Se supone que la historia está basada en hechos reales y eso encorseta al guionista que; del mismo modo que las películas acerca de "Jack el destripador" intentan ofrecer distintas soluciones identificándolo ora con el Príncipe de Gales, ora con el médico de la reina Victoria, insinua una posible alternativa de solución que en el final queda desvirtuada..

Por su parte el director vuelve a señalar a los gobernantes de Corea del Sur, dictadores o no; como ineficientes.En Host, ya en democracia, no manejaban de manera clara y efectiva el problema creado por el monstruo y en ambos filmes se muestra al poder central haciendo solo lo necesario como para cubrir las apariencias pero poco más.

Entre sus muchos aciertos, el director evita las escenas cruentas. Este director no se regodea con el sufrimiento de las víctimas, no muestra como las humilla y veja su asesino antes de matarlas sino que aquí, como en un filme de los años sesenta o setenta, no es la forma de matar sino el que se mate lo importante y lo terrible y eso, en una época donde las escenas que antes quedaban relegadas al subgénero del gore se muestran sin timidez ni vergüenza en la misma televisión abierta, es de agradecer y para festejar.

No es una película adecuada para quienes gustan de los golpes de efecto, de las escenas de extrema violencia, de la soflamada denuncia política. En este film todo se sugiere, todo se teje y desteje en la mente de quien la mira porque si bien el director poseía el lienzo de la gran pantalla no ha querido olvidar las circunvalaciones de la mente para sentar las bases de una historia descarnada e insolentemente entretenida que puede ser aburrida, y hasta pueril, para aquellos que no desean participar activamente en la hechura de una obra de arte.

Saludos y hasta luego.