El simpatiquísimo Paul Verhoeven (quién seguro ganaría todos los premios que se entreguen en la industria pornográfica si se dedicara a ese género) nos trajo allá por el 2000 este novedoso thriller de pseudociencia-ficción, en el que los efectos especiales son bastante buenos y... y... creo que nada más.

Dije pseudociencia-ficción porque eso es: no es ciencia-ficción como la que nos trajeron maestros de la talla de Robert Zemekis o George Lucas. Es una ciencia ficción para adolescentes, sacándole de cuajo la "ciencia" y dejando sólo ficción, pero añadiendo pechos femeninos, frenesí y extrema violencia, que va en aumento durante toda el metraje, hasta explotar en un orgasmo de todas esas cosas mezcladas. Esto me hace suponer que, en efecto, los guionistas no debían tener más de quince años cuando hicieron esta película y el resultado es una compilación de sus sueños húmedos trasladados al celuloide: el protagonista hace las cosas que les gustaría hacer a ellos si fueran invisibles, a saber: espiar mujeres mientras se quitan la ropa (sí, seguro que muchas mujeres se desnudan y toman una ducha con las ventanas y cortinas abiertas de par en par), escuchar conversaciones privadas sin que nadie se entere, y lo mejor de todo: ¡¡andar desnudo por ahí sin que nadie lo note!! ¿Quién no ha soñado con eso alguna vez?

La película se queda corta (muy corta, casi... invisible) en cuanto a profundidad tanto del argumento como de los personajes (el grupo de científicos parece escapado de un circo) y se excede casi hasta el hartazgo en lo que se refiere a efectos especiales y secuencias de acción (sobre todo la final, demasiado larga, pero que podría resumir toda la película).

Hasta aquí mi crítica no ha sido muy favorable. Entonces, ¿por que le puse un cinco? Porque, por mucho que me cueste reconocerlo, es infernalmente entretenida. Es de esas películas que no exigen mucha atención del espectador, ideales para ver tirado en el sofá después de una larga jornada de trabajo o de estudio preparando exámenes.