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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Ciencia ficción. Thriller. Terror Seis miembros de la tripulación de la Estación Espacial Internacional están a punto de lograr uno de los descubrimientos más importantes en la historia humana: la primera evidencia de vida extraterrestre en Marte. A medida que el equipo comienza a investigar y sus métodos tienen consecuencias inesperadas, la forma viviente demostrará ser más inteligente de lo que cualquiera esperaba. (FILMAFFINITY)
17 de julio de 2017
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Como a consecuencia de una especie de efecto llamada, en el mismo año en que Ridley Scott hace su enésima tentativa de reanimar a la marchita saga “Alien” nos llega la aproximación de Daniel Espinosa al siempre sugerente tema de los polizones extraterrestres.
Con un presupuesto sensiblemente inferior al de los últimos, hiperbólicos coletazos de Scott y que, además, supongo destinado en gran parte a cubrir los onerosos cachés de las estrellas Jake Gyllenhaal y Ryan Reynolds, “Life” y la herrumbrosa Estación Espacial Internacional donde se desarrolla están más cerca del saludable espíritu de serie B que presidía la primera “Alien” (Alien. El octavo pasajero, 1979) y la nave Nostromo que casi todas sus ulteriores secuelas, precuelas y “crossovers”.
Hablando de esto último, de cócteles locos, “Life” remite también a una “Gravity” (ídem, 2013) de generosa sazón lovecraftiana, al menos en lo que a la fisonomía y comportamiento de la criatura Calvin se refiere. Su polimorfismo tentacular y hambre de generaciones hacen de él —o ella, o ello— un Cthulu de andar por casa que, si bien lejos del irrepetible xenomorfo —"Linguafoeda acheronsis"— en cuanto a capacidad terrorífica, a los humildes efectos que “Life” demanda sí cumple su cometido con puntualidad marciana.
Ni que decir tiene que “Life” no es ningún prodigio argumental. Igual que la mayoría de cintas de su pelaje, parte de un subterfugio rayano en la grosería: la “serie de catastróficas desdichas” se desencadena a causa del error humano —lo cual resultaría, hasta cierto punto, admisible— y se va agravando conforme los protagonistas, cuya incompetencia supina desafía incluso las leyes físicas, tratan de arreglar el desaguisado. La incoherencia, o lo verdaderamente turbador radica en que, al menos a priori, los astronatutas constituyen la flor y nata de la “intelligentsia” terrícola. Ojalá los de verdad no sean así de torpes.
Carorpar
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