departamentos de arte; las acciones y actividades de los perros potencian el avanzar de la trama gracias a la veracidad de sus comportamientos, se observa verdaderamente al animal domesticado por excelencia más allá del comportamiento casi humano que se le da. En un sentido más completo, lo que adereza con personalidad el festín de fotogramas es la increíble y merecidamente premiable cinematografía de Tristan Oliver, opima en matices y recovecos que dotan a las imágenes de una fuerza incontenible, la cual crece incontrolablemente conforme corre la película, cada cuadro es una auténtica escultura finamente moldeada y perfilada que pasa por las manos de cientos de exquisitos artistas que con su talento, literal y figuradamente, plasman las obsesiones de un maestro de la animación; una experiencia deslumbrante. Cabe resaltar el majestuoso score del más reciente ganador del Oscar por la mejor banda sonora Alexandre Desplat, quien nuevamente se postula para una candidatura dorada en los premios. De cierta manera, al igual que Ludwig Göransson para “Black Panther” de Marvel Studios, es un compositor que sabe canalizar bien los sonidos e instrumentos tradicionales de la cultura en donde se desarrolla el largometraje para luego mezclarlos con sus propias ideas y terminar creando un portentoso todo, aquí, el acompañamiento musical es vital en el proceso sensorial de la experiencia; su score es volátil, enérgico y fuerte pero a la vez fino, sensible y adecuado, cándido y completamente emocionante.

“Isle of Dogs” de Wes Anderson mesmeriza de principio a fin en parte por su manía de jugar con las altas expectativas puestas siempre sobre un trabajo del director. Accesible y compleja, estratégica y humana, hilarante y dramática, cuidada y directa; este filme animado es una innegable carta de amor del cineasta para la cultura oriental, los caninos e innegablemente los recovecos y perversidades de los sentimientos, acciones e inspiraciones del ser humano; un largometraje que plasma a través de elementos generalmente opuestos criticas jugosísimas y controversiales que se tejen rápidamente sobre un relato liderado por cualquier manifestación de amor, priorizando los campos narrativos, técnicos y artísticos con la proporcionalidad que solo un maestro podría presentar. Quien quiera disfrutar de una buena película tendrá muchas más opciones de donde escoger, pero quien exija un filme de primer nivel será bienvenido a observar como un monstruo de la animación stop-motion pone en primera página a un actor, guionista, productor y director — nada interesado en hacer cine por un Oscar —que realmente nunca ha salido de allí.
Felipe Critic
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