Haz click aquí para copiar la URL
España España · barcelona
Voto de avanti:
8
Drama Memorable interpretación de Joan Craword en el papel de una mujer acusada de asesinato que se somete a una operación de cirugía estética para cambiar de vida. Remake de un drama sueco de 1938 protagonizado por Ingrid Bergman. (FILMAFFINITY)
3 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A woman’s face (Un rostro de mujer), es una película dirigida por George Cukor en 1941. Esta gran película está repleta de personajes dignos de ser odiados o amados con o sin el menor escrúpulo reflejado en el excelente guión de Donald Ogden Stewart y Elliot Paul basado en la novela de Francis de Croisset. Cukor, sin andarse con términos medios crea un denso abanico de caracteres en extremo temperamentales desde el primer momento confrontándolos, mediatizando sus intereses esplendorosamente mostrados en un gran trabajo de claroscuros mostrándonos el oscurantismo supuestamente emocional de todos ellos junto a nuestros protagonistas Anna Holm (Joan Crawford) mujer con un pasado difícil por motivos que descubrimos a lo largo del metraje y Gustaf Segert (Melvyn Gouglas) doctor condescendiente con la tragedia que vive la protagonista.

En el entorno de ambos se produce un baile de interesados personajes necesarios para retratar la codicia en cualquiera de sus formas: en Torsten Barring (Conrad Veidt) tenemos a uno de los malos más fríos y expresivos del cine en su papel de ambicioso heredero a cualquier precio, no menos que la caprichosa señora Vera Segert (Osa Massen) enamoradiza sin escrúpulos. El realizador también nos muestra a Emma Kristiansdotter (Marjorie Main) envisiosa asistenta celosa de la recién llegada no soportando su presencia, o Bernard Dalyik (Reinald Owen) espabilado de mano ligera apropiador de lo ajeno, un ramillete que no lo podríamos completar sin Herman Rundvik (Donald Meek) camarero capaz de mentir a cualquier precio con tal de conseguir sus propósitos pecuniarios.

Todos ellos, personajes de carácter espléndidamente fotografiados por Robert Planck junto a la interesante música de Bronislau Kaper rubrican el toque vibrante de la narración desde la primera escena en un hilo conductor echando mano del pasado y el grado de implicación de los testigos de una acusación por asesinato que tratará de aclarar el Juez (Henry Kolker) encargado del caso, en una sucesión de declaraciones magníficamente relatadas mediante el inestimable recurso de los flashbacks que arrojarán luz a unas acusaciones sostenidas por los estrafalarios personajes llamados a declarar procurando presentar como creíbles sus respectivas versiones de los hechos.

Llama la atención la asombrosa escena de carruajes con un dinamismo propio del más espectacular cine de aventuras donde el pequeño Lars-Erik (Richard Nichols) se convierte en el preocupante motivo que se convertirá en el germen del juicio a Anna Holm, situación que ayudará a posicionarse a los diferentes implicados en el caso desvelando algunas debilidades humanas mostrando además la convicción en la inocencia que el doctor Gustaf Segert mantiene sobre la acusada. Desde los grandes encuadres hasta los primerísimos planos a lo largo de la película nos ayudara a entender mejor el mundo interior de la protagonista y su reacción final que no solo marcará el destino de Lars-Erik, sino el suyo propio en el caso de Torsten Barring.
avanti
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow