Aunque no la he podido disfrutar en el formato 3D para el que fue concebida, “Pina” me ha parecido una de las películas más bellas que he visto este año. Wenders ofrece un documental sobre la bailarina y coreógrafa Pina Bausch, pero curiosamente son contados los minutos en que la vemos, o la escuchamos. El director construye su particular homenaje ofreciéndonos retazos de su obra, y pequeños apuntes en off de quienes trabajaron con ella. Aparentemente, es muy poca información. Sin embargo, “Pina” es un sentido y emocionante tributo a una artista única. Y, a la vez, una reflexión sobre la danza como forma de comunicación y como expresión artística. La película combina episodios tomados de espectáculos hechos en teatros, con montajes preparados ad hoc. Definitivamente, no puede haber un reconocimiento mejor, ni más sincero, para una trayectoria artística. Cada número me ha dejado impactado. El cine se pone al servicio de la danza, o la danza del cine (no me ha quedado muy claro), para formar un producto redondo y coherente, con significado propio. Me ha llamado la atención el aparente distanciamiento en la forma de rodar y de acercarse a la protagonista (todo lo contrario de lo que Wenders haría después en “La sal de la tierra”), apoyándose únicamente en la danza como medio de provocar emociones. Ciertamente, no hace falta más.