Lo mejor son los títulos de crédito, aunque habría que tener cuidado con el “spoiler”, son demasiado explícitos. Después viene la introducción, muy dinámica, pero propone un ritmo que después hay que saber continuar y eso no ocurre. Una historia romántica del montón que se intenta hacer más llevadera con golpes de humor, nunca mejor dicho, al estilo de golpes con los objetos que se caen, golpes en las partes bajas que duelen, golpes con el tapón de champán, y así otros muchos bastante vulgares y muy vistos pero que la interpretación de Matthew Perry hace soportables, no en vano trabaja en series de televisión donde esos efectos funcionan. Pero no funciona en la imitación de un heterosexual que se hace pasar por gay, no da el físico en la pantalla, y encima le ponen al lado a una chica como Neve Campbell que enamora a cualquiera. El jugador de rugby negro con un gran pene que deviene homosexual es solo una concesión a las fantasías que muchos homosexuales tienen. Y la música es graciosa, bien elegida, con canciones que le suenan al espectador y alguna más como para editar un disco para sacar más rédito a la película si hubiera funcionado. De imágenes, ya se sabe, habiendo dinero se consiguen buenas cámaras y buenas localizaciones y así es fácil llevar la historia por sitios atractivos.