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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Drama. Romance Un director de cine recibe la visita de su antiguo profesor de matemáticas que sale de un asilo. Éste le propone realizar una película sobre el tema: "Nuestro mundo es el infierno y el diablo lo dirige todo". (FILMAFFINITY)
15 de septiembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La considerada por la crítica “primera película verdaderamente personal de Bergman” exhibe las virtudes y los defectos que de dicha etiqueta cabría esperar. En efecto, en 1949 Ingmar Bergman pasaba apenas de los treinta. Incluso con seis films a sus espaldas puede afirmarse que se trataba de un cineasta aún en formación. Y era, por supuesto, un total desconocido fuera de Suecia —no sería hasta cuatro años después, con la polémica “Sommaren med Monika” (Un verano con Mónica, 1953) que encontraría eco internacional—.
Aparecen ya en esta “Fängelse” buena parte de los rasgos distintivos de su director, destellos de innegable genialidad, emborronados, que no sepultados —el talento siempre encuentra resquicios por donde filtrarse—, por alguna que otra decisión, como poco, discutible. A sabiendas de lo trillado de las metáforas, “Fängelse”, igual que Bergman, es todavía un diamante en bruto, o un potro por desbravar. Principalmente porque una estructura narrativa a priori osada no acaba de cuajar. Los dos hilos argumentales que la integran siguen caminos paralelos sin llegar a trenzarse de forma coherente. La trama metacinematográfica con que arranca la película queda muy pronto subordinada a un melodrama, en mi opinión, bastante menos interesante, para volver a aparecer muy al desenlace cual apresurado, y arrepentido, pegote.
No obstante el imperfecto marco en que se desenvuelven, resulta palmaria la presencia de unas señas de identidad inconfundibles. Así, atraviesan ambas historias motivos típicamente bergmanianos, de raíz cristiana teñida de existencialismo, como la ubicuidad de la muerte omnipotente, o la culpa, lastre ineludible de un pasado nunca derrotado por el olvido. Éstos se nos sirven en planos largos, invitando a la reflexión, a que sea el espectador —tenido entonces por mayor de edad intelectual, respetada su inteligencia— quien ate los cabos que considere oportunos, deduciendo él solito sus propias conclusiones. La sobrecogedora escena de la pesadilla, estrechamente vinculada con el surrealismo, constituye prueba elocuentísima de las facultades que adornan a Bergman.
Además, salpica con humor nórdico, glacial como la sonrisa de una calavera, una obra que, dada su temática —la predominante al menos: una chiquilla de 17 años es prostituida por su “novio” y su hermana mayor—, la verdad es que se presta poco al chascarrillo. Y, sin embargo, funciona. El chulo compuesto por Stig Olin es un personajillo ridículo, un pobre hombre, un manojo de nervios incapaz de tomar decisión alguna sin la aquiescencia de la hermana, matriarca implacable en ese hogar tan desoladoramente disfuncional. En cuanto al poeta de esforzada pose “beat” que encarna Birger Malmsten, no es sino un gandul que, a su manera, explota también a su mujer haciéndose mantener por ella. Mordaz caricatura de un tipo muy en boga en la época, reafirma empero mi creencia en que los “hipsters” de antes eran preferibles a la tontería —por no recurrir a un término más grueso— que tenemos que sufrir ahora, carne fotocopiada de festivales asimismo clónicos. Parece, por suerte, que esa burbuja va igualmente camino de pincharse.
Carorpar
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