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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
10
Intriga Scottie Fergusson (James Stewart) es un detective de la policía de San Francisco que padece de vértigo. Cuando un compañero cae al vacío desde una cornisa mientras persiguen a un delincuente, Scottie decide retirarse. Gavin Elster (Tom Helmore), un viejo amigo del colegio, lo contrata para un caso aparentemente muy simple: que vigile a su esposa Madeleine (Kim Novak), una bella mujer que está obsesionada con su pasado. (FILMAFFINITY)
16 de julio de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fracaso de taquilla —y ello pese al final alternativo que, presionado por el estudio, Hitchcock se avino a rodar—, a día de hoy "Vertigo" está casi unánimemente considerada la obra cumbre del mago del suspense.
Los propios créditos iniciales, sobre ese ojo con indudables remisiones a "Un chien andalou" (Un perro andaluz, 1929) y cuya pupila evoluciona a una espiral —motivo repetido a lo largo de toda la película, representativo de las sensaciones inducidas por el mal que le da título—, advierten ya de la personalísima genialidad a la que nos disponemos a asistir.
La acción arranca con el primer plano de unas manos —elemento característico de la imaginería hitchcockiana, los primeros planos son a sus películas lo que el sonido de los platillos a una composición orquestal— que se va abriendo hasta darnos el contexto de una persecución policial por los tejados de San Francisco, manera de prologar tan poco ortodoxa como marca de la casa.
Pero la audacia fotográfica de Hitchcock va más allá. Abundan los travelling de seguimiento, elegantes y geométricos, espirales en sí mismos. Y para representar la acrofobia —el miedo a las alturas propiamente dicho; no así el vértigo, en rigor la ilusión de estar dando vueltas en el espacio, o de que aquello que nos rodea gira a nuestro alrededor—, el celebrado hallazgo de la combinación de zoom adelante y travelling atrás, una maravilla.
La historia presenta una estructura igualmente atípica, con dos partes bien diferenciadas. Entre ellas, a modo de pasarela delirante, Hitchcock intercala la pesadilla de mil colores en que estalla el omnipresente onirismo al que contribuyen, y no poco, los filtros de niebla y el inolvidable "score", atravesado de romanticismo trágico, a cargo de Bernard Hermann.
Dejando de lado la brillantez narrativa y técnica, estamos ante una historia profundamente psicoanalítica, como todas las de su director, en la que se recoge buena parte de sus obsesiones —nunca tan desbordante proliferación de parafilias dio lugar a producción artística tan fecunda. O sí, para muestra el "Divino Marqués" de Sade y sus constantes atentados literarios contra la virtud—. Si en su primera mitad —dos tercios, más bien— "Vertigo" constituye una plasmación evidente del voyeurismo; el segundo tramo, con James Stewart vuelto despótico Pigmalión, nos regala un abigarrado surtido de fetichismo, pasivo-agresividad y necrofilia.
El referido Stewart, profesional como pocos en la historia del cine, cumple con creces en el turbio papel que le toca en suerte, por más que Hitchcock no quedase contento, hasta el punto de no volver a contar con él. En cuanto a Kim Novak, incorporación de última hora a causa del embarazo de Vera Miles —a quien en principio correspondía el doble rol de Madeleine/Judy— y pese a lo engorrosa que a Hitchcock le resultaba, se puede afirmar que jamás estuvo mejor. Independientemente de sus admirables hechuras físicas, la carnalidad que, con su manera tan peculiar de estar en escena, logra insuflar en su etéreo personaje hace mucho más plausible la posibilidad de que el yerno de Norteamérica, el capriano héroe de guerra James Stewart, pierda los papeles por una mujer con el estrépito con que aquí lo hace. Y es que por Vera Miles quizá no se hubiera tirado al agua.
Carorpar
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