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Voto de Migue Muñoz:
8
Animación. Fantástico. Terror Basada en una novela de Neil Gaiman, narra la historia de una niña que, al atravesar una pared de su casa, encuentra una versión mejorada de su vida: sus padres son más considerados con ella, pero la las sensaciones maravillosas darán paso al miedo y a la angustia. (FILMAFFINITY)
7 de junio de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Henry Selick es uno de esos casos que hace que no sólo la animación avance y haga partícipe al espectador de nuevas sensaciones, sino que es un autor que va a contracorriente. La utilización de la técnica del stop-motion y su vínculo hacia lo siniestro lo convierten en un artesano que traduce sus obras, su ejemplo más claro lo tenemos con Coraline, en texturas y espacios emocionales que inquietan y crean adicción a partes iguales. Estamos hablando de cine de animación en los que los más adultos van a pasar miedo y los niños podrán palpar uno de los ingredientes del cuento tradicional que se ha ido perdiendo a medida que esas historias y sus adaptaciones cinematográficos lo perdían: el matiz espeluznante. Un regreso a aquellos tiempos donde las adaptaciones animadas de los cuentos populares todavía contaban con ese rasgo espantable que la tradición oral y escrita había utilizado para fortalecer el imaginario colectivo de valores morales.

La tétrica historia original de Neil Gaiman parte de lo cotidiano y del deseo infantil de lograr un entorno perfecto que se amolde a unas pretensiones concretas: un punto de fuga donde evadirse de una nueva casa y vida gris, de saciar el sueño y atravesar una puerta hacia otra dimensión.

En un principio, la historia atrapa (indudablemente) por su capacidad de crear atmósferas y paisajes físicos en lo formal e incluso aparece el lado más blanco del cine clásico de animación (algun corte musical), pero a medida que la trama avanza y el botón, como objeto totalmente catalizador del miedo que se arraiga en la historia, hace aparición, algo similar a un leve escalofrío se derrite por toda la historia. Los Mundos de Coraline poseen carácter europeo: los Hermanos Grimm, la animación tradicional checa e incluso las películas de terror de la Hammer (esa casa en la colina, la niebla, el cielo gris, los rasgo físicos de algun personaje secundario,…) y también estadounidense: como una de las más estimulantes películas de animación de este siglo XXI, Monster House (Gil Kenan, 2006), la historia posee un cierto halo fantástico, juvenil y hasta humorístico del cine comercial del Hollywood de los 80.

Su hora y cuarenta minutos de duración nos hace dudar de que un ser animado sea, efectivamente, viviente y que una muñeca de trapo figure ser la realidad. El tema del animismo, la magia y el encantamiento o la posibilidad de ser enterrados en vida y quedar atrapados en un mundo espeluznante alimenta la estética siniestra más inherente en la mente humana. Y si a eso le sumamos una cierta tendencia a explorar lo espeluznante desde los detalles que forman un cierto decorado en busca de una respuesta emocional (insectos, animales repulsivos, naturalezas muertas), podemos casi, casi asegurar que, por fín, Henry Selick ha podido demostrar que es más Tim Burton que el propio Tim Burton.
Migue Muñoz
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