En la línea de las buenas películas de aventuras, la propuesta de H. Hathaway descubre en el Sáhara ese lugar idóneo en el que cualquier cosa puede suceder cuando J. Wayne, R. Brazzi y S. Loren emprenden solos un viaje de incierto destino.
La belleza del desierto, los anhelos personales, la tensión del itinerario y la amenaza de una tumba de arena cobran carta de naturaleza en un contexto de vívidos paisajes, de situaciones comprometidas y de un permanente clima de implicación humana.
Al desenlace le falta credibilidad en el cambio de actitud de los protagonistas y cierta garra narrativa.
Película psicológica, intimista pero también de escenas vibrantes y de espacios abiertos en los que siempre cabe esperar la intervención del destino señalando un camino para los vivos y un lugar de reposo para los muertos.