La Segunda Guerra Mundial ha inspirado numerosas obras tanto literarias como cinematográficas y Kurosawa se ha servido de unos hechos reales de ese periodo para estructurar una cinta clásica que mezcla varios géneros.

El relato se mueve entre el drama, el thriller y el romance, dejando siempre un fondo doloroso. Con un excelente control y gran sobriedad, se muestran los horrores y experimentos sobre la población civil pero sin morbo, con mucho gusto, dirigido a una amplia audiencia. Y a pesar del espantoso contexto, destaca la historia de amor entre Yusaku (un comerciante japonés) y Sakoto, su mujer. Esta pareja, comprometida a desvelar secretos nacionales por el bien del pueblo, proporciona reflexiones sugerentes acerca de la confianza, la lealtad y el bien.

El director aprovecha el cine como excusa, haciendo que un par de bobinas sean el elemento clave alrededor del que gira este film de espías. Aunque los sucesos no son exagerados, sí que hay un interesante juego de apariencias y engaños, que no solo hacen dudar a la mujer del llamado espía, sino también al espectador. Este engranaje de espejismos se funde con la pasión de Yusaku por filmar películas a modo de aficionado. De esta manera, el público se sumerge en una ficción, dentro de la propia ficción, que por momentos no se sabe si pertenece a la trama principal o es fruto del pasatiempo del protagonista.

En general tiene buen ritmo, pero se estira demasiado y acaba resultando larga. No obstante, los giros son satisfactorios y las interpretaciones encantadoras, lo que aligera el visionado. Además, está muy bien hecha, destila elegancia y su narrativa es absorbente.

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