Cuando vi por primera vez "Pequeña Miss Sunshine", una de las cosas que más me gustó fue la manera en la que sus directores lograban acuñar un tono con el que contar su historia. Un tono donde la comedia y el drama se entrecruzan sin que chirríen los cambios en ningún momento. Aunque no es sólo el tono lo que sorprende en "Pequeña Miss Sunshine", sorprenden unos actores tan bien, tan cómodos en sus papeles, que no se puede imaginar la película sin ellos. Sin ese todoterreno que es Greg Kinnear, sin la maravillosa Toni Collette, sin un admirable Steve Carell, sin un acertado Paul Dano, sin un escandalosamente sabio Alan Arkin, y sobre todo, sin el torbellino de talento que es Abigail Breslin, una encantadora niñita de tan solo 11 años que demuestra unas tablas y un saber estar ante las cámaras asombroso. Todos ellos juntos hacen que la película se eleve muy por encima de lo que pensaron en un primer momento sus directores, eso seguro. En definitiva, me encanta "Pequeña Miss Sunshine", me encantan sus diálogos, sus escenas, su, a veces, perverso sentido del humor (ver spoiler) y su sensible tratamiento del drama. Y me encanta su final, digno de la grandísima película que es.