Viendo "Té y simpatía" me di cuenta de lo que ha evolucionado el cine. En 1.956, año de su producción, quedaba reflejaba una sociedad constreñida por normas de conducta obsoletas e hipócritas, no tanto por el tratamiento de la historia, sino por la manera, como interactuaban los personajes, en una comunidad "correcta" malsana y aburrida, que daba mayor importancia a lo adecuado, que a lo deseado.

Ya no veo cine clásico. Que no se me entienda mal. Valoro a aquellos grandes profesionales del linaje cinematográfico más noble. Estrellas vigorosas, resplandecientes, de personalidades extremas... a las cuales, el tiempo, las modas y los hábitos, hacen ver como ese viejo museo abarrotado de piezas exquisitas, que te devuelven, una vez finalizada la visita... a la auténtica realidad.

Es un cine de recuerdos, de nostalgias, de felicidad y... ¿por qué no decirlo? de un penetrante olor a anti polilla.