De muy cuando en cuando me suele pasar, que por el motivo que sea confundo una película con otra distinta sin haber visto ninguna de las dos; ya sea por que compartan el mismo look, sinopsis parecidas, mismas parejas de actores ó posters promocionales calcados.
A Secretary jamás le presté demasiada atención porque siempre pensé que era una de Concha Velasco; incluso durante mucho tiempo creí que el culo del cartel (con ayuda del Photoshop) pertenecía a la mismísima Concha.
Al tiempo me di cuenta que el fallo venía dado por la existencia de otra película con carátula vagamente similar llamada "París-Tombuctú" en donde sí participa la Velasco.

El error fue subsanado cuando en un canal de estos de por cable comenzó la emisión de Secretary. Me decidí por tragármela al comprobar con agrado que en los créditos iniciales no aparecía Doña Concha. Sí participaba, por el contrario, la actriz Maggie Gyllenhaal con la que llevo una relación amor-odio virtual; me cuesta decantarme y no tengo claro si me parece un bombón o si por el contrario me resulta una chica totalmente inapetente. Su participación en el film que nos ocupa ha ayudado a que la balanza se incline hacia la primera de las opciones (patético, lo se).

Junto a James Spader, Maggie protagoniza un rollo amo-esclava predispuesto a satisfacer el lado más oscuro del telespectador. La idea de que una completa desconocida obedezca y acate tus desvariaciones sin rechistar... pues coño; hay que reconocer que gusta. Así pues, de este puntito fetiche se sirve Steven Shainberg para confeccionar la trama de Secretary. Todo girará en torno a ello. No encontrarás nada más. En Secretary se corta el bacalao dentro de la oficina. Y siguiendo con las metáforas marinas, con las repetidas tortas en el culete se queda todo el pescao vendío.