Fernando Meirelles reúne a un buen equipo técnico para hacer una posible exploración de lo sucedido en la transición del papa Benedicto XVI al papa Francisco. Un relato de estas características suele ser esperado por quienes ansían destapar trapos sucios de la Iglesia o por quienes, de buena fe, confían en una narración fiel. Sin embargo, la trama no satisfará ni a unos ni a otros.

Por un lado, el objetivo no es hacer sangre de lo ocurrido en torno a los abusos sexuales o demás conflictos oscuros, por lo que los detractores pueden considerar a Meirelles indulgente y benévolo al respecto. En el bando contrario, aunque se inspira en hechos reales, el guion desinforma a través de muchos diálogos inconsistentes.

La película evidencia en todo momento la simpatía o afinidad tanto del director como del guionista por el papa Francisco. Pero esta particularidad contribuye a mermar la veracidad de la historia, ya que el precio a pagar es la degradación de la figura de Benedicto XVI, a quien se le representa como un personaje poco ducho. Además, se concibe a la Iglesia como una institución politizada, que debe adaptarse a las creencias o particularidades de los fieles del momento.

Anthony Hopkins y Jonathan Pryce deslumbran con sus interpretaciones, que son la gran virtud de esta producción. Asimismo, la ambientación es impecable, con una espectacular reconstrucción a tamaño real de la capilla Sixtina. Obviando las incongruencias y la falta de ajuste a la realidad, técnicamente es un film interesante.

Los dos papas es una propuesta sin mucho riesgo que intenta posicionar al cardenal Bergoglio como una especie de héroe que llega para reformar la Iglesia y acercarla a los creyentes. Cuenta con toques de comedia, unos protagonistas brillantes y diversas incoherencias que rozan lo absurdo.

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