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Documental
Película basada en el célebre ensayo de Naomi Klein sobre el origen de las teorías neoliberales de Milton Friedman, profesor de la Universidad de Chicago, y su puesta en práctica, durante cuarenta años, en países tan dispares como el Chile de Pinochet, la Rusia de Yeltsin, el Reino Unido de Thatcher y, más recientemente, en Afganistán e Irak. Se pone de manifiesto el lado más oscuro de la ideología de Friedman, tan impopular que sólo ... [+]
8 de junio de 2011
46 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como obra de ficción, la última novela de Naomi Klein sobre los males del capitalismo resulta muy entretenida y amena, y se lee sin sentir. Desgraciadamente, la intención de la autora es colárnosla como un ensayo que conjuga historia económica, política y periodismo. Sus enormes errores teóricos, los prejuicios ideológicos de los que parte, y que ni siquiera intenta justificar –por ejemplo, su tirria a las multinacionales que explotan los recursos naturales–, así como el escaso rigor de muchos de sus asertos hacen de La doctrina del shock un libro de propaganda bastante bien hecho, pero muy poco aprovechable para otros usos.
Es un ejercicio de propaganda que se dirige al estómago más que al intelecto y que propone toda una serie de hechos tergiversados para que el progre que aún pretenda basar su ideología en algo más que el aire pueda exponerlos en cualquier discusión y salir airoso.
Es un ejercicio de propaganda que se dirige al estómago más que al intelecto y que propone toda una serie de hechos tergiversados para que el progre que aún pretenda basar su ideología en algo más que el aire pueda exponerlos en cualquier discusión y salir airoso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Permitidme daros sólo un par de ejemplos, detalles que poco afectan a la tesis de fondo pero que seguramente os hagan caer en la cuenta de la falta de rigor de la autora. En un libro que se supone trata de denigrar a la Escuela de Chicago y a su exponente más conocido, Milton Friedman, Klein asegura que el mentor de ambos fue Friedrich Hayek; el pequeño grupo al que denomina "los austriacos" es para ella como una miniescuela dentro de la Gran Escuela de Chicago. No voy a aburriros recordando que la Escuela Austriaca es más antigua que la de Chicago, o detallando el enorme abismo teórico que las separa, pero no está de más recordar que el propio Hayek escribió en su autobiografía que la obra de Friedman Ensayos sobre economía positiva era un libro "tan peligroso como la Teoría General [de Keynes]" para la ciencia económica.
El otro ejemplo: ya cerca del final, Klein explica que en ocasiones –sobre todo desde que nació el movimiento antiglobalización, que nunca está de más echarse unas flores a una misma– los ciudadanos se crecen ante el shock en lugar de apocarse y aceptar los malvados designios de los "neoliberales". ¿Una de las muestras que escoge? El 11-M, naturalmente. La Klein llega a decir que en aquellos días de marzo Aznar pidió el apoyo para la guerra de Irak –detalle que ignoro de dónde se saca, porque el entonces presidente no hizo nada parecido–, y a comparar a éste con Franco, naturalmente. Según la Klein, fue el recuerdo del tiempo "en que el miedo gobernaba la política" lo que llevó a los españoles a votar a Zapatero, obviando así el detalle de que fueron sobre todo jóvenes que no votan habitualmente y que jamás vivieron bajo la dictadura quienes dieron el triunfo al socialista.
Sirva lo anterior para dar cuenta del escaso apego al rigor de esta periodista. Pero es que la Klein no puede sino faltar a la verdad una y otra vez: La doctrina del shock no es un ensayo clásico, con una tesis que se desea probar cierta o falsa; hay una narrativa preconcebida, y los hechos han de coincidir con ella sí o sí. Si no lo hacen, pues se omiten o se tergiversan. No hay en estas páginas dato alguno que pueda desmentir las tesis de su autora u ofrecer alguna duda. No se menciona el éxito económico obtenido por Chile, ni su actual estabilidad política, no sea que algún lector pueda pensar que igual Friedman tenía razón cuando afirmaba que las reformas liberales en la economía acababan trayendo reformas políticas democráticas. Una tesis discutible con la que yo mismo no acabo de estar de acuerdo, pero cuya discusión honrada se hurta aquí, al no presentarse los hechos que pudieran hablar en su favor. Incluso algunos defensores del libro, como Joseph Stiglitz, han tenido que reconocer esta tara.
El otro ejemplo: ya cerca del final, Klein explica que en ocasiones –sobre todo desde que nació el movimiento antiglobalización, que nunca está de más echarse unas flores a una misma– los ciudadanos se crecen ante el shock en lugar de apocarse y aceptar los malvados designios de los "neoliberales". ¿Una de las muestras que escoge? El 11-M, naturalmente. La Klein llega a decir que en aquellos días de marzo Aznar pidió el apoyo para la guerra de Irak –detalle que ignoro de dónde se saca, porque el entonces presidente no hizo nada parecido–, y a comparar a éste con Franco, naturalmente. Según la Klein, fue el recuerdo del tiempo "en que el miedo gobernaba la política" lo que llevó a los españoles a votar a Zapatero, obviando así el detalle de que fueron sobre todo jóvenes que no votan habitualmente y que jamás vivieron bajo la dictadura quienes dieron el triunfo al socialista.
Sirva lo anterior para dar cuenta del escaso apego al rigor de esta periodista. Pero es que la Klein no puede sino faltar a la verdad una y otra vez: La doctrina del shock no es un ensayo clásico, con una tesis que se desea probar cierta o falsa; hay una narrativa preconcebida, y los hechos han de coincidir con ella sí o sí. Si no lo hacen, pues se omiten o se tergiversan. No hay en estas páginas dato alguno que pueda desmentir las tesis de su autora u ofrecer alguna duda. No se menciona el éxito económico obtenido por Chile, ni su actual estabilidad política, no sea que algún lector pueda pensar que igual Friedman tenía razón cuando afirmaba que las reformas liberales en la economía acababan trayendo reformas políticas democráticas. Una tesis discutible con la que yo mismo no acabo de estar de acuerdo, pero cuya discusión honrada se hurta aquí, al no presentarse los hechos que pudieran hablar en su favor. Incluso algunos defensores del libro, como Joseph Stiglitz, han tenido que reconocer esta tara.